Escenario

‘Vivir’: Remake de un clásico que deriva en vehículo de lucimiento actoral

CORTE Y QUEDA. Oliver Hermanus se atreve a hacer una nueva versión del clásico de Akira Kurosawa son algunos momentos inspirados pero sin superarla, eso sí, con una gran actuación de Bill Nighy 

cine

Fotograma de 'Vivir'.

Fotograma de 'Vivir'.

CORTESIA

Inspirado en la novela La muerte de Iván Ilich del ruso León Tolstói, el afamado cineasta del sol naciente Akira Kurosawa concibe Vivir (Ikiru, 1952), la que es considerada una de sus obras más emblemáticas y conmovedoras, la cual está centrada en Kanji Watanabe (interpretado magistralmente por el actor japonés Takashi Shimura), un gris burócrata quien ocupa un puesto importante en el ayuntamiento, desempeñando allí su labor de forma rutinaria y desganada, sin interesarse mucho en los demás.

Pero todo cambia cuando al señor Watanabe le es diagnosticada una enfermedad grave, y descubre tener poco tiempo de vida. A partir de esta revelación, el personaje inicia un viaje interno donde se cuestiona sobre su vida, como la ha vivido y si ella posee algún propósito, y eso lo llevará (junto con el espectador) a disertar y reflexionar profundamente sobre la muerte, la vida y el papel que la trascendencia desempeña ante ambas. Disertaciones las cuales gradualmente, le conducen a efectuar acciones destinadas a romper con sus inercias y rutinas viciadas, y en ese afán de dejar algo significativo tras de sí, lo lleva a realizar un acto altruista, y a través del mismo, se confronta a -y transforma- su conducta previa, inspira (aunque sea efímeramente) a sus compañeros y colegas del ayuntamiento, y de paso esgrime una certera crítica dirigida hacia esa burocracia que se ha tornado ciega y deshumanizada.

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En 2022, el cineasta sudafricano Oliver Hermanus materializa el temerario reto de hacer una nueva versión del icónico filme de Kurosawa, y para ello se apoya en un argumento adaptado por el guionista y novelista británico-nipón Kazuo Ishiguro. El resultado es Vivir (Living), donde la historia transcurre también en los cincuenta, pero en Londres, y es estelarizada por el inglés Bill Nighy encarnando al serio, flemático y un tanto autoritario señor Williams, funcionario de Obras Públicas en el Ayuntamiento, el cual haciendo gala de la legendaria puntualidad inglesa, siempre llega a tiempo al trabajo y cumple su jornada laboral en tiempo y forma.

Sin embargo, y al igual que todos allí, se conduce en su oficina con nada de entusiasmo, aplicando siempre la ley del mínimo esfuerzo. Y ante la menor traba o dificultad en alguna solicitud que llegue a su departamento, simplemente la coloca en su papelera, acumulándola junto con otras solicitudes ciudadanas previas, y empezando a formar con ellas abultados montones de expedientes sin atender. De hecho, hay una especie de ley tácita al interior de las oficinas del ayuntamiento, la cual establece que los escritorios siempre deben estar atiborrados de folders repletos con dichas solicitudes, para crear una idea falsa de abundante trabajo y “eficiente” desempeño.

Hermanus e Ishiguro adaptan la primera versión respetuosamente, y deciden no inventar el hilo negro

Hermanus e Ishiguro adaptan la primera versión respetuosamente, y deciden no inventar el hilo negro

Cortesía

La monótona e infructuosa rutina de Williams es alterada cuando, en una cita médica a la cual acude, se le informa que padece un cáncer terminal. Abrumado, el protagonista no sabe qué hacer, ni cómo comunicárselo a su hijo Michael (Barney Fishwick) y a Fiona (Patsy Ferran) su nuera y esposa de este último. Así, opta por guardar silencio y mantener su condición en secreto, y sin avisarle a nadie, deja de asistir a la oficina, y se la pasa deambulando por la ciudad.

Mientras trata de encontrar respuestas o algo que le indique como proceder, conoce a un incipiente escritor apellidado Sutherland (Tom Burke), en compañía del cual visita un club nocturno y pasa allí una noche bohemia y de tragos, tratando así de vivir algunos placeres los cuales no se había permitido experimentar, a consecuencia de la vida apagada y árida a la que por años, se ha entregado devotamente y sin pensar.

'Vivir' logra ser un largometraje decoroso y funcional gracias a su elegante y correcta puesta en escena

'Vivir' logra ser un largometraje decoroso y funcional gracias a su elegante y correcta puesta en escena

Cortesía

Este encuentro, la estrecha y familiar relación que incidentalmente surge entre él y su ex subordinada Margaret Harris (Aimee Lou Wood) , aunados al declive de su salud, hacen al personaje decidirse finalmente (como ocurría en el relato original) a hacer algo significativo, y es cuando recuerda una solicitud la cual alguna vez pasó por sus manos, presentada por un grupo de damas de un barrio de clase trabajadora, quienes pedían convertir un espacio abandonado e insalubre en un área de juegos para niños. Y desde su puesto; comienza a impulsar esta iniciativa con el fin de llevarla a cabo, y así tratar de dejar un legado y sentar un precedente que resulte inspirador para el resto de sus colegas cercanos y para quienes lo conocen mejor.

Hermanus e Ishiguro adaptan la primera versión respetuosamente, y deciden no inventar el hilo negro, al prácticamente copiar al carbón la narración original, sin agregar nada novedoso ni sorpresivo, incluso en su desenlace. Pero en ese proceso de rehacer el original bajo una mirada más occidental, director y guionista atenúan o disminuyen algunos de los elementos clave de su predecesora, como cuando se le resta énfasis a la titánica lucha del protagonista por lograr su cometido (por mencionar un ejemplo), y el propósito inicial de la película es acotado al mero conflicto individual e interno de un personaje quien, temeroso de morir, intenta en la medida de lo posible rectificar su vida y dejar tras de sí algo de provecho.

‘Vivir’: Remake de un clásico que deriva en vehículo de lucimiento actoral Video

Si bien Vivir no logra equipararse -y desde luego no supera- a la original, al menos logra ser un largometraje decoroso y funcional gracias a su elegante y correcta puesta en escena; a la atractiva y clasicista cinematografía desarrollada por Jamie D. Ramsay que tiene momentos inspirados, -como esa secuencia donde varios gentlemen ingleses caminan con parsimonia y ritmo, como si ejecutase un suave y ensayado vals-; y a proveer al relato de ciertas pinceladas de humor muy inglés aquí y allá. Pero sobre todo, su mayor fortaleza es la presencia de Bill Nighy quien interpreta a su personaje con mucha convicción, contención y encanto, apoderándose del filme y transformándolo en su vehículo de lucimiento personal. Por ello no es de extrañar que por esta interpretación, Nighy haya obtenido la nominación al Oscar como mejor actor. Una nominación más que justificada.