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Domingo de Ramos: tradición y penitencia en Iztapalapa

Procesión de Semana Santa en Guatemala
Procesión de Semana Santa en Guatemala Procesión de Semana Santa en Guatemala (La Crónica de Hoy)

El calor es insoportable, la temperatura ascendía a 30 grados, pero eso no impidió que miles de personas salieran a las calles de Iztapalapa para iniciar oficialmente con la 174 representación de la Pasión de Cristo.

Las calles están cerradas, llegar a la Macro Plaza Cuitláhuac es una aventura; aquellos que pretenden hacerlo en carro tienen que caminar una distancia significante para acercase al lugar.

La mayoría de la gente concuerda en que la forma más fácil de arribar es en Metro.

La próxima semana Iztapalapa será el foco de atención de millones de capitalinos así como de personas de otros estados y países que acuden para ver una de las escenificaciones más grande de lo que vivió Jesús los Días Santos. 

La tradición se mezcla con la cotidianeidad, si bien es cierto que es una celebración católica, a muchos parece no importarles que sea época de guardar y salen con una bebida alcohólica en la mano y una palma en la otra para comenzar a festejar.

Jaime esta tendido en el piso, las llagas en sus pies lo “están matando”. Desde las 08:30 horas, salió de casa descalzo, para el medio día no pudo más y se tiró a llorar.

“Nadie me dijo que esto parecía más una penitencia”.

Nadie le prestó atención, parece que a nadie le importa que las extremidades del hombre sangraran sin cesar.

“Eso pasa siempre, ahorita ya vienen los de emergencias a atenderlo, no hay porque alarmarse. Este domingo es la prueba para el jueves, muchos se creen bien cabrones porque salen a caminar sin zapatos, los quiero ver cuando traigan su cruz”, dice Eleuterio, un iztapalapense que lleva 14 años siendo nazareno.

No sólo los hombres padecen la celebración.  Las vírgenes, mujeres y niñas pertenecientes a los ocho barrios, llegan al atrio de San Lucas, la iglesia que se encuentra justo a espaldas de la explanada delegacional, para que el sacerdote dé la bendición  a sus palmas.

María se ve feliz, es la primera vez que sus padres le dan permiso de participar en la representación. La joven de 14 años utiliza un vestido color palo de rosa y un velo a juego.

“No me importa que mis pies duelan, vale la pena”, comenta mientras espera para entrar a la iglesia ya que llegó tarde y ya no pudo ingresar con sus compañeras.

La gente se aglomera para entrar al templo, no caben, pero insisten en ingresar. Tal parece que al interior está la divinidad misma esperándoles y que de no acceder serán castigados.

Al menos eso es lo que susurra Doña Esther; su desesperación es evidente. Trae un pequeño ramo, le costó 25 pesos, “es de las caras viejo, no ves que trae cebolla”, le argumenta a su marido mientras a paso lento caminan por el costado de la iglesia.

Hay quienes utilizan su pequeño ramo, ese que no cuesta más de 10 pesos, para hacerse aire; otros, lo usan para cubrirse del sol, ese que parece estar vigilándolos desde el cielo.

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