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¿Se atreverá Putin? Guía para entender los tambores de guerra en Ucrania

 En cuestión de semanas, si no de días, el presidente ruso podría dar la orden de invadir Ucrania, con el consecuente estallido de la guerra. Se trata del mayor desafío de Moscú a Washington desde la Guerra Fría y las consecuencias son impredecibles y muy peligrosas para la estabilidad mundial

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Imagen satelital muestra camiones y vehículos blindados rusos en Klimovo, a escasos kilómetros de la frontera con Ucrania (Maxar Technologies)

Imagen satelital muestra camiones y vehículos blindados rusos en Klimovo, a escasos kilómetros de la frontera con Ucrania (Maxar Technologies)

1.- ¿Estamos a las puertas de una invasión?

La respuesta sólo la tiene el presidente ruso, Vladimir Putin, que es quien ordenó desplegar más de 100 mil soldados frente a las dos provincias prorrusas del este de Ucrania —Lugansk y Donetsk, en la cuenca minera del Donbass— y otros tantos miles en la frontera norte, así como en Crimea, la península bañada por el mar Negro anexionada por Rusia.

Aunque algunos consideran que se trata de un órdago del inquilino del Kremlin para demostrar quién manda en esa parte del mundo, su némesis, el presidente de EU, Joe Biden, dio por hecho la semana pasada que la decisión de invadir ya está tomada. De hecho, este domingo la Casa Blanca ordenó la retirada de los familiares del personal de su embajada en Kiev y aconsejó a los ciudadanos estadounidenses que abandonen el país lo antes posible.

Tropas rusas esta semana

Tropas rusas esta semana

EFE

2.- ¿Qué exige Putin a cambio de no ordenar una invasión?

Básicamente, Rusia pide a Estados Unidos que no se apropie del patio trasero ruso, especialmente el que considera más valioso: Ucrania. El problema (que Putin no ve o no quiere ver) es que la mayoría de ucranianos, bielorrusos y recientemente kazajos están hartos o tienen miedo del autoritarismo ruso y prefieren cambiar de bando.

En concreto, el Kremlin exige a Washington garantías por escrito de que Ucrania y Georgia, dos exrepúblicas soviéticas con importantes minorías rusas, no van a formar parte de la OTAN, como solicitaron formalmente los gobiernos de Kiev y Tiflis hace unos años. También pide que no se desplieguen misiles en Polonia y Rumanía, como ya fue aprobado, ni en ningún territorio que ponga a Moscú a menos de tres horas.

3.- ¿Cuál es el origen de la exigencia de Putin?

En 1990 el entonces presidente de EU, George H. Bush, acordó con su homólogo soviético, Mijail Gorbachov, no extender su influencia en el este de Europa, a cambio de permitir la reunificación de las dos Alemania tras la caída del Muro de Berlín. El compromiso (nunca por escrito) significaba en la práctica que la OTAN nunca se extendería a los países del Pacto de Varsovia, que ya presentían la inminente caída de la URSS, ocurrida a finales de 1991.

Tampoco queda claro los términos en los que se firmó, en mayo de 1997, el acta fundacional de las relaciones entre Rusia y la OTAN, y si existían cláusulas de excepción en el compromiso de la Alianza Atlántica de no desplegarse más allá de la desaparecida Cortina de Hierro.

Lo cierto es que no pasaron ni tres años cuando la OTAN aceptó como miembros permanentes a Polonia, Hungría y República Checa, en 1999. De nada sirvieron las airadas protestas del entonces presidente ruso, Boris Yeltsin ni las silenciosas de su asesor de seguridad nacional, un tal Vladimir Putin, quien, sin embargo, pronto se haría popular, luego de aplastar sin piedad a la separatista República Rusa de Chechenia.

Ya con Putin de presidente, la OTAN incorporó otros cuatro países exsocialistas —Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia— y las tres exrepúblicas soviéticas bálticas —Estonia, Letonia y Lituania. En 2009 ingresaron Croacia y Albania.

Pero no fue hasta 2014 cuando Putin dio un puñetazo en la mesa, tras ver cómo el nuevo presidente ucranianio, su aliado Viktor Yanukóvich, era echado del poder durante la “revolución naranja”, surgida de la indignación de la población tras ver que la primera medida del presidente prorruso fue suspender un acuerdo de asociación de Ucrania con la Unión Europea para firmarlo con Moscú.

La venganza del maquiavélico Putin no se hizo esperar: anexionó Crimea y armó a los ucranianos prorrusos del Donbass para que proclamaran la independencia.

4.- ¿Si hay invasión habrá guerra?

El presidente de Ucrania, Volodómir Zelennski, asegura que sí habrá guerra, pero que no puede volver a ocurrir lo de 2014, cuando tanques rusos invadieron Crimea, sin que las fuerzas ucranianas ofrecieran la menor resistencia.

A diferencia de hace siete años, las tropas ucranianas están mejor armadas (por EU y por Reino Unido) y mejor entrenadas. Sin embargo, el poderío militar ruso es incomparablemente mayor al ucraniano.

5.- ¿Si estalla la guerra hay peligro de que el conflicto se vuelva internacional?

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ya anticipó que no tiene intención de acudir militarmente en socorro de sus aliados de Kiev (suficiente quemón para su popularidad se dio con el fiasco de la retirada de tropas en Afganistán). El demócrata no lo dice abiertamente, pero, si el Ejército más poderoso del mundo no pudo con los talibanes en huaraches, mucho menos podrá enfrentarse a los rusos, con una enorme superioridad numérica en la región.

Además, una eventual entrada de EU en la guerra arrastraría a los países europeos de la OTAN, donde la resistencia ciudadana sería enorme.

Otro daño colateral suficientemente peligroso como para que EU se niegue en rotundo a entrar en la guerra es el temor a que China aproveche la intervención estadounidense en Ucrania para invadir Taiwán.

6.- ¿En caso de guerra se quedaría Occidente de brazos cruzados?

Imposible. Sería devastador para el prestigio de Estados Unidos como primera potencia bélica y pondría en entredicho la propia existencia de la OTAN. Aunque se trata de una alianza creada para defender a sus estados miembros, Ucrania ya está en el pasillo de entrada y dos tercios de su población quiere formar parte de la OTAN y de la Unión Europea.

Washington y sus aliados europeos tienen un batallón de sanciones económicas y financieras con los que, aseguran, hundiría la economía rusa en poco tiempo. Exactamente cuáles serían dichas sanciones se desconoce, pero se especula con prohibir a los bancos rusos hacer transacciones internacionales en dólares o euros, cortar en seco los préstamos en divisas internacionales o restringir drásticamente la exportación de materiales o servicios imprescindibles para sectores clave de la economía rusa, como el energético, el minero o la industria pesada.

Por otro lado, The Washington Post informó este domingo en exclusiva que una de las sanciones acordadas por EU y los europeos es novedosa, pero muy dañina: la prohibición de vender microchips a Rusia, uno de los talones de Aquiles de la economía del gigante euroasiático.

Pero el arma económica más poderosa es al mismo tiempo un arma de doble filo: el gas.

7.- ¿A quién perjudicaría más un eventual veto al gas ruso?

EU, que no depende del gas de los rusos, presiona a sus aliados en Europa para que no se lo compren a ellos. Pero casi la mitad del gas que consumen los europeos procede de Rusia (algunos países del este dependen en su totalidad). Por tanto, la cuestión es ¿a qué temen más, a Rusia o al invierno?

El dilema es especialmente crítico para Putin y para el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz. El presidente ruso sabe que, si Europa deja de comprar gas, sería un golpe durísimo para la entrada de divisas al país, pero juega con la carta de que los europeos no se van a atrever a adoptar una medida que también perjudicaría a sus respectivas economías y que dispararía el precio del combustible, ya de por sí artificialmente alto desde hace un año para enojo de los ciudadanos. Por su parte, el nuevo gobernante alemán no puede tirar por la borda los más de 10 mil millones de euros que ha costado el gasoducto estratégico Nord Stream II.

Consciente de ello —y de que el socialdemócrata Scholz tiene un discurso más antirruso que su antecesora Angela Merkel— Biden está negociando a tres bandas, para que Qatar, el mayor productor mundial de gas, y los europeos aprueben un “puente marítimo” para distribuir masivamente el combustible, al menos hasta haber logrado espantar la amenaza rusa que se cierne sobre Ucrania.

Putin está enterado de todas estas amenazas porque Biden se ha encargado de airearlas con la esperanza de que rectifique, pero nadie sabe lo que pasa por su mente ni qué estará tramando a estas horas el antiguo agente del KGB.

La única certeza que disponemos es que Putin ha ganado en todas las guerras en las que ha estado (Chechenia, Osetia del Sur, Abjasia, Siria, Crimea) y no va a retirar sus tropas de la frontera con Ucrania, si antes no recibe algo a cambio.