Cultura

“Hay una humildad que se genera cuando sabemos que sangramos”

ENTREVISTA. La escritora ecuatoriana Mónica Ojeda habla de su libro de cuentos "Las voladoras", conformado por ocho relatos sobre la violencia hacia la mujer, feminicidios, abusos sexuales y vulnerabilidad del cuerpo.

“Hay una humildad que se genera cuando sabemos que sangramos”

“Hay una humildad que se genera cuando sabemos que sangramos”

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

“Me interesa cuando la literatura deja de ser elegante y se pone sucia porque la elegancia es un poco aburrida. Literaria y artísticamente me interesa cuando los artistas se ensucian y salen de esa zona de confort, de lo bello apolíneo, de lo bello armónico, y tratan de buscar la belleza en las cosas que son más oscuras”, expresa en entrevista la escritora Mónica Ojeda (Ecuador, 1988) a propósito de su libro Las voladoras.

La publicación editada por Páginas de Espuma reúne ocho cuentos trágicos sobre la violencia hacia la mujer, feminicidios, abusos sexuales y vulnerabilidad del cuerpo.

-¿Por qué resaltas elementos que se asocian a lo sucio, por ejemplo, la sangre?

-Hay una humildad importante que se genera en nosotros cuando nos damos cuenta de que todos, incluyendo a los animales, sangramos. Todos soltamos fluidos, todos sentimos dolor, pasamos frío y hambre, en el fondo, la raíz de la corporeidad no es tan diferente al cuerpo de los animales, es similar.

En el cuento Sangre coagulada, Ojeda narra la vida de una niña y su abuela dedicada al aborto.

“Es una niña que está en un contexto hostil donde tiene que mirar sangre por todas partes y por distintas razones, entre éstas, porque tiene una condición especial que la hace querer cortarse porque sufrió una especie de maltrato con la madre. Con la abuela la sangre está en todos lados porque es abortera, porque corta la cabeza a los animales y luego la protagonista menstrua y alguien abusa de ella”, señala.

En Ecuador, añade la autora, el aborto no está legalizado. “Sólo se puede abortar en dos situaciones: que la madre esté con riesgo de morir y si te violan y tienes una discapacidad intelectual. Aunque hace menos de 10 años, en la legislación ecuatoriana esta segunda situación era llamada: mujer violada que sea estúpida”.

La figura de la abortera todavía existe en Ecuador y es fundamental en comunidades donde mujeres, e incluso niñas, resultan embarazadas por violación, platica Ojeda. “Para mí, era un cuento que trataba de algo tan cercano, tan real porque cuando viví en Ecuador a casi todas mis amigas las acompañé a abortar de forma clandestina”.

La figura de la abortera también está estigmatizada, añade. “No sólo es estigma hacia quien aborta también a quien practica abortos, se suelen referir a ellas como malas mujeres que asesinan niños cuando las mujeres lo único que tienen que hacer es traer niños al mundo, entonces ¿cómo vas a matarlo?, eres la antimujer”.

INDIFERENCIA.

Otro cuento de la autora de Nefando e Historia de la leche es Cabeza voladora, donde un doctor ha asesinado a su hija adolescente, hecho que altera la vida de su vecina.

“El evento más espectacular del cuento es el feminicidio de una chica de 17 años porque el padre le cortó la cabeza, pero en realidad el cuento no va sobre eso sino sobre lo que ocurre después. Ese feminicidio horada cuando supuestamente la violencia grande ya ha pasado (el corte de la cabeza) porque lo que ocurre después es tanto, e incluso más horroroso, que el propio feminicidio”, expresa Ojeda.

Las preguntas que plantea la autora son ¿cómo la sociedad puede continuar su vida después de un feminicidio? y ¿por qué existe el morbo hacia la forma de muerte de la víctima?

“Esas personas que creen que son buenas, esas personas del barrio que siguen con sus vidas como si nada hubiera pasado, y todo sigue igual, los niños siguen andando en bicicletas y no hay nadie que esté conturbado, que no pueda seguir”, cuestiona.

Ojeda también critica lo que ocurre en redes sociales cuando se expone la vida de la mujer asesinada. “Esas exposiciones son capas de horror que siguen pasando y que tienen que ver con la indiferencia al dolor de los demás; para mí eso es un horror: el que a nadie le importe”.

Los relatos Caninos y Slasher hablan del abuso a menores y sobre cómo se aprende la violencia ejercida sobre determinados cuerpos.

“En Caninos está el padre que tenía juegos sexuales con su esposa, momento en que era un perro que la mordía y que también mordía a sus hijas. Los personajes reciben violencias, aprenden de ello, terminan replicándolas y eso las hace sobrevivir. Mis cuentos son trágicos porque nadie sale bien y porque está la idea que violencia genera más violencia”, asegura.

También las historias de Ojeda se desarrollan en hogares. “Si hablamos de las experiencias que vivimos las mujeres es evidente, por las cifras y estadísticas de femicidios, que la casa es el lugar donde las cosas más horribles nos ocurren. En Las voladoras la mayoría de los personajes son mujeres, pero no lo hice adrede, todo lo que les pasa está marcado porque tienen una determinada corporeidad y porque son mujeres”, indica.