
El otoño está por terminar y el clima ya no está para salir en mangas de camisa. Hace frío y amanece nublado, incluso ha llovido; añoramos el calorcito, el sol, el buen tiempo. Sin embargo, y a pesar del frío, hay una alberca en Iztapalapa, en la Utopía Atzintli, donde el agua está fría, muy fría.
Tiene unos días que se inauguró y en la primera clase de natación, los pequeños gritaron, pero no de alegría sino por la ducha que debieron tomar con agua helada antes de meterse a la alberca que también tiene agua fría, muy fría. ¿Se imaginan en esta temporada de invierno? Frío y más frío.
Los niños tiritan, y más cuando entran a los vestidores, se oye un grito de dolor, un grito de “¡Está frío!”, “¿Por qué tengo que bañarme con agua congelada?”, reclama una vocesita. “¡Ahhhh-ah-ah-aaaah”.
Sin embargo, el deseo de aprender a nadar es más grande que estos inconvenientes, y sí, en la alberca las clases son gratis, pero algunos papás dicen que no tienen inconveniente en cooperar para el gas de las regaderas. “Yo sé que el gas está subiendo, pero con tal de que mi hijo siga con sus clases yo pongo mi cooperación”, dice Natalia, madre de una pequeña de 8 años.
Otra mamá se une a la plática y señala:
—Yo también pongo mi parte, además yo también tomo clases los fines de semana… sería bueno poner techo; pobres maestros tienen, que andar de un lado a otro a pleno sol y ahora el frío, lo bueno que no ha llovido, sino ni clases habría.
“Pues a mí me dijeron que si hay calderas para la alberca, no sé porque no las prenden, ahorita se necesita agua tibia por lo menos”, señala Roberto, padre de un niño de 6 años.
“¿Quién la construyó no pensó en esos detalles? Hubieran puesto boileres solares y así ya no pagaban gas, ¿no piensan los arquitectos?”, agrega Yareli, mamá de una niña de 10 años y aparentemente la más ecologista del grupo.
Todos los años, por Navidad (que ya está cerca), vemos por la tele imágenes de gente que nada en aguas heladas. Y siempre, en cada caso, decimos: “pero qué locura”. Y aquí en Atzintli está la locura, niños y adultos quieren aprender a nadar, y van a sus clases pese al clima y a la temperatura del agua. La utopía tiene agua helada.
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