Motosierra en mano, para enfatizar que destazaría al Estado sin reparo alguno, Javier Milei ha podido catalizar el hartazgo de los argentinos con la política tradicional. La corrupción y la ineficacia de quienes han gobernado en Argentina, le dieron la victoria a ese personaje fársico y desquiciado. En México, pareciera que no hay espacio político para una opción de ultraderecha como la que representa Milei pero esas condiciones pueden cambiar.
En pocos años, Milei “logró trascender al público de las élites y convertirse en el principal depositario del descontento de buena parte de los votantes con las coaliciones electorales principales” explica Gabriel Vommaro, profesor en la Universidad Nacional de San Martín, en Buenos Aires, en una interesante colección de textos sobre la ultraderecha en América Latina. “Su performance populista vehicula una estrategia ideológica basada en dos elementos centrales y permanentes, y en otros movilizados de manera oportunista. El primero es un discurso libertario con un fuerte sesgo anti-Estado y explícitas referencias teóricas a los padres de la escuela austríaca” escribe Vommaro, refiriéndose a la corriente que propone la absoluta hegemonía del mercado en la economía. El segundo componente, “es un discurso maniqueo que acusa a las élites políticas de ser las principales responsables de los problemas del país”.
A convocatoria del Laboratorio para el Estudio de la Ultraderecha conformado por investigadores chilenos, varios investigadores latinoamericanos realizaron nueve monografías que han sido publicadas, después del triunfo de Milei, con apoyo de la Fundación Ebert (https://ultra-lab.cl). El director del Laboratorio, Cristóbal Rovira Kaltwasser, autor de algunos de los textos más acuciosos sobre el populismo contemporáneo, apunta en la presentación de esos estudios que la relevancia reciente de las ultraderechas, más que con las políticas económicas que postulan, está relacionada con sus “políticas culturales”. Con ese término, se denomina a las posiciones acerca del sistema político y, especialmente, los derechos de las personas.
Hay, así, una derecha moderada y convencional que respeta las reglas del sistema democrático. Y al margen de ella, con beligerancia, se desarrolla una ultraderecha que radicaliza las posturas de la derecha tradicional y que, además, desafía el compromiso con la democracia, sus reglas e instituciones, “por ejemplo, la autonomía de los tribunales de justicia, la legalidad en el actuar de la administración pública y la proliferación de organismos supranacionales que restringen el poder de la soberanía popular”.
Rovira encuentra que “a pesar de diferentes trayectorias políticas y orígenes ideológicos, todas las fuerzas de ultraderecha observadas en América Latina comulgan sobre todo con la adopción de posturas moralmente conservadoras frente a temas de género y políticas sexuales, así como también con la defensa de punitivismo penal para hacer frente a los problemas de delincuencia”.
En México la camaleónica pero sobre todo esencialmente conservadora política del presidente López Obrador, con un discurso que en ocasiones parece de izquierda, contiene posiciones de derecha. Los sectores que podrían interesarse en respaldar a una opción conservadora, se consideran representados por Morena. En otros países latinoamericanos, en rechazo a los partidos de izquierda, han surgido opciones políticas de derecha populista como la que ahora lleva a Milei a la Casa Rosada. En México el gobierno de López Obrador no ha tenido esa consecuencia porque, en rigor, no es de izquierda y muchas de sus políticas son de derecha. En la mencionada investigación sobre la ultraderecha en América Latina el texto relativo a México es de Rodrigo Castro Cornejo, Director Asociado del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Massachusetts-Lowell, quien emplea un término cuidadoso, casi amable, para referirse a las políticas de López Obrador. Se trata, dice, de un “izquierdismo sin progresismo”.
La retórica de López Obrador es de izquierda en asuntos económicos, afirma ese especialista, “poniéndose a favor del ‘pueblo’ y en contra de la ‘élite corrupta’ –el PAN y el PRI—”. Más allá del discurso, agregamos nosotros, su política económica por lo general se ciñe a la ortodoxia neoloiberal. Los programas de ayuda han beneficiado más a los ricos que a los pobres y no hay una política fiscal redistributiva. Por otro lado, de acuerdo con Castro Cornejo, el gobierno de Lopez Obrador “no se ha caracterizado por adoptar una postura decididamente progresista en temas socioculturales, como en el caso del derecho al aborto, la agenda LGBT, etc.”
“La izquierda populista tiende a subordinar las cuestiones de género a los intereses de clase, y promover políticas a favor del ´pueblo´ y no de las ‘mujeres’, en particular”, dice ese autor. Por eso, entre otros factores, “el izquierdismo sin progresismo de López Obrador no ha proporcionado los incentivos necesarios para una reacción conservadora o la movilización de un partido populista de derecha radical. Dada la débil defensa de los valores progresistas por parte de su gobierno, no solo en el área sociocultural sino incluso en terreno económico, ningún movimiento de derecha radical significativo se ha movilizado contra su gobierno, como sucede en otras regiones del mundo”.
La ultraderecha mexicana tiene expresiones a veces notorias pero aún de escasa aceptación social. En el amplio y heterogéneo bloque adverso a López Obrador hay quienes han festejado a Javier Milei porque le ganó, en Argentina, a un populista de izquierdas con el que se identifica el presidente mexicano. La misma Xóchitl Gálvez, en una precipitada declaración que matizó después, se sumó a ese coro que, con más resentimientos que razones, ensalza a ese impresentable personaje.
Los aplaudidores mexicanos del presidente electo en Argentina olvidan que, para enfrentar los terribles problemas en nuestros países, se necesita un Estado que funcione, con honestidad y sin excesos, y que no haya sido desmembrado como pretenden tanto Milei como AMLO. Quienes, con voluntarismo y necedad, celebran la decisión de los argentinos para dar un paso hacia el abismo, no se dan cuenta de que quien representa en México los intentos para erosionar las instituciones democráticas, la reivindicación del militarismo y la misoginia, banderas todas esas de Javier Milei, se llama Andrés Manuel López Obrador.
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