Escenario

‘Asteroid City’. Wes Anderson en clave metaficcional

COBERTURA. El filme del cineasta estadounidense fue la cinta que inauguró la edición 38 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara>

La ventana indiscreta
Fotograma del filme Fotograma del filme (Especial)

Las acciones transcurren en los Estados Unidos de 1955, específicamente en Asteroid City, poblado de menos de 100 habitantes donde el tiempo se detuvo o por lo menos va mucho muy lento, en el cual vaqueros sin corceles se pasean a pie de aquí a allá apaciblemente, y donde hay máquinas expendedoras que venden de todo, incluso títulos de propiedad de diversos terrenos situados allí.

La calma de ese poblado solamente es alterada por algunas persecuciones policiacas en autos y motocicletas los cuales lo atraviesan a gran velocidad, o por ocasionales ensayos atómicos en las cercanías, o por un concurso a nivel escolar, el cual atrae a estudiantes y sus padres a la localidad, con el propósito de observar diversos fenómenos astronómicos y concursar presentando innovadores inventos científicos. Y el sitio donde se lleva a cabo dicho concurso no podía ser más emblemático: el interior de un enorme cráter producido por un asteroide que se estrelló allí tiempo atrás, y del cual solo resta una esfera del tamaño de un balón de fútbol. Dicho asteroide es por cierto el motivo de esa celebración anual.

Pero un evento inesperado lo cambia todo: un encuentro cercano del tercer tipo ocurre allí, y a partir de ello el gobierno decide poner en cuarentena al poblado, junto con todos sus habitantes y visitantes, obligándoles a quedarse varados allí por tiempo indefinido. Entre los personajes que se encuentran varados, se halla Augie Steenbeck (Jason Schwartzman), quién acaba de perder a su esposa (Margot Robbie), pero que no ha encontrado el momento adecuado para revelarlo a sus hijos, ni decirles que trae sus cenizas en un Tupperware.

Esta es la premisa de la obra teatral escrita por Conrad Earp (Edward Norton), y dirigida por Schubert Green (Adrien Brody), cuya realización es el meollo de Asteroid City, el nuevo filme de Wes Anderson, donde su particular estilo visual y narrativo se pone a las órdenes de un relato de naturaleza metaficcional.

Pantalla dividida, travelings, tilts, paleta de colores brillantes y tonos pastel, composición de planos detallados de forma obsesiva y movimientos de cámara meticulosamente planeados y ejecutados… todo eso y más está presente aquí, para enmarcar las historias de personajes inseguros y frágiles, distanciados de sus emociones y que precisamente por ello luchan por ganar control sobre ellas y -de paso- sobre sus propias vidas. Y desde luego, muchos de esos personajes son interpretados por un elenco multiestelar que incluye tanto a actores que han trabajado previamente con el cineasta, como a otros de prestigio probado, ya que además de los intérpretes antes mencionados, se encuentran Tom Hanks, Scarlett Johansson, Tilda Swinton, Jeffrey Wright, Bryan Cranston, Liev Schreiber, Sophia Lillis y Maya Hawke, entre muchos otros.

Adicionalmente, la cinta resulta ser también autorreferencial, y a lo largo de la misma se pueden ver detalles y elementos que hace referencia a otras películas del autor, tales como Un reino bajo la luna (Moonrise Kingdom, 2012) o La crónica francesa (The French Dispatch, 2021), por mencionar solo un par.

Dividido en actos, el largometraje desarrolla una narración enmarcada o de cajas chinas, en donde además de que el espectador entra y sale de las historias, los protagonistas hacen algo similar, mostrando a cuadro personajes que son autoconscientes de que están interpretando a otro personaje, a veces tratando de explicar -y explicarse- porqué actúa de la forma en que lo hacer, e incluso se dan el lujo de cuestionar a sus alter-egos escénicos. Y es en estos juegos internos de autoconciencia y complicidad donde reside la gran fortaleza del filme.

Si bien es cierto que Asteroid City no es de los mejores trabajos del director, tampoco es uno de los peores. En todo caso, resulta uno de los más retadores para su público y sus seguidores. Estos últimos recibirán la película con mucho agrado. Mientras que otro sector de los espectadores quizás la sientan algo densa, de ritmo desigual, un tanto hermética e incluso escasa de profundidad. Pero lo que es digno de mención, es que se trata de una obra donde su autor intenta romper ciertas inercias y abandonar un poco su zona de confort. Y aunque no lo consigue del todo, logra ciertos momentos mágicos, donde la película misma pareciera volverse consciente de ella misma. Y esos momentos son los que entusiasman y hacen que valga la pena el boleto. Ello y disfrutar una vez más de la infalible estética visual propia de Wes Anderson.

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