Escenario

‘Bob Marley: La leyenda’, tratada con edulcorante para la pantalla

CORTE Y QUEDA. Al menos nos recuerda la fuerza y trascendencia del mensaje del cantante que es, más que nunca, necesario por el momento que como humanidad estamos viviendo

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Fotograma de ‘Bob Marley: La leyenda’.

Fotograma de ‘Bob Marley: La leyenda’.

CORTESIA

Debo admitir que cuando supe de la realización de esta biopic, me sentí muy agradecido porque Robert Nesta Marley fue una persona de claroscuros a la que no solo se le debe analizar por sus sobresalientes letras e innovadora música de sus canciones; un ser humano con fortalezas y debilidades que no le resta a Marley ser todo un fenómeno social y político además de musical. Eso quería ver en el filme Bob Marley: La leyenda que llegó a las salas de cine nacionales.

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Ese fue mi error ¿Para qué negarlo?

El dar por adelantado que vería algo, si con su carga de ficción y drama como debe ser, que sería complemento del muy preciso documental llamado Marley (2012) dirigido por Kevin MacDonald.

El asunto con esta cinta biográfica es que teniendo todo a su alcance para que Reinaldo Marcus Green, director asignado para mostrar en pantalla lo más sobresaliente en la vida del Rastaman, nos mostrase una propuesta potente, transgresora y retadora como el mismo Marley, se haya decantado por una versión ligera cuya narrativa nos recuerda a lo más rosa y azucarado del catálogo de Hallmark.

Un producto complaciente totalmente opuesto a la esencia del músico; es decir, una propuesta políticamente correcta (aquí ya empezamos muy mal querido lector) que dejó fuera temas trascendentales de la vida y obra de Bob Marley y que dieron como resultado el lugar que ocupa actualmente el músico a nivel mundial. 

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Momentos de vida que fueron tratados anecdóticamente o simple referencia sin profundizar como la separación de Marley con los pilares no solo del grupo The Wailers sino de todo el mensaje religioso, social y político Peter Tosh y Bunny Wailer. Ambos músicos y activistas trascendentales en el acontecer de Jamaica y de los derechos humanos de su país y el mundo.

Otro momento clave de Marley y los Wailers fue su auto-exilio a Inglaterra en la segunda mitad de los años setenta donde coincidió con el brutal y necesario nacimiento del punk y que formó un crisol de opciones creativas e interpretativas tanto en varios músicos locales como de los propios jamaiquinos dentro la evolución del Punk hacia otras propuestas igualmente contestatarias, pero musicalmente más elaboradas, que dio como resultado la segunda ola del Ska conocida como Two Tone y el despegue de los músicos ingleses que llevaron esta música bajo el brazo. Esto tampoco se trató de forma más integral al proceso creativo de Marley y los Wailers al momento de crear el álbum Exodus en Londres.

Y como tercer, pero no último ejemplo de lo que faltó en la cinta, fue el tema de la Ganja que no se mostró de forma abierta sino bastante conservadora y reservada aún cuando su uso era parte de la mística, así como de los usos y costumbres de la creencia espiritual y filosófica Rastafari.

Estos son solo tres lamentables ejemplos de lo mucho que no se tocó en la cinta más que como una escueta referencia para dar por sentado su existencia más no su trascendencia en la vida de Bob Marley.

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Lo más deplorable de esta situación es que, para tapar esos huecos argumentales, se utilizó el más primitivo recurso de la sobreexposición de los temas musicales más conocidos del Marley con el objeto de distraer la atención tanto de los que conocemos la vida y obra del músico haciendo un inconsciente llamado a la nostalgia al oír las notas de, al menos y siendo igualmente básico, al álbum Legend como de los que han oído aunque sea un par de canciones del jamaiquino que suenan poderosamente en la programación de Universal 88.1 fm y que, en ambos extremos del abanico, nos acompañan desde finales de los años setenta por lo menos.

No con esto quiero decirte a ti que me estás leyendo, que esto sale sobrando o está mal en la cinta; déjame aclarar mis dichos antes de organizar a una muchedumbre enardecida con antorchas en las manos para venir a mi casa.

Es de agradecerse, por supuesto, la enorme variedad de temas que suenan en la sala de cine y con una fidelidad digital que no podemos sino aplaudir y dejar que fluya hacia dentro de nosotros.

Mi punto a resaltar es que como recurso narrativo complementario es muy tramposo porque es un burdo distractor de la falta de fuerza en el argumento. Tan es así que la película es innecesariamente lenta y por momentos sin un rumbo que no nos deja claro que es lo que nos quiere contar el director llevándonos a salto de mata entre temas en forma de viñetas durante los dos primeros actos de la cinta.

No es sino hasta el inicio del tercer acto que por fin agarra ritmo captando nuestros sentidos en su totalidad, pero de nuevo, luego de la visita al médico, la película se le va de las manos entre secuencias que pretende sean místicas y otras tan innecesariamente cursis que no encontrarían cabida ni siquiera en un videoclip de Air Suply. Esto complica que la cinta fluya naturalmente en la narrativa hacia el final impidiendo un cierre apoteósico y necesario del concierto por la paz One Love en Jamaica ese abril de 1978.

Imposible no salir del cine con esa sensación de que nos dejó a deber eso y muchas otras cosas en el camino.

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Sin embargo, y dejando atrás todo lo que significa Bob Marley y los Wailers en mi vida y la de cientos de miles de mi generación; la película funciona maravillosamente para todos aquellos que conocen lo básico del jamaiquino y aún más para los que solo representa una música que entra hasta lo más profundo de tu oído y que te resulta imposible no mover los pies o balancear el cuerpo cuando la escuchas en el radio o en una fiesta.

Y elevo la apuesta, basado solo en la esperanza, al casi asegurar que no serán pocos los que, a partir de la película de Marcus Green, descubrirán al hombre y buscaran conocer más de la vida de Marley y sepan los por qué de sus letras, los motivos que lo hicieron abrazar el Rastafari y en sí, de su filosofía de la vida, la paz, la hermandad y sobretodo, el amor como el más valioso recurso de la humanidad en cualquier parte del planeta.

Y creo firmemente que al menos en esto es importante la película: En recordarnos la fuerza y trascendencia del mensaje de Bob Marley que es, más que nunca, necesario por el momento que como humanidad estamos viviendo.

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