Escenario

‘Scream 6’: Los gritos ya no son los de antes

CORTE Y QUEDA. Este regreso de Ghostface es bastante efectivo en su montaje, sus muertes y su efectismo, algo que puede ser suficiente para las nuevas audiencias de fans del horror pero no para los viejos seguidores

cine

Fotograma de 'Scream 6'.

Fotograma de 'Scream 6'.

CORTESIA PARAMOUNT

Ghostface está de vuelta, pero en una nueva ciudad y ahora, con nuevas reglas. La sexta entrega de la exitosa franquicia creada por el maestro del terror Wes Craven y el guionista Kevin Williamson sigue explorando los límites del slasher gracias a la mano de los jóvenes realizadores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, que le dieron nuevos bríos a esta franquicia hace un año con una “precuela” que trajo de vuelta la nostalgia a los amantes del terror, presentando a una nueva generación de sobrevivientes hacer equipo con los protagonistas de antaño de esta saga.

Ahora, Scream 6 sale del pueblo maldito de Woodsboro, tal y como sucedería en la segunda y tercera parte, para elegantemente entregar una secuela más en medio de la ‘Gran Manzana’, donde este peculiar asesino seguirá nuevamente con sus intenciones de matar a la hija de Billy Loomis, Sam Carpenter (Melissa Barrera) y su hermana Tara (Jenna Ortega), que huyeron de su pueblo natal para dejar atrás la sombra del fantasmagórico matón que, aparentemente, es incapaz de morir sin necesidad de que algo sobrenatural recaiga en él.

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Al lado de las Carpenter, están de nueva cuenta la nerd del cine Mindy (Jasmin Savoy Brown) y su hermano atlético Chad (Mason Gooding), junto a un nuevo grupo de chicos universitarios que no estarán a salvo del filo del cuchillo de este ya icónico villano. Y es que parece que Ghostface sigue recargado, pues como en toda secuela digna de llamarse de esa forma, las muertes resultan cada vez más violentas, como si una ira desmedida se desatara a través de esa máscara que, ahora, no le importa nada tu película de terror favorita, sino que parece tener un acrecentado sentido de venganza absoluta.

La cinta ofrece cosas interesantes como la locación de los hechos. Que la ciudad de Nueva York se vista de plácemes para recibir a este enmascarado asesino resulta algo bastante gratificante por un par de factores. Primero, la urbe ofrece un sentido de peligro inminente en donde la muerte puede literalmente suceder en plena luz del día y a nadie puede importarle. Esto ayuda a sacarle jugo a montajes como el subterráneo lleno de desconocidos, los callejones oscuros a los que cualquier fan del terror le huiría o los recintos abandonados que sirven como lugares perfectos para un asesinato.

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Ese punto de indiferencia citadina se suma a otro: todo sucede, como con Michael Myers, en las vísperas de Halloween, lo que hace que las máscaras y el ambiente sea el idóneo para una venganza de terror, especialmente dado el factor humano del asesino que es explotado a más no poder por los guionistas James Vanderbilt y Guy Busick como si fuera un ‘whodunnit’ mezclado con la esencia slasher de la saga donde Ghostface puede ser cualquiera de los involucrados. Además, esta sexta entrega continúa con esa línea de meta ficción donde existe una muy ligera cuarta pared que constantemente se rompe con ingeniosos diálogos, jugando constantemente con los giros y sorpresas típicos de la franquicia, algunas más exageradas que otras, pecando tal vez de un sentido de autoburla excesivo.

Aunque hay ausencias notables como la de Sidney Prescott (Neve Campbell), si hay regresos de otros personajes en esta ‘secuela precuela’ que remite a muchos factores de toda la franquicia. Sin embargo, se siente la base de Scream 2 (Craven, 1997) en ella, llenándose de más gore, persecuciones alocadas e inesperadas revelaciones que van muy de la mano con esa reinvención lograda por Gillett y Bettinelli-Olpin así como sus guionistas. Pero a pesar de ello, el tono de la franquicia parece inclinarse más hacia las auto referencias que brindan un problema en su tono, especialmente hacia el último acto, donde la diversión del absurdo de la saga supera al horror y las tensiones creadas.

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Así, después de un inicio digno de cualquier otra entrega de Scream y con una química bastante buena entre Barrera y Ortega que se sienten mucho más libres y cómodas como las protagonistas de esta nueva generación de la franquicia, este regreso de Ghostface es bastante efectivo en su montaje, sus muertes y su efectismo, algo que puede ser suficiente para las nuevas audiencias de fans del horror. Pero, para aquellos seguidores de hueso colorado, puede provocar pensamientos de que los gritos generados por Craven y Williamson ya no son los mismos de antes, enfrentando el cambio generacional para bien o para mal.