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‘Wish’: Un viaje ambivalente en la celebración de los 100 años de Disney

CORTE Y QUEDA. En lugar de ser la culminación triunfal de un siglo de magia cinematográfica, se presenta como una oportunidad perdida para sorprender y cautivar a nuevas generaciones 

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Cortesía

Dentro del extenso universo cinematográfico de Disney, la materialización de deseos se presenta en gran medida como un tema central que ha ido de generación en generación a través de sus filmes, la empresa ha narrado relatos mágicos donde los anhelos se vuelven tangibles, y los protagonistas hallan la fortaleza para perseguir y concretar sus deseos más profundos.

La relevancia de satisfacer deseos trasciende la mera narrativa; se transforma en un medio poderoso para motivar, instruir y moldear la percepción del mundo de los niños. Estas cautivadoras historias han dejado una marca imborrable en la niñez, transmitiendo mensajes eternos que siguen vibrando en el corazón de los espectadores a lo largo de sus vidas.

Desde los primeros trazos de Mickey Mouse hasta las deslumbrantes producciones cinematográficas y parques temáticos que definen la experiencia Disney hoy en día, la magia ha sido el hilo conductor que ha conectado los corazones de aquellos que han sido tocados por el encanto de estas historias. Es un viaje a través del tiempo que nos lleva a la infancia, donde la inocencia y la maravilla se entrelazan en cada fotograma animado.

Wish, bajo la dirección de Chris Buck y Fawn Veerasunthorn, se propuso conmemorar sus 100 años de historia cinematográfica mágica a través de la travesía de Asha, una joven valiente, y su deseo materializado como una estrella inquieta que se roba en gran parte el protagonismo de la historia.

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La película explora la conexión entre la determinación de un ser humano y la magia celestial, liberando su potencial para realizar maravillas. No obstante, a pesar de los esfuerzos de la película por rendir homenaje a la rica tradición de Disney, presenta ciertas ambigüedades que impiden que alcance plenamente las expectativas.

El guion, a cargo de Jennifer Lee y Allison Moore, nos sumerge en un mundo donde la animación 2D y 3D se fusionan, una técnica que ha sido recurrente en producciones recientes. Aunque esta combinación visual aporta una estética única, hay quienes podrían argumentar que no se aprovecha plenamente para rendir homenaje a la diversidad y evolución de la animación de este estudio a lo largo de los años. La película parece aferrarse a ciertos clichés visuales que, si bien son agradables, no logran capturar la innovación que ha caracterizado en distintas épocas.

Asha, interpretada por Ariana DeBose en la versión en inglés y María León en la versión en español, se erige como una heroína moderna. Su valentía y determinación son ejemplares, pero la trama, en su intento de ser épica, se siente un tanto predecible. La introducción de Estrella, la esfera de energía, agrega un toque de originalidad, pero su potencial no se explora completamente, dejando a los espectadores con la sensación de que se desaprovecha una oportunidad para sorprender y cautivar.

El reparto, encabezado por Chris Pine y Alan Tudyk en inglés, y María Filippini, Lucero Mijares, brinda actuaciones sólidas, capturando la esencia de sus personajes. Sin embargo, la falta de química en las interacciones entre los personajes principales y secundarios deja espacio para mejoras. Aunque cada actor entrega su papel con entusiasmo, la profundidad emocional a veces se ve eclipsada por la trama apresurada.

La música, a cargo de Dave Metzger con canciones de Julia Michaels, ofrece un acompañamiento encantador a la historia. Sin embargo, las canciones, aunque bellas, carecen de la pegajosidad que ha caracterizado a algunas de las bandas sonoras más memorables de Disney. No alcanzan el estatus de clásicos instantáneos que se logró con éxitos anteriores como “Let it go” de Frozen. Esto puede deberse en parte a una falta de innovación en el enfoque musical, ya que las composiciones no se destacan como distintivas en el vasto repertorio que desde niños hemos escuchado.

El corazón de la película late al ritmo de una fórmula clásica de Disney: la lucha entre el bien y el mal, los héroes y los villanos. Aunque esta estructura ha sido la columna vertebral de muchas narrativas exitosas, la falta de riesgo en la trama y la presentación de un villano con motivaciones relativamente convencionales pueden resultar decepcionantes para aquellos que esperaban una reinvención más audaz de los elementos clásicos.

Una de las críticas más notables es su manejo de las referencias a las franquicias icónicas. Aunque se incluyen homenajes a personajes como Bambi, Mary Poppins y Peter Pan, estas referencias parecen forzadas en la narrativa, como si se agregaran simplemente para capitalizar la nostalgia del público en lugar de integrarse de manera orgánica en la trama, estas inclusiones se sienten como ocurrencias desechables, lo que resulta en una desconexión entre la película principal y sus intentos de rendir homenaje al vasto catálogo de Disney.

Si bien celebra los 100 años de Disney, no logra alcanzar plenamente las expectativas que rodean a una conmemoración de esta magnitud. Aunque ofrece momentos de encanto y belleza, se queda corta al no lograr la originalidad, la innovación y la memorabilidad que han definido a esta compañía a lo largo de los años, la trama sigue una fórmula predecible, las canciones no alcanzan la grandeza de anteriores éxitos y las referencias a las franquicias se sienten forzadas.

En lugar de ser la culminación triunfal de un siglo de magia cinematográfica, Wish se presenta como una oportunidad perdida para sorprender y cautivar a nuevas generaciones de espectadores mientras honra el legado de Disney.