“Todo mundo tiene tres vidas: una vida pública, una vida privada y una vida secreta”, con esta cita de Gabriel García Márquez da inicio el documental Joan Baez, I am a noise, dirigido por las amigas personales de la activista y estrella del folk Karen O’ Connor, Miri Navasky y Maeve O‘Boyle, y con el cual se inauguró el pasado jueves el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF, por sus siglas en inglés).
La frase del escritor colombiano resume maravillosamente la forma en que se estructura el documental en torno a la vida de Joan Baez. Si bien es cierto que la cantante publicó su primera autobiografía (Amanecer) a los 27 años, en 1968, en la que hablaba de su niñez, su relación con sus padres, la lucha contra la guerra de Vietnam y la relación con su marido de ese momento, el periodista David Harris, quien estaba en la cárcel por resistirse a hacer el servicio militar, el filme estrenado este año nos presenta unas revelaciones de esos tiempos bastante abrumadoras.
Cabe destacar que en 1987, la cantante lanzó una segunda autobiografía titulada Y una voz para cantar, en la que volvió a adentrarse en sus primeros años y su transformación en una de las cantantes más populares a nivel mundial, además de su destacada imagen como militante ferviente de los años 60.
Para este filme, Joan Baez hace un ejercicio de desahogo con un gran derroche de humildad y transparencia, especialmente al confesar la lucha a lo largo de su larga vida por mantener equilibrio emocional, sus períodos depresivos, el haberse sentido víctima de abuso en su núcleo familiar y no ser capaz de comprobarlo. El filme resulta muy intimista porque incluye películas caseras, diarios íntimos, obras de arte, cintas de terapia y audios de cartas para su familia.
De padre mexicano nacido en Puebla y madre escocesa-norteamericana, a partir de la década de los años sesenta se convirtió en una de las más importantes activistas políticas de Estados Unidos y representante de la canción de protesta. El documental no solo es un recuento de su larguísima carrera de 60 años, también da testimonio de su gira mundial de despedida en 2019.
I am a noise recorre un largo viaje desde la infancia de Joan, la relación con sus padres, con sus dos hermanas. El acceso a su diario personal con letra manuscrita de Joan, pasando lentamente página por aspectos relevantes de su larga vida llevan al espectador a compartir la intimidad de una extraordinario ser humano que no repara en reconocer su fragilidad y donde justamente radica su fuerza.
Contaba con apenas veinte años cuando participaría en aquella legendaria manifestación de agosto de 1963 en que más de 200 mil ciudadanos norteamericanos se pronunciaran por los derechos civiles de la población de color en Estados Unidos y en el que Martin Luther King delante del monumento a Abraham Lincoln pronunciara la frase “tengo un sueño” que ha quedado marcada en la historia.
El documental también narra aspectos de su vida amorosa como su relación con Bob Dylan y cómo ella le promocionó en los tiempos en los que él no era conocido hasta que su fama terminó por superar a la suya. En la cinta, Joan admite sin vueltas que Dylan le rompió el corazón, un tema del que también habló en los encuentros con la prensa en la capital alemana.
“Ya no estamos en contacto pero no importa tanto eso ahora. Cualquier resentimiento que pueda haber tenido durante todos esos años, quedó en la película”, cuenta en el filme. Y relata cómo pudo superar la separación que, según ella, “me rompió el corazón”.
“Un día me puse a pintar un retrato suyo cuando era muy joven. Mientras lo hacía puse su música y de pronto todo mi resentimiento se fue. Le escribí una carta y se lo conté. No puse una dirección para que me contestara ni una dirección de email. Simplemente quería que supiera lo importante que él había sido para mi. Tal vez no le vea nunca más, y eso no me molesta”, le dijo a Variety la cantante.
Entre esos materiales utilizados en el filme hay uno, de 1965, durante una gira por Inglaterra junto a Bob Dylan cuando eran novios. Aquellos días turbulentos quedaron registrados en el excelente documental sobre Dylan, Don't look back. Pero fue en otro documental, el magistral No direction home de Martin Scorsese, donde Dylan asume aquel destrato humano, amoroso y artístico contra Baez: “Supongo que uno no puede estar enamorado y ser sabio al mismo tiempo”, sólo atina a decir a modo de disculpas.
En I am a noise también habla del padre de su único hijo Gabriel Harris, miembro activo de la banda que la acompañaba. Conmovedoras son las imágenes en las que comparte con su anciana madre quien llegó a cumplir los 100 años, una foto con su padre también de avanzada edad, vocalizando con una maestra de canto, haciendo ejercicio para mantenerse en forma, bailando por las calles y reconociendo abiertamente que toda ella… es ruido.
Uno de los momentos más reveladores del filme es cuando Joan y su hermana Mimi sufrieron abuso por parte de su padre, durante su infancia. Y, la cantante lo analiza ahora, desde otra perspectiva pero sin olvidar el dolor por lo sucedido.
La cantante no sabía exactamente qué y cómo se iba a mostrar en el documental. “Así que algunas cosas son sorprendentes y otras no. Y algunas sin duda son dolorosas”, expresó sobre el momento en que recuerda cómo su progenitor besó una vez en la boca a su hermana Mimi Fariña, también una destacada cantante, y detalla sus vagos recuerdos de la ocasión en la que se metió en su propia cama, aunque no tiene pruebas de que haya habido una intención sexual.
Las directoras tuvieron muchas charlas previas con Baez y todas coincidieron en que este era el momento más adecuado para sacar a la luz esa parte de su historia. En el documental, se ve a la familia Baez, demostrándose su afecto, aún en los peores momentos. Y la cantante expresa que, a pesar de todo, hubiera querido cuidar a su padre, como lo hizo con su madre, en sus momentos finales de vida. “Por todo eso, es una historia complicada”, resume.
Las revelaciones sobre su padre surgieron cuando Joan llevó a las documentalistas a un depósito en el que guardaba miles de fotos, cartas y otros recuerdos de su vida, y allí apareció un cassette con una grabación en la que su padre, hijo de un católico que se convirtió en pastor metodista en México y le mudó de país cuando apenas tenía dos años, negaba las acusaciones de acoso sexual de dos de sus hijas. En la entrevista con Variety , Baez señaló:
“Como amo a mi padre, no puedo tolerar esa parte en la que él niega el tema en la grabación. Yo estoy segura que él no sabía que nosotras recordábamos esas cosas. Fue algo muy difícil para mi pero dejé que las directoras decidieran qué dejar en la película. Algunas cosas me sorprendieron, otras no, pero fueron dolorosas”, dijo, agregando que era algo de lo que no hubiera podido hablar si sus padres y su hermana hubieran estado vivos.
Karen O’Connor, una de las realizadoras, explicó en la misma entrevista que para incluir esas revelaciones era imprescindible que el espectador tuviese un contexto: “Se podría haber convertido en algo sensacionalista e innecesario. Quisimos mostrar que fue parte de los conflictos de Joan”, dijo.
“En la película se puede ver como desde su más temprana infancia sufrió ataques de pánico que le dejaban inmóvil. Teníamos que compartirlo de una manera considerada, cuidadosa, honesta y tan justa como se pudiera”, añadió, lo cual explica por qué el filme rescata el amor de Joan hacia su padre, Albert Báez, nacido en Puebla, un físico y profesor universitario que trabajó para la UNESCO y desarrolló el microscopio de rayos X que se sigue usando en la actualidad.
Finalmente, Baez destaca que lo dicho en el documental también es un ejercicio de confianza con las cineastas: “Probablemente no hubiera sucedido de otra manera, y lo veo como si fuera una especie de tercer libro de memorias. He escrito uno en mis veinte años y otro en mis treinta. Probablemente lo que cuenta el documental es lo que hubiera pasado si hubiera escrito un nuevo libro de memorias en este momento de mi vida”, expresó.
En cuanto a su futuro musical, Joan Baez cree que ya no volverá a un escenario, luego de su última gira y dijo: “Volví a casa y nunca más volví a tocar la guitarra. La colgué en la pared, y he cantado bajo presión un par de veces, pero realmente me metí en otras cosas. Ahora estoy dibujando y pintando”, concluyó.
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