Escenario

‘La Bestia en la Jungla’: Un filosófico filme sobre aprovechar las oportunidades

CORTE Y QUEDA. Adaptación del relato homónimo de Henry James, la película dirigida por PAtrick Chiha llegó a la plataforma de Prime Video

cine

Fotograma de ‘La Bestia en la Jungla’.

Fotograma de ‘La Bestia en la Jungla’.

CORTESIA

Hay veces que uno espera que algo suceda en la vida. Constantemente buscamos señales, ideas, sentimientos que nos lleven a actuar. Pero la condición humana es complicada, pues en ocasiones lo que uno espera que suceda, ya pasó. Lamentablemente, las pulsiones egoístas y evasivas que tenemos como especie nos llevan a evadir la posibilidad de hacer cosas que pensamos no son ciertas o ilógicas en busca de nuestra razón de existir. Estas ideas existencialistas eran tomadas por Henry James en su relato llamado La Bestia en la Jungla.

El director Patrick Chiha retoma esta narración y la adapta de manera libre para dar vida al relato que abarca 25 años en la vida de John (Tom Mercier), un joven que está constantemente a la espera de que su destino le revele el gran suceso que cambiará su vida, y de May (Anais Demoustier), una mujer atraída por la abstracción del misterioso John, cuyo punto de encuentro es una disco donde la vida, la música y el mundo suceden alrededor de ellos mientras deciden permanecer estáticos hasta que el gran evento suceda.

Chiha retoma esas cuestiones existencialistas de James y las traslada a un recinto mágico como es este antro, el bastión que nos va mostrando retazos de una realidad de la que parece que tanto John como May, creando un lazo interesante pero misterioso entre los dos. En la disco, todo se mueve constantemente, mientras ellos observan en silencio o charlan acerca de ese secreto que ambos tienen. Son cómplices sufridos que parecen estar perdidos y no comprenden su lugar en el mundo real. 

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La discoteca se mantiene como ese lugar en donde los acontecimientos mundiales son percibidos meramente por los televisores dentro del local, que van desde la muerte de un artista tecno alemán, pasando por el triunfo e inicio del mandato de Mitterrand, la crisis provocada por el SIDA hasta la caída del Muro de Berlín y el ataque del 11 de Septiembre a las Torres Gemelas. A pesar de que todo pasa, para ellos la espera se va tornando en un acto de fe que termina convertido en una bestia que devora a ambos y les impide vivir la vida al ritmo de la música y los hechos a su alrededor.

El universo que Chiha crea alrededor de ellos es casi surrealista. Si bien la fisionomía del lugar no cambia, es a través de una fotografía colorida que juega con colores como el azul de la nostalgia y la tristeza de la pérdida hasta el rojo del amor pero también de la trágica mortalidad del SIDA, así como con el uso de la música que va desde el disco al electrónico y dance que el realizador representa no sólo el paso del tiempo sino este mundo lleno de imposibilidades y movimiento, como un reloj atemporal que se cierne sobre ellos mientras siguen refugiándose en ellos mismo ante la acción o el cambio.

El baile constante de todos representa también no sólo el movimiento de las épocas o períodos que John y May atraviesan, mismo que va desde 1979 hasta el 2004, sino una representación física de la acción, de aquello que todos hacemos día a día al vivir nuestras vidas. Pero hay quienes no bailan, como ellos, y están a la espera de que todo suceda alrededor sin percatarse que tal vez, lo más grandioso acaba de acontecer. La cuestión existencial reside en ello, en la falta de acción de la pareja protagonista que, a su vez, desarrolla una conexión de la que parecen renegar.

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John es un hombre perdido, vive solo en su departamento pero es en las noches donde, como bestia al acecho, mira a todos en la jungla citadina convertida en pista de baile sin comprenderlos. Él está decidido a que hará algo grandioso, que la gran revelación sucederá para darle sentido a su vida. Mientras, May resulta alguien más complicada, con una vida prácticamente hecha fuera de este club y con una relación que le brinda buenos y malos momentos. Sin embargo, juntos se amalgaman en una fatídica espera a todas luces hedonista mientras el tiempo y la vida se disuelve a su alrededor.

Demoustier y Mercier demuestran una extraña química que radica sobre todo en las diferencias que tienen. Es curioso ver cómo es el club y su ambiente, la danza y la música, el constante ajetreo dentro del mismo, el elemento que hace que la magia entre ellos surja. Pero es la ambigüedad de su relación la que levanta las cuestiones más fundamentales y duras acerca de lo que sienten ambos, lo que están esperando suceda y, peor aún, si es que ya sucedió y no lo supieron ver. Esa falta de comprensión se cuece a fuego lento hasta la gran revelación del acto final.

Otro aspecto interesante que resalta el factor existencialista y hasta surreal de la curiosa unión de John y May es que no envejecen como los demás, dando una ilusión de estar suspendidos en el tiempo mientras los demás sufren, mueren, ríen, pero sobre todo, viven. Pero es ante la gran revelación final que el significado de La Bestia en la Jungla trasciende, enfocándose en un cine que ofrece más la experiencia sensorial de un viaje con una triste resolución que no ofrece recompensa alguna ante la paradoja frustrante y devastadora que deja la gran enseñanza de que el mayor evento que tenemos, la mayor sorpresa o señal que esperamos, está ahí, en vivir la vida misma y no dejarla ir en un soplo, o tal vez, en un baile.

‘La Bestia en la Jungla’: Un filosófico filme sobre aprovechar las oportunidades Video

La moraleja de este cuento cinematográfico en sí es abandonar la pasividad, tener la capacidad de, como seres humanos, ver que nuestra razón de existir radica en eso mismo y que el quedarte esperando una acción o evento o simplemente mirarlo no lleva a ningún cambio. Es la acción la que nos mueve, la experimentación lo que nos forja y el estar presentes para vivir todas las oportunidades presentadas lo que nos advierte este complejo y filosófico filme.