Después de haber realizado documentales sobre Roman Polanski y William Friedkin, el cineasta francés Laurent Bouzereau, se enfoca en la diva estadounidense, Faye Dunaway, protagonista de clásicos como Bonnie and Clyde (1967), The Tomas Crown Affair (1968), Puzzle of a Downfall Child (1970), Chinatown (1974) y Network (1976).
Faye, un retrato íntimo, comienza con Bouzereau mostrándole a una Faye de 83 años, una foto donde se ve a la actriz vistiendo de gala en un entorno que no corresponde a su vestimenta, una alberca en Hollywood. Faye posa sexy en un camastro para tomar el sol. En la mesita, entre copas vacías, se ve un Oscar. Esa foto tomada hace exactamente 45 años del día que arranca la filmación del documental, es excepcional porque se le realizó luego de recoger su Oscar como mejor actriz por Network (1976) la madrugada siguiente a la gala. De alguna manera la imagen nos adelanta la esencia de lo que descubriremos a lo largo de hora y media sobre la mujer detrás del mito.
Faye era de una belleza indiscutible, pero inquietante; proyectaba algo que no correspondía a sus armoniosas facciones. A mitad del documental descubrimos cuáles eran esos demonios que la atormentaron por años, y que ella misma acaba de descubrir no hace mucho. Por fin un médico relacionó sus drásticos cambios de humor como un trastorno maniacodepresivo.
“Eso”, la misma Faye le dice al entrevistador, “podría explicar la conducta que por años me creó esa fama de ‘difícil’ en Hollywood. No me justifico”, asegura. “Todos somos responsables de nuestros actos y sé que mi comportamiento en el set fue muchas veces insoportable, pero de algo sirve entenderlo”, dijo.
Dorothy Faye Dunaway nació en Bascom, Florida (enero de 1941) en un pequeño pueblo colindante con Alabama, el sur profundo de Estados Unidos. De familia humilde y padre alcohólico, su escape eran las fantasías que actuaba para sí misma. Desde muy joven, Faye decidió convertirse en actriz. Estuvo en Nueva York tomando clases con Elia Kazan y las reseñas de las obras en las que participó siempre destacan sus grandes dotes dramáticas.
Cuando Hollywood llamó a su puerta y tuvo la oportunidad de audicionar para Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967), Warren Beatty, el protagonista y coproductor, no quería que se quedara con el papel. Se consideraron otras actrices para interpretar a Bonnie, como Natalie Wood, pero Faye se impuso estableciendo que solo ella compartía con Bonnie su bajo nivel socioeconómico. Faye aprendió de su madre que era necesario empeñar todos los esfuerzos en cualquier oficio para salir del “hoyo”.
Bonnie and Clyde la catapultó a la fama. La película era un reflejo de los cambios por los que atravesaba la sociedad estadounidense de los años 60. La mujer rebelde que se dejaba llevar por sus instintos prefiguraba el modelo de la juventud inconforme y desafiante de la autoridad.
Bonnie and Clyde no fue un éxito inmediato, pero a medida que la guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles y al movimiento de protesta tomaba forma, los jóvenes se volcaron a verla e identificaron con los antihéroes que vivían al margen de la ley. La desconfianza en los adultos que caracterizaba a los años 60 alcanzaba su máxima expresión con estos bandidos burlando la ley.
La estrella de Faye siguió en ascenso en los años 70. Faye estaba en el corazón de los cambios en la industria estadounidense que estaba muy influenciado por la Nueva Ola francesa. Chinatown que también denunciaba la corrupción en los altos niveles del gobierno coincidió con la caída de Nixon. Dunaway ha podido superar el paso del tiempo y mantenerse activa todavía en el cine y teatro, su verdadero amor.
Seguimos su trayectoria pasando por muchos altibajos tanto artísticos como personales. Faye habla de su romance con Marcello Mastroiani y también escuchamos los puntos de vista de algunos colegas de la actriz como Mickey Rourke, con quien actuó en Barfly (1987), “la mejor con quien he trabajado”, asegura Rourke.
Sharon Stone, quien se dice gran amiga de Faye, se conduele de todo lo que tendría que haber pasado Faye en un Hollywood en el que envejecer es un pecado. La voz más importante de todas cuantas ofrece el documental es de su hijo Liam O’Neill, quien habla de la vida atormentada de su madre comparando ciertos momentos de manía con algunos de sus personajes más reconocidos.
En particular, recuerda O’Neill hace alusión a Mommy Dearest (1981), una película camp y exagerada hasta el punto de ser involuntariamente cómica. Faye confiesa que siempre se arrepentirá de haber aceptado el papel.
En todo caso, Faye parece ahora estar representando un papel del que no tiene nada que avergonzarse y que no le exige profundidades emocionales, el de abuela. Un buen destino para una vida tan agitada.
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