Escenario

“Cadejo blanco”: El drama de ser adolescente y estar en una mara en Guatemala

ENTREVISTA. “Queríamos conocer a la gente real que vive allí”, expresó el cineasta Justin Lernes a propósito del estreno del filme en la competencia del Festival de Cine de Málaga este miércoles

Asistentes al Festival de Málaga
El director estadounidense Justin Lerner, junto a la actriz Karen Martínez , posan durante la presentación del largometraje "Cadejo blanco". El director estadounidense Justin Lerner, junto a la actriz Karen Martínez , posan durante la presentación del largometraje "Cadejo blanco". (EFE/Daniel Pérez)

El estadounidense Justin Lerner ha asegurado hoy que, después de vivir seis años en un barrio marginal de Guatemala preparando su primera película, Cadejo blanco, no encuentra “diferencia alguna” entre los chavales de las maras y los chicos que pueblan las calles de Boston, donde viven sus padres.

“Lo único que los diferencia es haber nacido allí y tener o no tener oportunidades”, ha afirmado en una rueda de prensa el realizador, que debuta en el festival de cine de Málaga (sur) con su ópera prima a concurso en la sección oficial.

En perfecto castellano, Lerner ha dicho que lo que ha pretendido con esta película, tan real que muchas de las cosas que cuenta son experiencias vividas por sus actores -sacados de la calle- es “llevar al espectador en este viaje, donde están las maras, pero también las imágenes de quiénes son estas personas”.

“Queríamos conocer a la gente real que vive allí, que no son como se representan normalmente en las películas. Cuando estaba planeando esta historia, después de pasar unas semanas en Puerto Barrios, me di cuenta de los jóvenes con los que pasaba el rato por la noche, algunos estaban involucrados en esta vida, estas cosas ilegales, y yo tenía en mi mente una imagen muy distinta”, explica.

Nunca se había filmado en Puerto Barrios y es evidente, agrega, “que no podíamos evitar que la violencia estuviera tan presente, durante el rodaje perdimos a varios miembros del elenco”, desvela el director.

Dedicó un año entero a buscar a los protagonistas y tres a redactar un guion que cambiaba con cada historia que le contaban esos jóvenes; al final, dice, “no hay ni una palabra escrita por mi, todo lo que dicen son sus propias palabras”.

Se apoyó en un puñado de actores profesionales, entre ellos Karen Martínez y Brandon López, que ya estuvieron en Málaga con la película La jaula de oro, que sirvieron de “coaches” para los nuevos.

“Lo primero fue elegir los que podría actuar, y luego familiarizarlos para que no se intimidaran con la cámara”, explica Martínez, presente en la rueda de prensa. “Queríamos que fueran ellos, que se sintieran cómodos”, añade.

La película bascula sobre el personaje de Martínez, Sarita, una muchacha que se infiltra en una peligrosa pandilla de jóvenes con la esperanza de encontrar a su hermana desaparecida. En su trayecto -durísmo-, descubre que “el dolor y la muerte se pueden volver revulsivos para que uno evolucione, para darse cuenta del bien que puede hacer matar”.

Aunque la actriz colombiana se refiere a un ‘capo’, un personaje odioso que es eliminado, la reflexión se amplía a muchas personas que toman decisiones penosas para su gente; pero al final, reflexiona Martínez, “a veces pasa que sólo cambian uno por otro”.

Destaca la joven actriz el trabajo con el actor que da vida a Andrés, Rudy Wilfredo, un chaval que encontraron trabajando en un taller mecánico, porque “era particularmente vulnerable”.

“Había sufrido muchas pérdidas y vivido situaciones muy duras y teníamos que protegerlo para que no le resolviera mucho volver a revivirlo, no sabes cuando una persona se va a quebrar, y esa no era nuestra intención”, añade el director.

Lerner ha defendido que “estos chicos se implican en las clicas, en las maras, por tener familia, protección y dinero, no es por divertirse, sino por cubrir sus necesidades básicas”.

Por último, Lerner explicó que el cadejo blanco que da título al filme es un personaje del folklore guatemalteco, un perro salvaje que protege el alma, como un chamán, que solo existe en el imaginario guatemalteco, “me pareció una buena metáfora para el viaje de Sarita”.

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