Opinión
Los argentinos ante el precipicio
Fran Ruiz

Los argentinos ante el precipicio

Al final, el voto de castigo, que pidió en campaña el ultraderechista Javier Milei para impedir otros cuatro años de kirchnerismo —”por corrupto y mafioso”— ganó al voto del miedo, que pidió en campaña el peronista Sergio Massa, para impedir que Argentina cayera rendida al populista (un desconocido hace apenas dos años) que vocifera insultos y reniega de cualquier derecho progresista conseguido en los últimos años.

A priori, la victoria de Milei entraría dentro de la lógica, si tenemos en cuenta que su rival era el ministro de Economía del gobierno de Alberto Fernández, que llevó a Argentina a tener la segunda inflación más alta del mundo —142%, sólo superada por Venezuela— y a que el 40% de la población viva por debajo de la línea de pobreza, pese a ser una potencia agroganadera y poseer recursos naturales en un inmenso territorio para una población baja (46 millones), que se pregunta frustrada por qué Argentina no es un país rico, como lo fue, de hecho, hace un siglo.

Este factor —la nostalgia por una Argentina que llegó a codearse con las potencias mundiales— fue el que explotó Milei al más puro estilo Trump para hipnotizar a una población harta de vivir en un país en decadencia, que se levanta cada día preguntándose cuánto habrá subido los precios del transporte, los alimentos o el dólar.

Pero, una cosa es copiar descaradamente el discurso demagogo del republicano y repetir que “Argentina volverá a ser grande” y otra cosa es que su programa radical sea el Bálsamo de Fierabrás del que presumía don Quijote (Cervantes lo llamó así adrede: Fierabrás viene del francés brazo de hierro, como se calificaba a los fanfarrones).

Este lunes, un día después del triunfo del candidato de extrema derecha, la agencia de riesgo Moody´s (nada sospechosa de comulgar con la izquierda kirchnerista) alertó de un riesgo real de colapso de la ya frágil economía argentina, si Milei lleva a cabo su “desafío extremo” para intentar sacar al país de la crisis.

Cito textualmente: “El presidente electo de Argentina enfrenta desafíos extremos con resultados altamente inciertos" afirmó el vicepresidente de Créditos de Moody’s, Jaime Reusche. “Una reducción sustancial en el gasto fiscal (como pretende aplicar para estabilizar el déficit y la inflación) causaría un ajuste económico abrupto, colapsando la demanda interna y amenazando la estabilidad financiera”.

Por otro lado, resulta tremendamente doloroso la banalización de Milei y su equipo de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar y su desprecio a las víctimas. En el artículo de Claudia Piñeiro “No es la economía, estúpido”, publicado en vísperas de las elecciones, la escritora argumenta que “la reivindicación de la dictadura militar argentina que se esgrime desde el partido de Javier Milei es sin duda más grave que los índices de inflación o de pobreza, por altos que sean”.

Concuerdo con ella, pero no convenció a más de la mitad de los argentinos (muchos nacidos después de los horrores de la dictadura) que votaron por Milei y que, a modo de réplica a Piñeiro, dijeron con sus votos lo que dijo Bill Clinton a George H. Bush durante la campaña de 1992 y que lo llevó a la victoria: “Sí es la economía, estúpido”.

Uno de los diagnósticos más acertados sobre la victoria del primer presidente de extrema derecha elegido en Argentina en las urnas, la escribió este lunes otro intelectual argentino, Martín Caparrós, para quien Argentina “ha terminado de demostrar que es, ahora, un país desesperado, porque hay que estar desesperado para votar a un señor que dio tantas muestras de su desequilibrio y su ignorancia”.

Ciertamente, hay que estar muy desesperado (y estoy pensando particularmente en los jóvenes), para votar por alguien cuyo mantra es “¡viva la libertad, carajo”, pero es en realidad lo contrario: un ultraconservador, que pretende ilegalizar el aborto, armar a la población, y acabar con los ministerios de Educación y Sanidad.

Jóvenes celebran en Buenos Aires el triunfo del

Jóvenes celebran en Buenos Aires el triunfo del "peluca" Milei

EFE

Lo que está claro, en cualquier caso, es que esa desesperación es la que llevó a millones de argentinos a seguir a este infame “flautista de Hamelín” hacia el borde del abismo de lo desconocido y celebrar allí, en el precipicio, su victoria como si no tuviera miedo al vértigo.

Pero también está claro que el juego de la democracia consiste en aceptar civilizadamente la derrota (como hizo el peronista Sergio Massa) y que, por cierto, no iba a hacer Milei si hubiera perdido, siguiendo el guión golpista de Trump y Jair Bolsonaro.

Esta es la tragedia y a la vez la grandeza de la democracia: por un lado, otorga a los ciudadanos el poder de elegir a un candidato demagogo, que promete hacer grande de nuevo a la patria y limpiarla de corruptos, con fórmulas fáciles de vender en campaña y difíciles de cumplir cuando gobierna; pero también otorga al pueblo el poder de castigar al candidato de un gobierno que ha sido autoritario o corrupto y elegir un candidato comprometido con el Estado de Derecho y la protección de las voces disidentes y minorías, como hicieron los guatemaltecos, que desafiaron la intimidación de los poderosos de siempre y eligieron al candidato socialdemócrata y anticorrupción, Bernardo Arévalo de León.

Por todo esto, no me queda de otra que decir: “¡Vivan los guatemaltecos valientes y sensatos!”