Cronomicón

Cuento de SOGEM

Sueños...

¿Qué son y por qué aparecen dando señales que pensamos que van a cambiar nuestras vidas? Aparecen en momentos que tal vez son inciertos para nosotros, pero que nos están mostrando caminos que quizás tengamos que vivir, aunque muchas veces no los queramos, por lo dolorosos que pueden llegar a ser.

Aun así, muchas veces los esperamos como avisos celestiales, como aquel que recibió la Virgen María anunciando la llegada de un mesías en su vida. Tal vez recorriendo caminos que jamás entenderemos, pero que, a su vez, nos harán comprender el paso por esta vida llena de contrastes.

Cuento SOGEM

No sé si se trata de un don, o por qué se manifiestan en ciertas personas. Me queda claro que no a todos se les revelan sueños en los que se puede predecir el futuro o acontecimientos que ni siquiera tienen que ver con nosotros mismos. En sueños, a veces vemos lo que se manifiesta también en las vidas de las personas que amamos, y que anuncian un cambio, incluso con el terrible anuncio —no en un sobre violeta, sino dentro de un sueño— que predice la fecha y hasta la forma en que morirán.

Este fenómeno, por así llamarlo, llega de repente, como un balde de agua fría, trayendo angustia y desesperación a quien posee este “don”. Como dicen, es algo terrible ver cómo a los seres que amas les va a suceder un hecho tan trascendental como el fin de la vida misma.

¿Por qué y para qué se manifiestan estos sueños? ¿Por qué querríamos enterarnos de algo que, tarde o temprano, nos alcanzará? Algo que nadie podrá evitar. Así como todo tiene un ciclo, así como una tarde se apaga y llega la oscuridad, y el sol se oculta sin que logremos entender del todo este fenómeno, sabemos que llegará. Así es la vida: va de la mano de la muerte. Tan temida, pero a la vez, portadora de paz en momentos de desconsuelo, sufrimiento, tristeza, y profundo dolor.

¿Por qué nos aferramos a una vida que ni siquiera es nuestra? Pero la atesoramos como el valor único de nuestra existencia. Qué irónico: el amor que nos llena de sinsabores. Amamos lo inevitable, lo que no es para siempre, lo que anclamos a nosotros como si fuese una posesión. Un acto irracional que nos lleva a hacer cosas casi imposibles para no dejarlo ir, para mantenerlo vivo, y deleitarnos —casi extasiarnos— con ello, como si fuera lo único que nos mantiene vivos.

Sin pensar que morirá, tarde o temprano, que llegará a su fin y dejará en nosotros un sinfín de dolores con su ausencia. Dolores que jamás entenderemos. Como la vida misma, que no sabemos de dónde salió, el todo que a su vez es uno mismo, pero que se divide en la nada y se unifica en el todo. Llegando a ser lo que no es, y que, a nuestro entender, es, y a su vez no es.

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