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‘Con todos menos contigo’: Una buena dosis de comedia romántica

CORTE Y QUEDA. El filme dirigido por Will Gluck y protagonizado por Sidney Sweeney y Glen Powell llegó este jueves a las salas de cine nacionales

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Cortesía

La industria cinematográfica contemporánea ha demostrado, una y otra vez, su capacidad para reinventar y modernizar obras clásicas, tomando prestados elementos de la literatura, incluso de maestros como William Shakespeare. Películas como 10 cosas que odio de ti (1999) y Letra y música (2007) han logrado transformar las tramas y los personajes de las obras shakesperianas, cautivando así al público moderno.

Esta semana se estrenó Con todos menos contigo, una comedia romántica dirigida por Will Gluck, que, a pesar de no ser una adaptación directa, se inspira en Mucho ruido y pocas nueces, otra joya literaria de Shakespeare.

La trama nos presenta a Bea y Ben, aparentemente la pareja perfecta, cuya primera cita promete una conexión instantánea. Sin embargo, un giro inesperado en sus vidas enfría esa atracción inicial. Los destinos de Bea y Ben se cruzan nuevamente en una boda en Australia, donde, por conveniencia mutua, deciden fingir ser una pareja, a pesar de su rechazo inicial el uno al otro. Esta premisa, aunque no innovadora, establece el escenario para una comedia romántica que busca explorar la complejidad de las relaciones modernas.

Will Gluck, conocido por su dirección en Se dice de mí del 2010 protagonizada por Emma Stone, también es otra película que encuentra inspiración en obras literarias, demostrando su habilidad para llevar al cine historias clásicas de manera contemporánea. En esta ocasión, toma la moción de Mucho ruido y pocas nueces, no para replicar la obra original, sino para extraer ciertos temas y adaptarlos a la sensibilidad del público actual. Gluck parece tener un talento innato para llevar historias clásicas a un contexto moderno sin perder la esencia de los elementos que las hicieron atemporales.

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Sidney Sweeney y Glen Powell logran establecer una conexión palpable en la pantalla, desplegando una química que no solo es evidente, sino que también sirve como un espejo de las complejidades del amor contemporáneo. Sus actuaciones, aunque superficialmente exploran las luchas y alegrías de las relaciones actuales, no logran sumergirse completamente en la profundidad de estos temas.

En un contexto donde el crecimiento personal se entrecruza con los traumas de relaciones pasadas y las expectativas poco realistas, Sweeney y Powell, a pesar de su innegable atractivo visual, parecen limitados a ser meramente rostros bonitos en la pantalla, sin desafiar completamente las capas más profundas de sus personajes, posiblemente debido a las demandas de la trama que no exigen una exploración más profunda.

En cuanto al resto del elenco, compuesto por talentosos actores como Darren Barnet, Alexandra Shipp, Charlee Fraser y Hadley Robinson, su presencia en la película parece más decorativa que sustancial. Aunque todos aportan su dosis de comedia y momentos destacados, sus roles no trascienden más allá de servir como complemento.

Darren Barnet, con su carisma y entrega, aporta toques humorísticos que aligeran la narrativa, mientras que Alexandra Shipp y Hadley Robinson, aunque dotan de frescura a la historia, no logran profundizar en sus personajes de manera significativa. Charlee Fraser, por su parte, aporta su encanto particular, pero su papel parece ser más un adorno que un elemento esencial para el desarrollo de la trama.

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Todo se desenvuelve en una historia simple de amor, marcada por los clichés del género. Sin embargo, su éxito radica en la habilidad de Gluck para incorporar chistes que capturan la atención del espectador sin caer en la repetición. Encontramos el dilema moral característico de las comedias románticas, un triángulo amoroso que añade complejidad a la narrativa, protagonistas irresistiblemente atractivos y diferencias aparentemente insuperables que, sin duda, encontrarán su resolución en un escenario pintoresco.

La elección de la Ópera de Sídney como fondo para la parte más romántica agrega un toque de grandiosidad y sofisticación. La icónica estructura arquitectónica sirve como telón de fondo majestuoso, mientras la canción “Unwritten” de Natasha Bedingfield crea una atmósfera nostálgica, transportando a los espectadores a la época de principios de los 2000. Esta elección musical y visual genera una sensación de atemporalidad, aunque esté firmemente arraigada en la realidad contemporánea.

Es interesante notar que, a pesar de la adaptación moderna, Con todos menos contigo no logra posicionarse en lo que podría convertirse en un clásico perdurable. Aunque la incorporación de elementos actuales garantiza su relevancia temporal, la falta de una innovación sustancial podría limitar su trascendencia a lo largo de los años. Se beneficia de una estética que evoca la nostalgia de principios de los 2000, pero no logra consolidarse como un clásico que perdure en las generaciones venideras.

Es una comedia romántica que, aunque no reinventa el género, logra entretener al público mediante la combinación de una trama simple pero efectiva y actuaciones sólidas. La inspiración en Mucho ruido y pocas nueces se refleja en ciertos aspectos temáticos, y si observas bien podrás ver el título en uno que otro letrero de la ciudad de Sidney, pero la película se distancia lo suficiente para establecer su propia identidad.

Aunque puede carecer de la profundidad necesaria para convertirse en un clásico duradero, ofrece una experiencia cinematográfica agradable y accesible para aquellos que buscan una dosis de romance y comedia en la pantalla grande.