Escenario

‘Buena suerte, Leo Grande’, una sorpresiva comedia sobre los tabús del sexo y la edad

La nueva cinta de Sophie Hyde destaca por las actuaciones de Daryl McCormack y Emma Thompson, quienes llegan a tocar fibras sobre la búsqueda del amor propio 

corte y queda

Foto:

Foto:

Cortesía Corazón Films

Conforme vamos creciendo hay prejuicios que se nos van arraigado debido a diferentes factores. Ya sea por cultura, por enseñanzas inculcadas y por falta de información de algunos temas que seguimos considerando como tabú. Pero hay un tema en específico que, para muchos es difícil abordar, y ese es el de la sexualidad y el amor propio, aspectos que solemos separar pero que usualmente vienen así, en una misma idea.

Llega entonces Buena suerte, Leo Grande, cinta de Sophie Hyde, que cuenta la historia de Nancy Stokes (Emma Thompson), una señora madura que contrata a un acompañante (no necesariamente sexual) para que le ayude a encontrar esa intimidad que a lo largo de los años ella ha perdido. El elegido es Leo Grande (Daryl McCormack), quien resulta ser un misterioso y muy atractivo joven que acepta el trato y que poco a poco va concientizando a Nancy que, aquello que ella llama “poco pudoroso”, va mucho más allá de sólo recibir el sexo o la búsqueda eterna del placer, sino que también se trata de la satisfacción interna y la aceptación.

A lo largo de cuatro sesiones en el filme, el guion de Katy Brand va combinando un poco de comedia con drama y unos pequeños tintes eróticos, mientras que entre ambos va formándose un lazo íntimo que se encamina hacia el amor propio y la liberación personal de uno mismo contra sus propios prejuicios, lo que lleva a ambos a romper estándares autoimpuestos que generan inseguridad y no permiten que una misma se conozca a profundidad.

Foto:

Foto:

Cortesía Corazón Films

Emma Thompson luce en su mejor momento como actriz, interpretando a esta madura ex maestra de religión que quiere tener placer y jugar un poco con la rebeldía que no pudo tener en su juventud, algo que le resultaba muy complicado con dos hijos, uno más aburrido que el otro, y un esposo difunto que jamás pensó en ella. En lo que podría parecer una crisis existencial, quiere entender que fue todo eso que no pudo tener en plenitud y conocerse más a fondo, lo que la lleva por un arco de liberación y auto aprendizaje que tanto anhela tener pero que por sus propias cadenas y prejuicios nunca se había atrevido a andar ese camino.

Por otra parte, Daryl McCormack y su Leo Grande logra atribuirse un gran mérito por trabajar en una producción tan pasional e íntima donde su personaje resulta ser prácticamente una recreación de sí mismo, un joven que, para sobrellevar algunos temas familiares y poder obtener ganancias de lo que mejor se le da, ya sea sexual o personalmente, no tiene ningún remedo en tratar de brindar una satisfacción a quien le contrate. Sus preguntas directas y tintes sarcásticos vuelven a este personaje en un tipo carismático y más honesto conforme avanza la trama.

Aunque al principio se puede percibir la incomodidad de ambos roles y esa poca cercanía, casi miedo, a tener un contacto físico, es justamente parte de la evolución que ambos tendrán para desenvolverse personal e íntimamente mientras pasan sus encuentros. Esa química se va fortaleciendo conforme más platican e intentan formar un vínculo más allá del acordado, lo cual podría ser un ligero problema para ambos metidos en un juego de apariencias.

La mayor parte de la película ocurre en una habitación de hotel, por lo que se nota el gran mérito de la directora Sophie Hyde, en sacarle juego a esas cuatro paredes pues la habitación (o la cama) pues se convierte en un lugar seguro para ambos donde pueden desarrollar toda esa intimidad necesaria para que entre los dos se desarrolle una cercanía o repulsión, pero sobre todo confianza en torno a sus respectivos roles. Casi de manera teatral, es para la historia algo esencial que todo suceda de esta manera porque los límites que hay los ponen ellos mismos y no una pared que los separe de enfrentarse a la verdad de la que se ocultan.

Foto:

Foto:

Cortesía Corazón Films

Otra cosa que podríamos dar por hecho, pero que es muy necesario enfatizar, es el vestuario, pues existe esa usanza donde se enseñó a las mujeres a vestirse de manera más “prudente”, reservadas de sí mismas y guardar una compostura estética que funcionaba para otra época pero que en la actualidad ya hay más apertura. Thompson vestida con faldas largas, tacones discretos y camisas que no resaltan ningún atributo también va cambiando hasta convertirse en un ejemplo de sensualidad total que no depende de lo material. Por otro lado, McCormack usa trajes y atuendos dignos de un gigolo, a la manera de un viejo seductor que poco a poco se va de construyendo pero que nunca duda en usar su cuerpo como su mejor arma.

Cuando se trata de erotismo o el gran tabú del sexo, no todo tiene que ser necesariamente explícito, pues no se trata de una comedia barata usada sólo para entretener sino que da un paso más para realmente dejar un mensaje en el proceso acerca de un tema que poco se aborda: el autoconocimiento y placer propio visto desde una edad mayor. La intimidad que uno tiene con alguien más no sólo es una etapa por la que uno pasa cuando es joven y esbelto y todo en el cuerpo parece estar en “su lugar”, pero, ¿qué pasa con esa misma intimidad cuando uno se va haciendo mayor y deteriorándose en el proceso? El mensaje es que no debería pasar nada negativo, sino tener más armas para aceptarse uno mismo en todos los ámbitos, desde el sexual, hasta la aceptación y seguridad de uno mismo, lo que de alguna forma resulta liberador y empoderante.

Así, Buena suerte, Leo Grande es una cinta que engaña aparentemente por su apariencia de comedia simplona para otorgar un relato por demás reflexivo acerca de la edad, los prejuicios sociales y el sexo visto desde una tragicomedia efectiva que funciona gracias a un par de actores que demuestran que los tabúes existen para romperse.