Opinión

La calma chicha

La vida pública en México se desacelera en la semana 54 del año. Las aguas superficiales se calman, pero en las profundidades hay fuertes corrientes movilizadas por los ánimos sucesorios. La oposición en el Senado logra ponerse de acuerdo para presentar una controversia constitucional contra el “acuerdazo” del presidente que exime de permisos definitivos por 12 meses a las obras públicas de gran magnitud, el presidente de la Cámara de Diputados se congratula del acuerdo admisorio de la SCJN dictado en la controversia promovida por ese órgano legislativo en contra del aplazamiento del INE de la consulta de revocación de mandato y que otorga la suspensión provisional que obliga al órgano autónomo a continuar con el proceso aunque no haya recursos suficientes y arrestan al secretario de la Junta de Gobierno del Senado colaborador de Ricardo Monreal y Dante Delgado en Veracruz por el delito de homicidio y la Presidenta del Senado, Olga Sánchez Cordero, solo hace votos para que se respete la presunción de inocencia mientras sus compañeros acusan de autoritarismo al gobernador de la entidad.

Cuartoscuro

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Es un fin de año demasiado movido, aunque haya una aparente tranquilidad, lo que se conoce como la calma chicha, que es aquel estado de paz con visos de no ser duradero y con cierta inquietud que presagia problemas. El presidente se reúne con los grandes empresarios sin agenda pública y los activistas oficialistas recaban firmas para darle su regalo navideño a AMLO y lograr el número necesario para iniciar el proceso de revocación de mandato por pérdida de confianza al titular del Ejecutivo, que en realidad pretende ser una ratificación del mismo.

Lo que sí no da tregua, incluso aumentan con las posadas, son los homicidios dolosos y los contagios y muertes por COVID 19, en su variante Ómicron, que son minimizados desde el púlpito de Palacio Nacional. En enero, después de la resaca de las doce campanadas con sus correspondientes deseos y uvas, volveremos a la normalidad en este sexenio: la confrontación como estrategia política y la descalificación del adversario agravado por la acumulación del poder en la figura del presidente en el cuarto año de su mandato.

En el primer semestre nos esperan dos batallas en el primer plano: la contrarreforma eléctrica y la revocación, que pueden convertirse en victorias pírricas si como resultado final se obtiene que la tasa de inversión se mantenga baja y si no se logra una mayoría suficiente para que la ratificación sea contundente. El segundo será el proceso descarnado por la sucesión anticipada en la que Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal no se harán a un lado como sucedió en el pasado. Nada sugiere que habrá mejoría en los temas de inseguridad, narcotráfico, ni combate efectivo a la corrupción.

El 2022 será el año de las grandes inauguraciones, la proclamación de la transformación irreversible y la cúspide del poder de AMLO al más puro estilo de las “monarquías sexenales”, que en su momento describió Daniel Cossío Villegas. También continuarán los desatinos de la oposición enfrascada en sus rencillas del pasado y con un discurso rancio y sin ningún impacto en el inconsciente colectivo, que impide la formación de un frente amplio que se presente como una opción electoral ganadora. La pobreza es de tal magnitud que algunos ya visualizan al árbitro de la contienda, Lorenzo Córdova, como candidato a la presidencia para el 2024.

 Una calma chicha, que engaña a los acelerados y previene a los prudentes. 2022 no presagia mejores condiciones políticas para el país. El mal gobierno continuará con más poder, la oposición cederá terreno en temas de vital importancia y el empresariado se acomodará a las circunstancias. La ilusión del cambio prevalecerá inflada con un discurso oficial incendiario, pero la realidad económica y el comportamiento político autoritario serán los factores que más temprano que tarde terminarán con la complacencia crédula de grandes sectores de la población.