Cronomicón

Cuento de la SOGEM

Vuelo pacífico interrumpido

Eran las 1:00 am en un vuelo transcontinental, un pasajero comenzaba a golpear la puerta del baño y a maldecir por los aires, alguien tenía que calmarlo, y ese alguien era Dolores, siempre era ella; la joven pero veterana azafata, se encargaba de lidiar con los clientes que nadie más quería lidiar: un tipo que empezó a gritar por tener que usar un cubrebocas, una tipa que les tiró la comida porque “querían envenenarla” y unos idiotas que les gritaban comentarios inapropiados a ella y a sus compañeras. Era como si su trabajo de estar siempre al pendiente de los demás, en una máquina cerrada de acero, a miles de metros sobre el nivel del mar, no fuera suficiente. Estaba cansada, pero aun así fue a esas horas a tratar de calmarlo y convencerlo de que volviera a su lugar.

Al llegar, parecía un animal encerrado, usando toda su fuerza, moviéndose de un lado al otro, poniendo todo su peso en la puerta.

–Por favor, podría calmarse –dijo Dolores, susurrando, mientras buscaba la llave para abrir la puerta.

–No sé cuánto más pueda aguantar. –dijo el pasajero. Entre toces y gemidos.

Cuento de SOGEM

Dolores escuchó un estruendo, pero luego silencio. Se percibía un olor extraño y un líquido obscuro salía de los pies de la puerta; lentamente, la azafata abrió la puerta, sin imaginar que hubiera un cadáver del otro lado. Era un hombre de mediana edad con lentes, estaba sentado en la tapa del inodoro, con sangre aún fresca saliendo de su boca y pastillas blancas tiradas en el suelo. Dolores casi quería vomitar, pero aguantó por unos momentos dando unos pasos atrás, otro pasajero notó cómo reaccionaba e intentó ayudar, hasta que vio el cadáver. Lo asustó tanto de golpe que estuvo a punto de pegar un grito, afortunadamente ella lo detuvo en el momento justo, evitando que los demás despertaran.

–Regrese a su asiento, por favor –le susurró al oído– nosotros nos encargaremos.

El pasajero volvió a su asiento con los pantalones mojados. Y Dolores corrió a la cabina de los pilotos.

–Un pasajero murió en el baño, ¿qué hacemos?–dijo Dolores toda extenuada.

–Tranquila, solo hay que seguir el protocolo oficial, ve al baño y jálale.

Tiempo después, del cielo cayó un cadáver en una aldea rural, horrorizando a todos sus habitantes y traumatizando a los niños.

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