
II
EL NIÑO MÁS SINCERO DE ROMA
Marco nació el 26 de abril del año 121 d. C. y fue «criado bajo el ojo de Adriano».1 Más tarde tomaría el nombre de Aurelio; durante su niñez fue conocido como Marco Annio Vero, en honor a su padre y sus abuelos. La familia vivió en un pequeño pueblo de Ucubi en la provincia romana de Hispania Bética (actualmente España) antes de mudarse a Roma. Cuando tenía 3 años de edad su padre murió en circunstancias desconocidas. Él apenas lo conoció, pero después escribiría sobre su hombría y humildad, basado en lo que sabía por su reputación y por lo poco que recordaba.
Marco fue criado por su madre y su abuelo paterno, un senador distinguido que había servido tres veces como cónsul. Era un amigo cercano del emperador Adriano y cuñado de la esposa de este, la emperatriz Sabina, tía abuela de Marco. Como miembro de una familia patricia acaudalada vinculada al emperador, fue natural que formara parte del círculo social de su abuelo, y aunque se dice que era amado por todos, algo respecto a él atrapó la atención de Adriano. El emperador lo colmaba de honores desde una edad temprana. Lo reclutó en la orden ecuestre cuando tenía 6 años, convirtiéndolo en lo que a veces es descrito como un caballero romano. Cuando Marco tenía 8, Adriano lo inscribió en el Colegio de los Salios, o sacerdotes saltadores, cuyo deber principal consistía en realizar danzas rituales elaboradas en honor a Marte, el dios de la guerra, mientras vestían armaduras antiguas y portaban espadas y escudos ceremoniales.
Adriano apodó al chico Verissimo, que significa «muy cierto» o «el más sincero»; un juego de palabras con el nombre familiar Vero, que significa «verdadero». Fue como si Marco, quien apenas era un niño, fuera para él el individuo más honesto de la corte. Ciertamente, su familia, aunque acaudalada e influyente, se destacaba por valorar la honestidad y la simplicidad. Su tendencia a hablar de forma sencilla y directa le dio una afinidad natural con la filosofía estoica, la cual descubriría más tarde. Sin embargo, lo puso en conflicto con la cultura intelectual que prevalecía en la corte de Adriano durante el punto más álgido de la Segunda sofística, un movimiento cultural que celebraba la retórica formal y la oratoria. Para la época de Adriano, el arte y la literatura griegas estaban muy de moda. Los intelectuales griegos, en particular los oradores, eran muy apreciados y se convirtieron en tutores de la élite romana, lo que permitió que la cultura griega floreciera en el corazón del Imperio romano.
Los maestros de retórica —es decir, el estudio formal del lenguaje usado al dar discursos, y que era parte del plan curricular de cualquier joven aristócrata en aquellos días— eran conocidos como sofistas, reviviendo así una tradición griega que databa de los tiempos de Sócrates. A menudo incluían lecciones morales, fragmentos de filosofía y otros aspectos de cultura intelectual en sus lecciones. De ahí proviene nuestra palabra sofisticación, que es, a grandes rasgos, lo que buscaban impartir. Como Sócrates había observado hacía mucho tiempo, aunque a menudo parecía que los sofistas estaban haciendo filosofía, su meta subyacente era ganar elogios por su elocuencia verbal en vez de obtener la virtud por su propio valor. En términos simples: aunque hablaban mucho sobre la sabiduría y la virtud, no necesariamente vivían en concordancia con tales valores, sino que con frecuencia estaban más interesados en competir para ganar el aplauso del público por sus conocimientos y su elocuencia. La apariencia de sabiduría, por tanto, se volvió más importante para muchos romanos que la sabiduría misma. Incluso el emperador cayó en esta práctica. La Historia Augusta, una de nuestras fuentes más importantes, dice que, aunque Adriano tenía un talento suficiente para escribir en prosa y verso, con frecuencia buscaba ridiculizar y humillar a los maestros de estas y otras artes en un intento por demostrar que él era más culto e inteligente que ellos. Entraba en discusiones pretenciosas con algunos maestros y filósofos, en las que ambos lados distribuían panfletos y poemas contra el otro; el equivalente en la antigua Roma de las peleas y los troles de internet.
Por ejemplo, a lo largo de todo el Imperio, el sofista Favorino de Arlés tenía el renombre de ser uno de los mejores intelectuales. Estaba bien versado en la filosofía escéptica de la Academia y adquirió una gran fama por su elocuencia retórica. No obstante, se replegó descaradamente en respuesta a las dudosas aseveraciones del emperador Adriano sobre el uso correcto de cierta palabra. «Me empujan al camino equivocado», dijo Favorino a sus amigos, «si no me permiten considerar que el hombre más erudito es aquel que posee treinta legiones».2 A Adriano no le gustaba estar equivocado; peor aún, llevaba a cabo terribles venganzas contra los intelectuales que no estaban de acuerdo con él. De hecho, cuando Favorino incurrió finalmente en la desaprobación de Adriano, fue exiliado a la isla griega de Quíos. No obstante, por alguna razón, Adriano llegó a admirar por encima de todo la integridad y honestidad de un joven noble y serio, su Verissimo, quien amaba la sabiduría real más que la apariencia cultivada de sabiduría.
Adriano era un hombre talentoso, apasionado y voluble, el tipo de persona que sería descrito como muy astuto, pero no necesariamente sabio. Quizá sea sorprendente que, se dice, fuera amigo de Epicteto, el maestro más importante del estoicismo en el Imperio romano. Posiblemente sea difícil imaginar al famoso estoico tolerando la inclemente necesidad de Adriano por ser el mejor. Sin embargo, era claro que el emperador estaba en muy buenos términos con el estudiante más famoso de Epicteto, Arriano, quien escribió y editó Discursos y Manual. Como veremos, Arriano se volvió prominente durante el reinado de Adriano. Pero este último no era un filósofo; veía la filosofía de la misma forma superficial que los sofistas: como una fuente de material para presumir el conocimiento que poseía.
1 Marco Aurelio, Historia Augusta, 4.1.
2 Marco Aurelio, Historia Augusta, 15.13.
Copyright © 2020 La Crónica de Hoy .