(Dedicado a mi querido guía de turistas de Cuévano, Irving Torres Yllán)
Un 30 de agosto, pero de 1979, se estrena en México la segunda película basada en una obra del virtuoso escritor guanajuatense Jorge Ibargüengoitia; se trata de Estas ruinas que ves del no menos depurado y elegante director Julián Pastor.
Adaptada por el guionista Jorge Patiño y el mismo Julián Pastor, la película presenta dos hilos narrativos notorios desde la perspectiva de su personaje principal Paco Aldebarán, interpretado de forma impecable por Fernando Luján; debido a esto, lo que vemos en pantalla se separa por momentos de la novela lo que permite que, justamente al ser una adaptación, la película tenga su propia narrativa pero conservando siempre la esencia del impecable texto de Ibargüengoitia.
En el primero, y sin duda alguna con pinceladas autobiográficas por parte de Ibargüengoitia, somos testigos del regreso, por cierto en el desaparecido Ferrocarriles Nacionales de México que recorría la ruta del Distrito Federal a la ciudad de Guanajuato, profesor Paco Aldebarán a su natal Cuévano; esto representa un reencuentro con sus camaradas de la juventud ahora catedráticos de la Universidad a donde es llamado a dar clases de literatura y toparse con que muchas cosas no han cambiado de sus tiempos de estudiante.
Sumado a esto, viene la atracción inmediata con la joven Gloria quién resulta ser hija del Dr. Revirado y Doña Elvira Rapacejo de Revirado, es decir, que pertenece a una de las familias de más abolengo en la ciudad y que para mala fortuna de Aldebarán, está comprometida con el agente de ventas Raymundo Rocafuerte (lo siento pero me es imposible oír este apellido y no remitirme a Los Picapiedra) pero que debido a un comentario del colega y amigo de toda la vida de Paco; Isidro Malagón, se resiste a enamorar a la muchacha por temor a que muera debido a que hay la sospecha de que al llegar esta a un orgasmo, le vendría un infarto fulminante.
En segundo lugar, se presenta el microcosmos de la vida universitaria de Cuévano en las que nos son mostradas todas las vicisitudes, comportamientos, exabruptos y soberbias de la vida académica regular puesta en la ciudad donde descubrimos esto aplica no solo a cualquier ciudad del país y del mundo entero, sino que además resulta de una actualidad asombrosa. Convirtiéndonos en testigos de los usos y costumbres de los profesores de la Universidad quienes se sienten parte de una élite al ser los que otorgan ciencia, cultura y conocimientos generales tanto a los muchachos como al resto de habitantes del “pueblo” como bien se refiere el personaje del Rector Sebastián Montaña, un exquisito Rafael Banquells, en diferentes ocasiones a Cuévano.
Es así que vemos como el pequeño círculo intelectual formado alrededor de la figura del Rector, goza de una amplia libertad de movimiento, presencia e inmunidad judicial en la ciudad debido, justamente, a esta aura de superioridad intelectual que ellos mismos se han forjado entre la sociedad. Una utopía lograda justamente por vivir en un lugar donde todos se conocen y por lo mismo, dispensan ciertas actitudes so pretexto de la cercanía y la familiaridad.
Los elementos están sobre la mesa, lo siguiente es la maestría de Julián Pastor para adaptar los momentos más atractivos al lenguaje cinematográfico y realizar una comedia fluida, inteligente, pícara y repleta de añoranza y empatía con el mundo universitario desde las bases hasta los que están al frente de las instituciones de educación donde queda demostrado al ojo de los extraños que la figura del “académico” - sobre todo de humanidades y arte - no siempre es la del eterno sabio de la montaña y si un ser humano con claroscuros tomados, desde la perspectiva de la novela y la película, de un humor fino e inteligente en situaciones que llegan hasta el absurdo sin importar que se desarrollen en una pequeña y cerrada sociedad.
Una deliciosa comedia romántica donde brillan las actuaciones de Fernando Luján, Guillermo Orea, Blanca Guerra, Rafael Banquells, Roberto Cobo, Grace Renat (ajá, la famosa vedette del cine de ficheras que aquí hace un personaje divertido y completo), Jorge Patiño como Carlitos Mendieta y un Pedro Armendáriz Jr. que, en este caso, no aporta ningún elemento que lo haga indispensable a la película.
Y por supuesto, como una intérprete más, la bella ciudad de Guanajuato que es aprovechada al máximo por Pastor y su cinefotógrafo José Ortiz Ramos quien se da el lujo de no reducir las calles de la ciudad a un simple telón folclorista sino convertirlas en un contexto donde la trama fluye a la par de las situaciones de todos los personajes en pantalla.
Una película en la que el tiempo no le ha afectado en lo más mínimo y que, como dije antes, conserva una frescura asombrosa no solo en la manufactura sino en la historia y personajes que se conservan como un vivo ejemplo de las extraordinarias películas que se realizaron en la década de los años setenta en México gracias a sus historias, intérpretes y directores.
Y, además, todavía disponible en DVD bajo la colección IMCINE/Mundo en DVD junto con las otras tres de Jorge Ibargüengoitia adaptadas al cine que son: Maten al León, Dos crímenes y La ley de Herodes.
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