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Caso Ticketmaster: “Reventa le representa un negociazo que no pasa ni por bancos ni el SAT”

El interés de 4.5 millones de personas, en especial jóvenes, por sólo 120 mil localidades, fue el ambiente propicio para la reventa. Este reportero se reunió con empleados de Ticketmaster: hablaron de complicidad, de un doloso rezago tecnológico y de la sustracción furtiva de papel

Desfalco masivo

Miles de boletos falsos, clonados o revendidos se reportaron en el concierto de Bad Bunny

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Especial

Entre 25 y 30 millones de boletos para conciertos, espectáculos deportivos, obras teatrales y otros eventos de entretenimiento son disputados cada año por revendedores, lo mismo ejecutivos o callejeros, tradicionales o sofisticados, de cuello blanco.

Porque la reventa en México tiene múltiples perfiles y rasgos…

Se trata del boletaje promedio emitido —sin considerar el freno de la pandemia— anualmente por la empresa Ticketmaster, hoy en la mira tras el desfalco masivo durante las presentaciones del rapero Bad Bunny en el estadio Azteca.

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El interés de 4.5 millones de personas, en especial jóvenes, por sólo 120 mil localidades fue el ambiente propicio para las transas.

“La persona jurídica Ticketmaster puede ser penalmente responsable de los delitos cometidos en su nombre, por su cuenta y beneficio. Se acredita la inobservancia del debido control de su organización, en perjuicio de miles de personas ilusionadas por ver a su artista favorito”, refirió el abogado Daniel Vergara, en quien se han refugiado decenas de afectados y cuyo objetivo es llevar el caso ante la Fiscalía General de la República.

A una semana, son diversas las versiones sobre el trasfondo de lo sucedido: boletos duplicados, falsos o clonados; sobreventa, fallas en el sistema usado para cargar las entradas, hackeos, sustracción y venta de códigos y hasta pillaje por parte de los integrantes de Grupo Lobo, encargados del escaneo y seguridad en los accesos del inmueble.

Pero el hilo conductor de todas esas razones sólo es uno: el millonario negocio de la reventa.

“Trabajé en Lobo y la indicación siempre fue que quitaras los boletos para agilizar la entrada, pero algunos verificadores se los daban después a los revendedores”, narró Esteban García, quien estuvo en el grupo alrededor de cinco años.

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“El lucro ha escalado: los códigos son duplicados, copiados, se usan páginas falsas para venderlos. A mí me tocaban 30, 40 casos por evento, y sólo en un acceso, imagínese cuántas puertas hay. Pero lo de hoy es otra cosa, ha crecido al ritmo de las redes sociales”, contó Evaristo Bonilla, quien también integró hace algunos años la cuadrilla de seguridad.

El titular de la Profeco, Ricardo Sheffield, quien lleva contabilizados alrededor de dos mil timados, lo resumió así: “Ticketmaster tiene funcionarios corruptos y delincuentes. Se recuperará lo invertido en los boletos, excepto en los casos relacionados con delincuencia organizada”.

Dolo

Este reportero se reunió en los últimos días con empleados y exempleados de Ticketmaster, quienes aceptaron ser grabados y revelar los manejos al interior de la empresa: hablaron de complicidad, de un doloso rezago tecnológico y de la sustracción furtiva de papel.

Ticketmaster lleva 42 años operando en el ámbito internacional y 31 en el mercado mexicano. Tiene el monopolio de hasta 4 mil funciones al mes a nivel nacional, en por lo menos 270 inmuebles afiliados.

“Corporación Interamericana de Entretenimiento es la dueña de las diferentes empresas: la boletera, Ticketmaster; la comercializadora de espectáculos, OCESA; la de seguridad y escaneo de boletos, Grupo Lobo, además de Eco en Vivo, más alternativa; Mejor Teatro, productora teatral en los lugares que pertenecen al conglomerado: Teatro Telcel, Metropolitan y Plaza Condesa, y otras compañías que montan los eventos foráneos. Y todas se dan servicio unas a otras”, relató Arturo, quien trabaja en la compañía desde 2014.

Siempre se había pensado que Ticketmaster era trasnacional…

Después de que nació en Estados Unidos la empresa buscó expandirse a otros países y decidió vender su operación a un grupo de empresarios en México, es una especie de franquicia que paga la renta del nombre e infraestructura, software y sistema de boletaje llamado TM Win.

Sobre los nexos con la reventa, describió:

“Lo que antes era un negocio personal o familiar, recuerdo un revendedor muy famoso que le decían El Oso, hoy ya es delincuencia organizada que contrata gente, crea páginas web para reventa, tiene operadores que entregan, crean cuentas de depósito y ofrecen tickets en redes sociales y, lo peor, que están coludidos con la gente de Ticketmaster y OCESA, y con la policía. Si detienen, es a los que llevan unos cuantos boletos, no a los peces gordos”.

La CEO de Ticketmaster es hoy Lorenza Baz Braun, quien -afirmaron los colaboradores- “estaba fuera de México cuando detonó lo de Bad Bunny”.

Iván Rodríguez, quien colaboró durante varios años en el área digital de la boletera, conoció de otros escándalos internos:

“Ha habido directores involucrados en fraudes para la Fórmula 1: apoderándose del área comercial y de ventas especiales o de grupo propusieron boletos conmemorativos, lo que no se puede hacer, porque el boleto se le compra a Ticketmaster Estados Unidos y, si hay algún sobrante, debe sacarse de circulación. Alguna vez hicieron uno de color negro, pero no servía, al meterlo en las máquinas distorsionaba la impresión; supuestamente se resguardó, pero luego apareció en la reventa. La empresa, como ahora, se lavó las manos, pero como empleados sabíamos que lo hicieron los mismos directivos”.

“Si el boletaje comprado no se utiliza o no se acaba debe resguardarse en bodegas o destruirse, es una política internacional, pero de repente aparece en manos de terceros y se vuelve negocio para la reventa y falsificación de boletos”.

Cientos de fans no pudieron entrar al concierto de Bad Bunny

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Cuartoscuro

¿De dónde sacan los revendedores tanto boleto idéntico?

Según Oscar Carrillo, otro ex coordinador, “otro de los negocios sucios es el boletaje del llamado Socio Águila, del Club América. Los códigos nunca han sido representativos de la base de fans del equipo, se saca a la venta muy poco y lo demás se le entrega a la reventa.

Sólo es un Excel con códigos, el sistema lo lee y te da acceso a la venta, los trabajadores

podemos incluso manipular y poner códigos ficticios. Tienen candados de seguridad muy endebles, no los genera un algoritmo ni una máquina, tampoco tienen duración limitada para comprar, nada”.

Una de las claves para entender el ardid, señaló Carrillo, es la fragilidad tecnológica.

“Ticketmaster internacional y las sedes en otros países cuentan con un sistema tecnológico más avanzado, pero el de México tiene gran rezago, y lo podemos ver en los mapas interactivos para elegir lugares, que son muy básicos. En Estados Unidos, por ejemplo, hay un token digital de boletaje que cambia códigos después de algunos minutos y, cada que entras al sistema, ya es otro”.

¿Por qué si Ticketmaster es extremadamente rentable en México, carece de tecnología?

Porque hay un negocio interno y no les conviene que se muera la reventa. Los inmuebles se agotan: si cada boleto, de Bad Bunny, por ejemplo, costó en promedio 3 mil 500 pesos y pusieron el máximo porcentaje de cargos por servicio, está garantizada la ganancia, pero

además el evento genera ingresos extra para los directivos, que van directo a sus bolsillos y no pasan por el sistema bancario ni por el SAT, es un negociazo. ¿De cuánto serán las ganancias por fuera para que valga la pena el desprestigio?

Tras el desfalco en el Azteca, Ticketmaster anunció para un futuro próximo “nuevas medidas de última generación tecnológica que cerrarán considerablemente los espacios a la venta de boletos falsos o duplicados”.

Y atajó: “La empresa no tolera ni participa en la reventa de boletos, a la que históricamente ha denunciado ante las autoridades”.

Bad Bunny también tuvo un puñado de invitados especiales.

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María Tolentino

¿Qué pasó entonces en el concierto de Bunny?...

“Ha sucedido siempre, pero ahora fue en mayor volumen: hubo una red dedicada a la compra de boletos digitales, lo que se llama ticket fast, que debían ser descargados e impresos. Hubo quien los imprimió decenas de veces y por eso salieron muchos duplicados. Y eso es posible porque Ticketmaster, a estas alturas, sólo escanea códigos de barras, como en el supermercado. No implementan tecnología, porque hay mucho dinero de por medio”, apuntó Rodríguez.

“Y que tampoco se descarte el robo de alguna base de códigos dentro de la propia empresa. Los códigos vienen por sección y es posible sacar lotes. Supuestamente hay un grupo de contención para cuidar estos eventos masivos, pero fue desmantelado durante la pandemia”.

Hubo también, aseguró Oscar Carrillo, “mucho boleto falso o clonado, por deficiencias internas: en teoría los falsificadores no tendrían por qué saber qué papel se entregó; anteriormente se mandaba a pedir un lote con cambio de color, porque cada tiraje viene con un diseño y color distintos, pero no lo han hecho desde el COVID, porque tenían mucho

almacenado, viejo y abrieron así la puerta a los mafiosos. Tuvieron alertas como el concierto de Coldplay, con incontables boletos falsos o clonados, pero no hicieron nada”.