Cultura

Diego Castañeda: “La desigualdad social en México es un tema político; no somos desiguales por naturaleza"

Pareciera que a las élites políticas y económicas no les interesa
el bienestar de la sociedad y sólo les preocupa mantener
sus privilegios mediante la captura del Estado, añade el
investigador. Presenta su libro “Desiguales”

entrevista

La mejor estrategia para resolver la pobreza y desigualdad, siempre que se haga bien,  es el crecimiento económico, dice Diego Castañeda.

La mejor estrategia para resolver la pobreza y desigualdad, siempre que se haga bien, es el crecimiento económico, dice Diego Castañeda.

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La desigualdad social, en el mundo y muy concretamente en México, es un tema político en el cual las élites económicas y políticas pareciera que no les interesa el bienestar de la sociedad. Sólo les preocupa mantener sus privilegios, entre estos, tener un Estado capturado a su favor, dice el codirector del Seminario de historia económica de la Universidad de Upsala, Suecia, Diego Castañeda Garza.

En entrevista telefónica desde Suecia, el investigador explica que este Estado capturado es un capitalismo de cuates que permitió la gran acumulación de riqueza para unos cuantos. “Porque no es la naturaleza ni las leyes de la física las que hacen que seamos más desiguales, son las decisiones políticas que tomamos todos los días”.

Sus reflexiones son parte de su reciente libro “Desiguales”, una investigación profunda y rigurosa que se vuelve una novela dolorosa de los últimos 200 años en México y que al final hace un profundo análisis de los sexenios de Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto y AMLO, con sus desastres y vinculación a los programas sociales.

¿En estos tiempos electorales, terminar con la desigualdad social destaca en las promesas de campaña, pero que nunca se hace realidad cuando los políticos ganan?

Una lección que me parece muy evidente en esta investigación en la que estuve trabajando por más de seis años, es que la desigualdad en el mundo, pero muy concretamente en México, es sobre todo un tema político. Si somos tan desiguales, es porque en la toma de decisiones de nuestra sociedad llegamos a esta forma de vida y esto se debe en gran medida a lo que llamo economía política de la desigualdad, la cual podemos explicar con esta idea de una mesa de tres patitas: la primera son los políticos, otra los intereses económicos y la tercera, las demandas sociales.

Y en esta mesa incompleta, suelen alinearse de manera muy fácil los intereses políticos y económicos. Se comunican muy bien entre ellos, se llevan muy bien. Los que no se alinean, en muchas ocasiones, son los intereses sociales. Las demandas o lo que llamamos los intereses generales de la población. Porque estas demandas sociales muchas veces no son representadas por la clase política y no tendrían que ser representadas por las élites económicas. Aunque, muchas veces las élites económicas se disocian tanto de las sociedades y pareciera que no les importan las comunidades. Es como si estas élites pudieran tener su propia sociedad y alejarse de los problemas de los demás.

Esto deja al resto de la población en una situación vulnerable, en la que al menos de que sea capaz de articular sus demandas en formas muy concretas y forzar a las otras dos élites -económicas y políticas- a que los representen y además que cooperen para resolver sus peticiones, es algo muy difícil de lograr. Pero lo que sí hemos visto a lo largo de nuestra historia es que el Estado fue capturado y por ello siempre hemos tenido este capitalismo de cuates, exceptuando algún periodo en el pasado cuando no éramos capitalistas, donde éramos quién sabe qué, pero también de cuates.

Lo anterior permitió la gran acumulación de riqueza en unos pocos, Y muchas de estas cosas son decisiones políticas. No es la naturaleza ni las leyes de la física las que hacen que seamos más desiguales, son las decisiones políticas que tomamos todos los días. ¿Esa cuarta pata que falta a la mesa, sería la honradez de los políticos y de las élites económicas para cambiar esto o es otra cosa? Más bien lo que creo es que hace falta llegar a un nuevo contrato social en el país, con un acuerdo general entre élites políticas, económicas y la sociedad para definir qué tipo de país queremos, cuánto cuesta y cómo lo vamos a hacer. Estos son los debates y discusiones que necesitamos, no los tenemos y este es uno de los grandes problemas.

¿Tenemos la Constitución de 1917, muy progresista en su tiempo, por qué no pudimos avanzar en este contrato social?

Siempre fuimos más dados a la improvisación que a la planeación y ejecución de largo plazo, porque siempre hemos tenido esa mística. Por ejemplo, el siglo XIX es un tiempo de guerra y durante la primera mitad de éste tuvimos 160 revueltas o levantamientos armados, eso trajo mucha inestabilidad política y facilitó la captura del Estado y la acumulación de riqueza.

Pero en la parte más moderna, cuando sí hemos sido más estables y construimos instituciones, justo con la Constitución de 1917 y sus derechos laborales, el acceso a la educación y salud, claramente ahí había un camino, porque en su tiempo era la más avanzada, la más progresista del mundo. Después, en los años 20, 30 y principios de los años 40, comienza la institucionalización del Estado, en la que parece que sí queremos transitar a un Estado de bienestar. Tenemos la reforma fiscal que introduce el ISR en 1924 y tenemos el impulso general a la educación y salud. La vida sindical era un poco más libre, un poco corporativista, pero no tanto como llegaría ser en las décadas siguientes, lo cual permitía que a los trabajadores demandar cosas y tuvieran conquistas importantes.

Todavía en el año 1943, con la Ley del Seguro Social, la creación del ISSSTE, íbamos en esa dirección del progreso e igualdad, pero nos descarrilamos por muchas circunstancias: una, la demografía, es decir, la población creció muy rápido, la economía no puedo generar los recursos para absorber ese crecimiento poblacional y dar empleo y servicios, pero también hay un enfoque que le llamo en el libro mesocrático, donde en los años 60 y70 había preferencia por la formación de la clase media y parecía que se puso todo el esfuerzo ahí, lo cual no está mal, pero dejando muy relegado a la parte baja, a las clases pobres, en la distribución de la riqueza.

Y siempre favoreciendo a las élites económicas. Porque parecía que había cierto arreglo con el que se privilegiaba mucho más que el régimen sobreviviera, es decir que los políticos y los grandes patrones mantuvieran el acuerdo y no se hiciera nada que pudiera atentar contra el régimen. Incluso, a veces, a costa de proyectos de instituciones de más largo plazo que hubieran sido muy beneficiosas para la población.

Esto, es justo un ejemplo de cómo la política se mete en esas construcciones para mal, cuando debería ser para bien.

El libro.

El libro.

En el libro hablas del quiebre de la economía nacional en los regímenes de Miguel de la Madrid y Salinas de Gortari, y luego de los periodos de Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto y AMLO con sus programas sociales.

Este es el último capítulo, el 7, y lo divido en De la Madrid y Salinas de Gortari, después Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto, y AMLO porque me parece que hay ciertas características de esos distintos gobiernos que tiene en común: Con La mejor estrategia para resolver la pobreza y desigualdad, siempre que se haga bien, es el crecimiento económico.

En México hace falta llegar a un nuevo contrato social en el país, con un acuerdo general entre élites políticas, económicas y la sociedad para definir qué tipo de país queremos Siempre hemos sido más dados a la improvisación que a la planeación y ejecución de largo plazo De la Madrid y Salinas claramente es la quiebra del modelo económico que teníamos, están los programas de ajuste estructural, tienes una caída muy brusca en el crecimiento económico, un aumento muy significativo de la pobreza y desigualdad, además del achicamiento del Estado.

Y después, un poco al final con Salinas, se empieza a paliar eso con la creación de programas sociales. Es decir: Solidaridad.

Después con Zedillo, Fox y Calderón, parece que empieza esta visión mucho más de la focalización de los programas sociales. Es ahí donde aparece Progresa, Oportunidades, después Prospera, como se renombró con Peña Nieto, que ponía un énfasis en combatir la pobreza, pero en un esquema donde no se fortalecía al Estado después del desastre que fue en los años 80, y principios de los 90.

Y con Peña Nieto y López Obrador parece que sí hay una preocupación más genuina, en términos de combatir la pobreza, y se lleva a cabo la cruzada contra el hambre, luego vino el rediseño de los programas sociales que hizo AMLO, pero que al final sigue siendo muy paternalista. Aunque es cierto que los programas sociales son necesarios, a final de cuentas no puedes dejar a que la genta caiga en pobreza extrema y se muera de hambre. El tema es que esto no genera soluciones estructurales a los problemas, no atiende las causas de origen. Por otro lado, claramente se sabe que no hay mejor estrategia para reducir la pobreza y desigualdad, siempre que se haga bien, que el crecimiento económico. 

Cuando la economía crece, se generan empleos, con mejores salarios y beneficios, ahí es cuando se rompe la transmisión intergeneracional de la pobreza y se logra reducir de forma significativa y a lo largo del tiempo.