Nacional

"Ya me quiero ir", luces y sombras de la protesta de periodistas

 Frante a la Secretaría de Gobernación el llamado a la unión de los comunicadores encuentra un terreno poco fértil de inicio; aún así, las manifestaciones en una decenas de ciudades se efectuaron conforme a lo planeado

Manifestaciones por asesinato de reporteros

Al pie de la entrada a Segob

Al pie de la entrada a Segob

Alberto García

“Sigo en esta mamada, no sé a qué hora me van a soltar; ya me quiero ir”, es la voz que habla al celular, a mitad de la manifestación por el asesinato de periodistas, y que logra escaparse hasta quienes cubren la movilización. Es un comentario antípoda de lo que acaba de exponerse al micrófono, en la proclama dirigida a López Obrador por 300 periodistas: el gremio de comunicadores requiere unión ante el embate de la violencia, pero también ante la precariedad laboral que se extiende hasta lo insospechado en las redacciones del país.

Las organizaciones que tomaron la batuta de la convocatoria en una decena de ciudades tienen esta demanda desde hace tiempo: la profesionalización del trabajo periodístico. Por ello no es raro que, entre los reclamos por la muerte de Lourdes Maldonado, Margarito Martínez y muchos más, deslizaran esa demanda gremio-laboral.

La proclama leída, firmada por 300 comunicadores, fuerza un símil: No sólo la violencia mata, sino que también matan lentamente los bajos salarios para jornadas interminables. Esta semilla del reclamo laboral, arrojada en la protesta por los muertos, no parece tener futuro, no sólo es la voz que reclama que sigue en una mamada sin saber a qué hora saldrá de la chamba, sino que la movilización termina siendo -en su inmensa mayoría- de reporteros cubriendo (mirando sin nutrir) la protesta.

Es algo que los reporteros conocen bien: en ocasiones ellos son más que los manifestantes. También conocen el problema de que lo sustantivo de la manifestación se efectúe sin que la difusiíon termine ganando demasiado terreno: "compañeros, háganse para atrás para que podamos empezar", piden los reporteros-manifestantes a los reporteros-reporteros que les respiran encima y no dejan comenzar la lectura.

La proclama leísa menciona igualmente a empresarios de la comunicación que se hacen millonarios, pero esos casos, contados con los dedos de las manos, no son la realidad para la gran mayoría de medios que se encuentran en quiebra técnica a raíz de que el gobierno federal cambio las reglas del juego de la publicidad.

Y ese, el gobierno federal y su bolsa de recursos de publicidad manejada con impune discrecionalidad, su audacia al equiparar cualquier bloguero con información sólida y su ya inocultable apego por propaganda como solución a cualquier problema, está ausente en el reclamo de los organizadores del evento.

Casi cualquier periodista sabe que el efecto AMLO ha dividido a los comunicadores y no es fácil llegar a un consenso sobre la actitud a tomar frente a su gobierno. Para muchos, la 4T no es un mero fenómeno populista, sino que en verdad creen en ella; reportean y develan casos de corrupción o malos manejos... pero con el ánimo de "corregir" el rumbo de una travesía en la cque creen con cierta candidez.

En cualquier caso, frente a la Secretaría de Gobernación, en la Ciudad de México, periodistas de diferentes medios protestaron por el asesinato de periodistas; estas muertes son ya algo constante y problema crónico en el norte y sur del país.

La voz que reclama viene principalmente del norte, donde los comunicadores pueden aún reclamar; en el sur, la ausencia de legalidad es mucho más punzante para efectos de un trabajo de comunicación serio.

La muerte de Lourdes Maldonado fue el detonante final para esta manifestación. La comunicadora era foco de atención por haber solicitado la intervención del Presidente en un diferendo laboral con Jaime Bonilla, el hombre al que AMLO le dio el bastón de mando para construir Morena en Baja California. El asunto laboral se resolvió, pero la periodista sólo vivió unas horas después de ese triunfo en juzgado, pues la ejecutaron a balazos a bordo de su vehículo.

El propio Bonilla, en diversas entrevistas al respecto, consideró un despropósito que se le vincule con el asesinato de Lourdes cuando su conflicto no era personal, sino laboral (Bonilla es un empresario de medios) y que además se había resuelto en las instancias legales destinadas a esos temas.

Con la visibilidad del caso, la muerte de Maldonado tiene alguna esperanza de caer en el 1 por ciento de homicidios que se resuelven en el país. Ha pasado en otros casos de periodistas muertos, pero el fin de la violencia latente contra comunicadores, al igual que para el resto de los ciudadanos, tiene un futuro aun menos halagüeño.

La protesta escenificada en la Ciudad de México frente a Gobernación tuvo similares en Acapulco, Acayucán, Campeche, Cancún, Chetumal, Chilpancingo, Tijuana, Juárez, Mexicali, Piedras Negras, Xalapa y una decena de puntos más.

Se cuadraron horarios para que las diferentes movilizaciones realizaran enlaces telefónicos lo mismo para homenajear a los últimos caídos en el gremio, como para hacer los relatos de horror por la inseguridad. Y sí, había mucho que contar.