The Strokes en el Foro Sol: Reencuentro generacional para una adolescencia perpetua
La banda estadounidense finalmente sacó la espina que dejó su presentación durante el festival Corona Capital 2019
cobertura
Sudaderas y camisas estampadas con el diseño de The New Abnormal comenzaron a sobresalir entre las playeras negras que, a la altura del pecho, portaban el icónico logo de The Strokes con el nombre de la banda encerrado dentro de un semi círculo azul con destellos plateados.
Otros más vestían una especie de jersey guinda con marrón que al reverso contenía el nombre Julian Casablancas en color blanco.
La tarde aún era joven cuando las puertas del Foro Sol se abrieron; los anuncios y flyers en redes sociales indicaron que el acceso se daría a partir de las 16:30 horas, aunque el primer acto, orquestado por Mac DeMarco, no se llevaría a cabo sino hasta después de las 18:30 horas —porque cuando la pasión y la melancolía se juntan, no hay cartera [ni tiempo] que repare en gastos—.
Según algunos comerciantes al interior del venue, los vasos de edición del evento se agotaron durante la primera hora de abrir las puertas; aunque algunos abusados vendedores —verdaderos tiburones— previeron la situación dosificando la cantidad de estos durante el evento; no faltaron los despistados asistentes y ‘stans’ [fans obsesivos] dispuestos a ofrecer una cantidad mayor al costo oficial de la bebida [120 pesos mexicanos] con tal de conseguir el codiciado souvenir. Mientras que en los stands de la mercancía oficial, alguna telaraña se habrá posado sobre las playeras [costo: $500 - $600].
No obstante, nada de eso importó cuando arribó el mencionado primer acto, Mac DeMarco; el multiinstrumentista y productor canadiense encendió la tarde al caer el sol con sus peculiares líricas melancólicas y biográficas, que exploran profundos sentimientos de añoranza.
Secundó la esperada agrupación estadounidense liderada por Adam Granduciel, The War on Drugs, que llegó a la Ciudad de México con nuevo álbum bajo el brazo; su quinto material de estudio I Don't Live Here Anymore, lanzado el año pasado, el cual ha recibido una buena respuesta por parte de la crítica, considerándolo uno de los mejores de la banda, por la evolución que denota.
Aunado al extraordinario ambiente que ya se respiraba, cortesía de los proyectos anteriores, las siluetas de Julian Casablancas, Nick Valensi, Albert Hammond Jr., Fabrizio Moretti y Nikolai Fraiture se dibujaron al subir al escenario, en contraste con las luces azules; mientras la pantalla del fondo proyectaba el ya mencionado icónico logo de la banda. De inmediato comenzó a sonar “Bad decisions” de su ganador del Grammy, The New Abnormal [2020].
Sin mayor preámbulo —para no sacar de contexto los constantes intentos de hablar español y el extraño inglés que suele protagonizar el estado de Casablancas arriba del escenario—, el quinteto retrocedió 17 años en el tiempo para sonar uno de sus éxitos, “Juicebox”, con el que dieron esas “primeras impresiones de la Tierra”.
Alternando viajes al pasado, sonaron “Eternal summer”, “Brooklyn bridge to chorus”, “The adults are talking”, “Selfless”, “Ode to the mets”, “At the door”, de su reciente material; junto a temas como “New York city cops”, “Hard to explain”, “Someday” —con el que, tres chicas a mi costado, comenzaron a saltar eufóricas, abrazándose para formar un círculo que comenzó a girar con ellas tomadas de las manos—, “Trying your luck” y “Take it or leave it” del Is This It [2001].
Para saltar dos años adelante con un bloque de canciones que nos recordaron a otro de sus emblemáticos álbumes, Room on Fire [2003], con las canciones “What ever happened?”, “Reptilia” y “Under control”. Del que, más tarde también se escuchó “Between love and hate”.
Y con dos pasos más, llegamos a First Impressions of Earth [2005] de la mano de “Heart in a cage”, “Electricityscape” y “You only live once”. Aunque, por supuesto, tampoco pudo faltar “Under cover of darkness” [Angles, 2011].
Nota personal:
Durante una noche todas esas imágenes volvieron a recorrer mi mente mientras las canciones transcurrían. Converse rotos, pantalones desgarrados, playeras decoloradas y cabellos alborotados, patinetas, gorras y sudaderas; los abrazos de costado sobre el cuello, las risas, ¡qué risas!, secretos al oído, comentarios imprudentes, miradas provocadoras, manos sudadas…
Pero sobre todo, esa sensación expectante por un mundo desconocido que, irónicamente, es al que, al parecer, algunos deseamos volver de vez en cuando; para sonreír como antes, para abrazarnos como antes o simplemente para bailar sin pudor y, por una noche, volver a disfrutar como cuando éramos adolescentes.