El nuevo filme del cineasta mexicano Luis Mandoki (Voces inocentes, Fraude: México 2006, La vida precoz y breve de Sabina Rivas) combina el cine de horror y espantos, con el thriller psicológico, para contar la historia de un hombre atormentando por su pasado… y por las presencias siniestras aludidas en el título.
El personaje en cuestión es Víctor (Alberto Ammann), un hombre aquejado de insomnio, y acosado por pesadillas recurrentes que recrean un traumático suceso de su infancia, a raíz del cual su hermana Alma (Leo Danse Alos) fallece trágicamente. En sus recuerdos (y pesadillas), él ve claramente como “algo” surgido de las profundidades de un lago, la jaló hacia el fondo -y hacia su muerte- mientras ambos nadaban plácidamente allí.
Tras años de terapia, Víctor decide regresar en compañía de su pareja Alicia (Andrea Santibáñez), a una vieja, pero acogedora cabaña familiar, cercana al lugar donde ocurrió el deceso de su hermana. Además de los dolorosos recuerdos, el pasado alcanza al joven de una forma inesperada, y descubre que el apellido de su familia no es muy querido por los habitantes de la región, en especial por Don Jaime (Gerardo Taracena), campesino quien les tiene especial encono, y señala a su padre como responsable de la muerte de su cónyuge.
Esa noche, la pareja intenta (a pesar de todo) pasarla tranquila y agradablemente, y él le obsequia a ella una reliquia familiar, y ella a su vez intenta darle una gran noticia. Pero su velada es violentamente interrumpida por un inesperado ataque a raíz del cual Alicia pierde la vida de forma brutal y el protagonista queda inconsciente y gravemente lesionado, tras caer por la ventana de una habitación ubicada en la planta alta.
Cuando Victor vuelve en sí en el hospital y es informado de lo sucedido, se viene abajo y desea con desesperación saber la identidad del responsable del ataque. Consternado, descubre que el agente federal quien lleva el caso no tiene ni a un sospechoso ni pistas las cuales apunten en alguna dirección. Pero además, cuando vuelve a la escena del crimen, la policía local ya ha dejado de investigar y se niegan a apoyarle a llegar al fondo del asunto, y casi toda la comunidad se muestra abiertamente hostil hacia él. Para colmo, el medallón obsequiado a Alicia la víspera de su asesinato, no aparece por ningún lado.
Así, el joven decide investigar por su cuenta, apoyado solamente por su hermano Manolo (Daniel Mandoki), y por Paulina (Yalitza Aparicio) la amable encargada de una tiendita del poblado. Sus pesquisas lo llevan a descubrir que una menor (integrante de la familia de Don Jaime), de forma incomprensible está involucrada en el hecho. Y mientras intenta averiguar lo acaecido esa noche, y cual es papel que la menor desempeña en ello, comienza a ser víctima de una serie de hechos raros y atemorizantes, y al mismo tiempo es acosado por visiones de seres escalofriantes, salidos al parecer de una horrenda pesadilla.
Aunque en cuestiones técnicas, la película resulta muy decorosa (una estupenda fotografía producto del diestro ojo del francés Philip Lozano, un diseño sonoro detallado hasta niveles desquiciantes, etc.), es en su premisa, su argumento y su puesta donde yacen los puntos débiles de Presencias.
Además de incoherente, contradictorio y lleno de agujeros argumentales, el guion desarrollado por Olivia Bond abusa de los lugares comunes del cine de género, tomando prestados personajes y referencias de cintas que van desde El exorcista (Friedkin, 1973) pasando por Viernes 13 (Cunningham, 1980) y Pesadilla en la calle de infierno (Craven, 1984), hasta llegar a figuras y recursos propios del cine de horror oriental, e intenta meterlos todos con calzador en el contexto de un entorno rural mexicano. Quizás tal mezcolanza no sería mala si hubiese una lógica mínima que pudiese justificar su presencia allí, cosa de la cual el largometraje adolece. Y la revelación final, donde se pretende conectar esos puntos no solo resulta insuficiente, sino muy chapucera.
Pero lo más terrible de la obra viene a ser la realización del propio Luis Mandoki, quien se muestra muy errático al momento de dirigir actores, desembocando en un nivel de actuaciones desigual y muy por debajo de lo deseado, con algunas interpretaciones de que tan malas, resultan de antología: exageradas y con un insoportable tono melodramático análogo al de cualquier telenovela de baja estofa.
En el mismo tenor, y a pesar de que Mandoki ha mostrado en el pasado tener cierta destreza para manejar suspenso, (probada en filmes como Motel, Mirada de Ángel o Acorralada), aquí demuestra una inaudita impericia para manejar los resortes propios del género de terror, quedándose en burdas emulaciones y caricaturas de los mismos, y nunca consigue darle forma y sentido a un argumento el cual, de entrada, carece de ambas.
Presencias es un pastiche totalmente derivativo y lamentable, el cual puede ser fácilmente superado por cualquier producto de cine de clase B realizado por un cineasta amateur o mundialmente desconocido. Cuesta trabajo reconocer el oficio del cineasta titular en este que sin duda es su mayor descalabro a la fecha, y además una de las peores películas mexicanas estrenadas este año.
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