Escenario

Godard y los años sin la Nouvelle Vague: la generación perdida y el cine de estilo

SEGUNDA PARTE. Después de mayo de 1968, el cineasta francés buscó nuevas formas de ser provocador, mientras las nuevas generaciones pasaban desapercibidas. En Crónica Escenario seguimos recordando su legado 

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Godard, con la rebeldía en su esencia, se enamoró de los movimientos estudiantiles en las protestas de mayo del 68.

Godard, con la rebeldía en su esencia, se enamoró de los movimientos estudiantiles en las protestas de mayo del 68.

ESPECIAL

Cuando Jean-Luc Godard conoció por primera vez a Anne Wiazemsky, hija de Yvan Wiazemsky, un funcionario internacional, y de Claire Mauriac (quien era hija de François Mauriac), poco se pudo imaginar que tendrían una relación que llegaría en el momento en que el cineasta dejaría de lado su espíritu revolucionario para cambiarlo por otro más provocativo.

Las primeras palabras que recibió de ella fueron: “¡Cretino! ¡Imbécil! ¡Estúpido!”, un día de 1966 cuando se cruzaron en la escalera de un edificio y tropezó con él. Ella tenía 19 años y estaba en el último curso de Bachillerato. Él era 17 años mayor y uno de los directores más importantes del mundo. Meses más tarde de ese raro encuentro, ella le envió una carta para mostrarle su admiración, él quedó cautivado. Ella suspendió su carrera en Filosofía para convertirse en la musa de Godard, y se casó con él en 1967. Claire tuvo un papel protagonista en La Chinoise, el primero en una década de colaboraciones.

Jean-Luc Godard y Anne Wiazemsky.

Jean-Luc Godard y Anne Wiazemsky.

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Eran tiempos de cambios ideológicos y así fue como surgió el amor entre ellos. Godard, con la rebeldía en su esencia, se enamoró de los movimientos estudiantiles en las protestas de mayo del 68. Las calles estaban inundadas de estudiantes que protestaban para acabar con un modelo de sociedad que consideraban obsoleto e injusto. Los cineastas más sensibles apoyaron esta causa prolongando en el mundillo del cine las reivindicaciones de estudiantes y obreros.

Jean-Luc Godard, François Truffaut y Louis Malle, entre otros, se colgaron de las cortinas para impedir que se realizara la función inaugural del Festival de Cannes. Peppermint frappé, una película española de Carlos Saura, con Geraldine Chaplin, que se sumaron a ellos para interrumpir la proyección que iba a comenzar. Godard, al ver a Geraldine sobre el escenario, entendió mal el gesto de la actriz, pues pensó que quería defender su película, y en el forcejeo acabó dándole un puñetazo, que dejó sin un diente a la hija de Charles Chaplin.

Y es que después de ese 3 de mayo de 1968 todo comenzó a cambiar con el surgimiento de un cine político de gran consumo simbolizado por La trilogie de Costa Gavras con Yves Montand y, para entonces, Godard se dio cuenta de algo: con películas no se hacen revoluciones. Por eso en los setenta abandona el cine por el video, y cuando lo retoma en 1979 con Sálvese quien pueda, su producción se encamina por rumbos menos revolucionarios pero igualmente provocativos. Viajó por el mundo, siguió peleando con el sistema desde otras trincheras, rodó películas que se negó a estrenar, como One american movie o British Sounds.

Fotograma de British Sounds.

Fotograma de British Sounds.

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Hacia los años 70 la Nouvelle Vague era historia, pero sus cineastas siguieron haciendo cine aunque con rumbos distintos: Chabrol (El carnicero de 1970, o Les noces rouges de 1973) se limita a realizar producciones donde su potencial no aparece pleno. Eric Rohmer acaba la serie de sus cuentos morales en 1972 y no empezará su nuevo ciclo hasta 1981, rodando durante los 70 sólo adaptaciones literarias muy teatrales. Jacques Rivette haría sólo tres películas en toda la época…

Louis Malle filma la cruda Lancombe Lucien en 1974 criticando el colaboracionismo durante Vichy para después comenzar su larga y fructífera etapa norteamericana. Sólo Alain Renais (Stavisky, 1974 y Providence, 1976) y sobre todo François Truffaut (El pequeño salvaje, 1970; Domicilio Conyugal, 1970; Dos inglesas y el amor, 1971; La noche americana, 1973; La historia íntima de Adele H, 1975; El hombre que amaba el amor, 1977; La habitación verde, 1978) se muestran activos. Las críticas del mundo burgués llegan con las películas de la etapa francesa de Luis Buñuel (Belle de jour o El discreto encanto de la burguesía).

No obstante, más allá de ellos hubo una serie de cineastas que fueron conocidos como la Generación perdida del cine francés, no sólo porque fueron tardíamente reconocidos sino también porque surgieron bajo la acepción de la marginación, de un subjetivismo más propio de siglos pasados.

Fotograma de Anémone, de Philippe Garrel.

Fotograma de Anémone, de Philippe Garrel.

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Después de haber realizado su primer cortometraje a los 16 años, Philippe Garrel debutó en 1967 y 68 con películas extremadamente personales: Anémone y Marie pour mémoire, biografías íntimas. Claude Mauriac, en un artículo elogioso, lo comparó con Godart, Rimbaud y Artaud. Rápidamente, Garrel se giró hacia una estética hermética. Y para 1983 con L’enfant secret regresó a hablar de las cosas de la vida.

La temática de Jean-Marie Straub es seguramente política, pero su trato es bastante agresivo, por su rechazo de todos los códigos narrativos, el mensaje termina por perder al espectador y desorientarlo. También hubo una cineasta con una sensibilidad mucho más melancólica: En 1972, Jean Eustache realizó La maman et la putain, después Mes petites amoureuses, en 1975. En 1978, Une sale histoire escandalizó. Eustache no rodó porque se suicidó en 1981.

El mayor impacto del cine de esa época se debe a la generación de actores que nació. Algunos ya eran famosos desde los 60 como Catherine Deneuve, Alain Delon, Jean-Paul Belmondo y Romy Schneider, pero aparecen otros, como Gerard Depardieu, Michel Piccoli, Michel Serrault, Jean-Pierre Marielle, Jean Rochefort, Anne Giradot, Isabelle Huppert o Fabrice Luchini, entre otros muchos.

Alain Deloin y Jean-Luc Godard en el Festival de Cannes de 1990.

Alain Deloin y Jean-Luc Godard en el Festival de Cannes de 1990.

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El comienzo de los 80 ve nacer un nuevo star system a la francesa con películas que sirven para llenar los cines gracias a sus estrellas. La calidad no está reñida con el modelo, pero a finales de los 90 se notarán sus consecuencias negativas. Nuevos actores aparecen y se unen a los anteriores, como Isabelle Adjani, Sophie Marceau, Juliette Binoche, Philippe Torrenton, Jean Reno

Cuando Jean-Jacques Beineix hizo Diva (1981) puso la chispa del comienzo de la oleada de los años 1980 del cine francés, conocido como el Cine de Estilo que tomó las riendas de la industria en el país, para tratar de competir con las producciones norteamericanas con filmes que favorecían el estilo y espectáculo sobre el contenido y la narración. Las películas que siguieron a este despertar incluyen: 37°2 le matin (1986) por Beineix, El gran azul (1988) por Luc Besson y Los amantes de Pont-Neuf (1991) por Léos Carax.

Godard volvió a un cine más comercial en los 80, donde se reencontró con actores de renombre, pero sin renunciar nunca a la polémica, pues fue censurado en la religiosa Je vous salue Marie. A finales de la década comenzó a trabajar en una serie documental titulada Histoire(s) du cinéma, en la que daría su particular visión sobre la historia del cine en una obra conceptual, llena de imágenes superpuestas y textos, de polémicas y de poesía, para no variar.

Fotograma de Je vous salue Marie.

Fotograma de Je vous salue Marie.

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