Escenario

‘The evil dead’: Un filme que inspira todas las locuras posibles de un grupo de amigos

TICKET AL PASADO: A propósito del estreno de la nueva entrega de la saga, en nuestra sección de los filmes que marcaron a nuestros especialistas revivimos el clásico de Sam Raimi

cine

Fotograma de 'The evil dead'.

Fotograma de 'The evil dead'.

ESPECIAL

Todo el que me conoce sabe que el terror es algo que me encanta. Ya sea en forma literaria con los grandes clásicos o cuentos de hadas (porque si, los Hermanos Grimm y otros crearon esos relatos con moralejas para asustar a los niños mal portados con sus ilustraciones), leyendas urbanas, en pequeñas anécdotas orales que van pasando de generación en generación acerca de sustos que no siempre dan gusto o, mi forma favorita, en cintas que se alimentan de todo eso y más para provocar un susto, un horror en tu mente que te provoque miedo a las sombras o a tus sueños mismos.

Curiosamente, este viaje al pasado no hablará de aquella cinta que me hizo amar el género (Krueger y Craven tienen su lugar de honor imborrable), sino de una que, por lo complicado que era verla o siquiera conseguirla en mi juventud, creó un morbo casi malévolo alrededor del proyecto de muy, pero muy bajo presupuesto exhibido por primera vez en el mundo en el año 1981, donde un pequeño fan del cine (y también de Spiderman) vería realizado su sueño al lado de sus hermanos y su mejor amigo con algo que resultaba tan espantoso, desagradable y barato que era involuntariamente hilarante. Les hablo de El despertar del diablo aka The evil dead (1981) de Sam Raimi.

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Era la no tan maravillosa década de los 90 cuando la adolescencia pegaba duro en quien escribe. Un período no sólo de transición y rebeldía juvenil se sentía en mis amigos y yo, sino que el país había confrontado momentos turbios. Apenas asimilábamos los nuevos pesos (ya eran pesos normales, pero sin tres ceros para mi primer encuentro con este filme), había un Ejército Zapatista, recién sufrimos una nueva devaluación de la moneda y los asesinatos políticos estaban a peso. El Tri le dedicaba rolas a Carlos Salinas de Gortari, la ruta 100 dejaba de circular en la capital mexicana y un grupo de chavos de secundaria iban en búsqueda de un libro prohibido, el Naturom Demonto, o para los amigos, el Necronomicón.

Para ser verdad, no estábamos en busca de él, pero sí de una película que, como jóvenes, habíamos leído de ella o escuchado cosas como que era tan horrenda que la habían vetado, que era imposible conseguir. Casi parecía ser un filme maldito, dándole un aura misteriosa a las mentes de unos simples chavales que buscaban diversión y un contacto con algo tan “macabroso”. La cosa se complicaba más considerando que, aún en el apogeo de las cintas caseras como la siempre agonizante Beta o el resiliente VHS (no siempre fueron discos de cajita azul), no aparecía lugar alguno donde podríamos saber de esta condenada cinta que parecía estar más maldita que la del Aro mismo.

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Pero un viaje al Chopo lo cambió todo, pues fue ahí que la camarilla, de la cual formaba parte, encontró el misterioso VHS ante la advertencia del querido vendedor de que la viéramos en el día pues seguramente nos daría mucho miedo de noche. Curados de espantos y envalentonados, The evil dead estaba por fin en nuestras manos, era hora de enfrentar a los demonios y ver si no salíamos poseídos por las almas de los malditos. El lugar estaba puesto, como buenos adolescentes ignoramos las órdenes del guía y pusimos la cinta en el VHS de la casa de un amigo, en un ambiente lleno de soledad (sus padres no estaban, clásico), pizzas y ganas de buenos sustos. Y así comenzó la experiencia de ver una cinta de origen clandestino que parecía ser de las pocas copias para ver la sacrosanta película.

Ante lo granuloso de la imagen y una mala calidad de audio, ver The evil dead de esta forma me hizo valorar muchas cosas. Primero, que, a pesar de la baja calidad de este video, agradecía que hubiera manera de vivirla. Claro, la imagen a veces pecaba de muy oscura y el subtitulaje dejaba mucho que desear (se encimaban los de español con otros de un idioma que, presumo, era tipo ruso o de algún otro lado). Y segundo, como alguien que, indebidamente para la edad que tenía, había visto Pesadilla en la Calle del Infierno, encontró en esta maldita cinta una pasión por crear algo que, antes, no me había nacido.

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The evil dead resultó impactante no por la calidad o el presupuesto sino porque me hizo pensar en que cualquiera podría hacer algo como ese relato, juntar un grupo de amigos en una cabaña y simplemente grabar todas las locuras posibles y apreciar su resultado. También, la película de Raimi me impactó por que, después de conocer el patrón de las scream queens, me mostraba a un tipo nerdo, bobo pero de buen corazón, como el héroe que se enfrentaba al mal de los ahora conocidos como ‘deadites’, algo que me resultaba novedoso y con lo que podía empatizar por completo porque ¿de cuándo acá el sabelotodo no galán era el fregón del grupo?

A pesar de la imagen opaca de la cinta, de tener escasos diálogos, efectos prácticos que daban un poco más de risa que de miedo y sobre todo de mucha sangre falsa que iba aumentando mientras la película avanzaba, el encanto de The evil dead y sus riesgos para una época en donde no existía la corrección política había hecho efecto en mí. Sobre todo, por la gracia de Bruce Campbell, quién durante casi una tercera parte de la película no tenía diálogos y todo se basaba en su físico, sus expresiones, sus lances y su locura. Ni que decir de la cámara de Raimi en acercamientos a los rostros bastante extremos, sus tomas flotadoras que se convertirían en un sello de la saga o en darle esa visión de primera persona a los demonios.

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Aunque la película no acabó por espantarnos lo suficiente, ver las reacciones de mis amigos o hasta las mías, que iban de la sorpresa a la risa (y las miradas incómodas por reírme de lo que no debía, según ellos), ratificaron ese pequeño demonio amante del cine de terror que había en mí, gracias a un proyecto que sentó las bases para todo lo que después serían las películas de cabañas malditas. La charla entre amigos preguntándose si seríamos capaces de matarnos con tal de salvarnos provocó momentos hilarantes en una noche donde, irónicamente, nos dieron ganas de ir de campamento a un lugar lejano y hacer algo por nuestra cuenta (no necesariamente invocar demonios).

Mucho tiempo después, volví a verla gracias a los milagros de la tecnología y la digitalización, sin censura e integra, dándome cuenta de la trascendencia de la misma para su realizador y su protagonista. Pero sobre todo para los amantes del terror que, ahora, pueden vivir una saga de locura que, involuntariamente, siempre coqueteó con la mezcla entre lo gore y grotesco con la comedia negra. 

‘The evil dead’: Un filme que inspira todas las locuras posibles de un grupo de amigos Video

Aunque no miento, también que, a la fecha, sigo escuchando una voz que no oía desde esa noche con mis amigos. Me llama, me dice ‘ven con nosotros’, pero no, aún no he decidido ir por ese camino. Por ello, después de esta grata memoria de una época análoga y de un filme que rompió muchos moldes, sólo me queda seguir disfrutando los frutos de la visión de dos amigos que siguen marcando generaciones. Lo único que sé ahora es que, aquello que haya resucitado con ese VHS vino por mí y no me ha dejado nunca. Y lo agradezco.