Escenario

‘Oppenheimer’: De dioses y monstruos

CORTE Y QUEDA. El más reciente filme de Christopher Nolan se coloca como una de las grandes joyas del año metiendo a la audiencia en la mente del padre de la bomba atómica

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Imagen del filme.

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Cortesía

Actualmente, Christopher Nolan es de los pocos directores hollywoodenses que pueden conciliar la mirada autoral con la intención comercial, creando obras espectaculares pero también ricas en profundidad y reflexión. Particularmente sus últimos trabajos reúnen los elementos para calificar como atractivos blockbusters veraniegos, pero también logran un buen consenso por parte de la crítica y, desde luego, figuran siempre en la temporada de premios y obtienen nominaciones al Oscar. Oppenheimer, su nuevo largometraje, sin duda cumple también con todas esas características.

De nueva cuenta el cineasta vuelve a abordar un tema histórico, y de nueva cuenta también dicho tema tiene que ver con la Segunda Guerra Mundial. En este caso, se centra en un personaje polémico, contradictorio y con muchas aristas: Robert Oppenheimer, el denominado padre de la bomba atómica.

Basándose en el libro American Prometheus: The triumph and tragedy of J. Robert Oppenheimer, escrito por Kai Bird y Martin J. Sherwin, Nolan desarrolla un guion en torno a él, el cual abarca desde sus años formativos como físico; pasando por sus encuentros con otros renombrados científicos como Albert Einstein, Niels Bohr y Werner Heisenberg; y su posterior involucramiento en el Proyecto Manhattan con el que los Estados Unidos buscaban obtener un arma definitiva para detener a los nazis y sus aliados y terminar con la guerra de una vez por todas, dando como resultado la creación del primer prototipo de una bomba nuclear, el cual sería empleado en Hiroshima y Nagasaki.

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EFE/Patricia Rodríguez en Londres
Fotograma de ‘Oppenheimer’.

Dicho argumento se enfoca en esa parte de su historia, así como en lo que ocurriría posteriormente, al fin de la Segunda Guerra y el inicio de la Guerra Fría de Estados Unidos en contra de los comunistas, y en la cual Oppenheimer (interpretado aquí por un Cillian Murphy de rostro perpetuamente enigmático) por sus posturas divergentes al ánimo armamentista, será señalado y se verá involucrado en la caza de brujas macartista, siendo acusado principalmente por el empresario y político Lewis Strauss (Robert Downey Jr.), quien inicia una cruzada en contra de Robert.

Estos eventos son relatados siempre en primera persona y de forma no lineal, y valiéndose de dos perspectivas: por un lado, la histórica en la cual se representan los hechos tratando de apegarse a cómo ocurrieron realmente, y por otro lado (el cual da pie a la parte más inventiva del filme) mostradas desde la perspectiva y los pensamientos del personaje, dejando ver sus sentires, reflexiones y abstracciones. Todo ello sutilmente diferenciado por la alternancia de escenas en blanco y negro con otras en color, creadas por el cinefotógrafo neerlandés-sueco Hoyte van Hoytema, quien se ha hecho cargo de la cinematografía de los últimos trabajos de Nolan.

Desde luego, y al igual que en otras obras previas del realizador, esta también cuenta con un elenco de primer nivel y muy ecléctico quienes interpretan personajes claves -o incluso secundarios- confiriendo fuerza coral al filme: Emily Blunt, Matt Damon, Florence Pugh, Rami Malek, Benny Safdie, Josh Hartnett, Dane DeHaan, Kenneth Branagh, Gary Oldman, Casey Affleck, Jason Clarke, Tom Conti, Matthias Schweighöfer y James D'Arcy se encuentran aquí presentes entre muchos otros.

Imagen del filme.

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Especial

Tan complejo y un tanto laberíntico como su narración, resulta ser el retrato de su protagonista principal con el cual, desde el inicio, se establecen paralelismos con el mito de Prometeo, aquel quien le otorgase el fuego a los hombres y luego fuese castigado por los dioses a causa de ello.

De igual forma, Oppenheimer (a la cabeza de un grupo de científicos y técnicos) le da a los hombres la capacidad para destruir y autodestruirse. Y su castigo es autoinfligido: cargar con la culpa de sus acciones, e intentar expiarla asumiendo una postura pacifista, buscando siempre evitar una conflagración nuclear. Postura que fue aplaudida por unos, objetada por otros, y repudiada por otros tantos más, y que posteriormente le acarrearía toda serie de problemas y acusaciones.

Tales paralelismos, así como las contradicciones del personaje son explotadas estupendamente por el nada convencional biopic de Nolan, ya que vemos por un lado a un Robert fascinado por el universo cuántico, imaginando partículas y explosiones de átomos, hambriento de explorar y de descubrir cosas en su campo de especialidad; y quien luego se torna deseoso de obtener reconocimiento impulsándolo a crear un artefacto de destrucción masiva. Al revelarse los horrores producidos por este último, Oppenheimer deja de sentir el orgullo de haber probado sus teorías y creado con ello algo formidable, pasando a sentirse arrepentido al haberse tornado un tanto sin desearlo, en un “destructor de mundos” como fue calificado.

Y ese conflicto interno es el combustible el cual no solo alimenta al filme, sino que le confiere un tono oscuro y pesimista. Porque el personaje se ha dado cuenta de que ha pasado de ser un dios, para convertirse en un monstruo. Y ello lo hace no solo tratar de enmendar de alguna forma el daño que siente ha hecho, sino asumir estoicamente el desprestigio y el escarnio público los cuales se ciernen posteriormente sobre él, y aceptarlos como una especie de merecida penitencia por ello. Y ese sentimiento le acompaña (al igual que al espectador), hasta el último minuto de la película, no exenta de giros sorpresivos, propios del sello Nolan.

Todo ello aunado a la perfección técnica a la que el director nos tiene ya acostumbrados (producto especialmente de las colaboraciones del mencionado van Hoytema, del diseño de arte de Samantha Englender y Anthony D. Parrillo, de la editora Jennifer Lame y el compositor Ludwig Göransson), hacen de Oppenheimer una obra hipnótica, profunda, envolvente e incluso filosófica. Sin duda el blockbuster más destacado y brillante de esta temporada veraniega, el cual constituye una especie de isla salvadora que destaca en medio del mar inacabable de secuelas y continuaciones de franquicias las cuales ya empiezan a hartar un poco al respetable. Y desde luego, seguramente figurará en la próxima temporada de premios.

Un último consejo al espectador: si es posible, se recomienda verla en pantallas IMAX, porque el largometraje fue filmado en su totalidad usando ese formato, y verlo así permitirá apreciar mejor la experiencia y hacerla más inmersiva y satisfactoria. Por otra parte, existe la opinión ofrecida por la Cineteca Nacional institución que exhibirá el filme en una versión de 35 mm, por tiempo limitado.