Este aire turbio y amenazante podría explicar por qué Zumpango, base del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, es de los municipios más arruinados de la Zona Norte del Valle de México, y por qué las acciones de maquillaje proyectadas por la Sedatu, como parte de un programa millonario para resucitar la región, han quedado reducidas a costales de cascajo y desperdicio.

La paradoja no puede ser más cruda: la sede de una de las construcciones simbólicas de la 4T, recién inaugurada, presenta el mayor retraso en las obras de urbanización prometidas desde 2020 por el gobierno federal, y un creciente grado de intimidación del cual sólo queda escapar…

Apenas se ha sacado la libreta y la cámara, para captar imágenes del desastre actual en el centro histórico del pueblo, se acerca un hombre aceitado hasta la coronilla, nervioso, retorciendo el cuello en todas direcciones como temeroso a ser descubierto:

-¿Ustedes son periodistas?

-Sí, ¿por qué?

-Necesitan ayudarnos.

-¿Quién es usted?

-No puedo darle mi nombre, estoy trabajando con gente del cabildo, pero si digo quién soy me van a matar. El crimen organizado está destruyendo el municipio.

-¿Crimen organizado?

-Sí, la mafia que gobierna, ya es descarado el robo de recursos, la extorsión a comerciantes, transportistas y constructoras, para todo piden moche. Vean cómo estamos. Este piso que están componiendo lo han levantado cuatro veces, es pura simulación para llevarse el dinero.

-Pero estas son obras federales…

-Ellos han encontrado la forma, aliándose con los constructores. ¿Cómo se puede entender que en el lugar donde se está abriendo un nuevo aeropuerto no pudieron hacer en dos años un piso, un mercado y un corredor comercial?

El diálogo se corta y el informante huye cuando un sujeto corpulento y con dentadura prominente merodea la escena.

-Es halcón de los mafiosos, tenga cuidado -alcanza a decir mientras acelera el paso.

Aquel gorila, siempre con su rostro gansteril, nos seguirá el rastro durante el agitado recorrido por este Zumpango oscuro, durante décadas dominado por el PRI y gobernado por el morenista Miguel Ángel Gamboa Monroy desde 2019 -se reeligió hasta 2024-; nos acechará por esta tierra donde la devastación es pasado y presente, y donde la intervención de la Sedatu parece simple espejismo…

SAQUEO. Según la dependencia, en la zona periférica al AIFA se tienen registradas 117 mil viviendas abandonadas, lo cual ha derivado en una red de guaridas delincuenciales, robos y saqueos. “Durante años proliferó la construcción de grandes unidades habitacionales, con casas muy baratas que, por la distancia con los centros de trabajo, quedaron en el abandono”, refiere Daniel Fajardo, Coordinador General de Desarrollo Metropolitano y Movilidad de la Secretaría.

En el papel, el plan de restauración federal incluía apoyos por mil 100 millones de pesos para vivienda popular.

Este municipio tenebroso es espejo de esa realidad: se agolpan unidades irregulares, sin seguridad ni servicios básicos.

“Me vine de la Ciudad de México a Zumpango en 2012, después de ejercer mi crédito Infonavit con Casas Geo, que luego se declaró en quiebra y nos dejó todo a medias. Llevo 10 años sufriendo por el agua. El municipio nos quiere cobrar 8 mil pesos por un medidor, aunque no garantiza el suministro. Debo pararme a las 3 de la mañana para acarrear un poco de agua de la llave general, o pagar 150 pesos a la pipa”, cuenta Sandra Osornio, de 47 años, quien vive en la unidad Nuevos Paseos de San Juan. Sufre osteoporosis y recién logró conseguir empleo en los trabajos eternos de remodelación, agitando una banderita para alertar a los peatones. Gana 300 pesos por una jornada de 8 de la mañana a 6 de la tarde.

“Aquí es complicado conseguir un trabajo. Muchos se van hasta la ciudad, pero deben salir de madrugada para llegar, más ahora con los arreglos que están haciendo por todos lados. Me vine acá con la ilusión de tener un hogar propio, pero nos enfrentamos a puros fraudes. Y todavía debo más de 200 mil, que estoy pagando por fuera. Puras chambitas temporales, vender chicles o lavar baños”.

La misma historia de Nohemí Torres, de 51 años, cuyo esposo murió y debió refugiarse con sus tres hijos por estos rumbos, en el pequeño departamento de una de sus hermanas. “En el Distrito pagábamos renta, ¿qué opción tenía? Conseguí empleo en una empresa de embobinados de la ciudad, pero era salir y llegar a oscuras: 2 horas y media de ida y lo mismo de vuelta, me la pasaba rezando para que no me saliera un maleante”.

También consiguió emplearse en las obras del centro… Vive en La Trinidad, otro de los complejos habitacionales con más registros de asaltos y violencia.

“Se soltaron los saqueos y el desmantelamiento de puertas y ventanas, por lo mismo que las casas están abandonadas. El camino a la secundaria de mi hija es el más peligroso: aunque vayamos en grupo, sacan el cuchillo y se llevan nuestras cosas; a los niños les quitan sus celulares y tenis, los dejan descalzos”.

-Tal vez habrá oportunidad de conseguir un trabajo en el aeropuerto…

-No creo. He ido a tocar la puerta y dicen que después de los 50 años ya no servimos. O piden muchos papeles y copias: que acta de nacimiento nueva, CURP, RFC, el gasto es como de 500 pesos, ¿y de dónde?

Mientras la mirada del guarura persigue, se ordena de nuevo a los albañiles recortar el concreto ya terminado.

“Es que el proyecto señala que en algunas partes debemos poner piedra natural”, intenta explicar la arquitecta responsable: Ana Trejo.

-Parece ocioso que deban romper el piso otra vez -se le comenta.

-Serán grecas, para que se vea mejor.

-¿Por qué, después de dos años, no se han terminado los trabajos?

-Nosotros llegamos apenas en agosto del año pasado, antes hubo otras constructoras. Recibimos esto en muy malas condiciones.

-El aeropuerto ya está, ¿cuándo estarán listas las obras para los pueblos?

-No sabemos bien, trabajamos a marchas forzadas…

Agobia el rugido permanente del taladro. Y el acoso, cada vez más asfixiante… No hay tiempo para más.