Escenario

‘Vicenta B.’, la santería en ayuda de las cubanas que ven escapar a sus hijos

COBERTURA. El director Carlos Lechuga, cuya abuela era echadora de cartas, tuvo que buscar una historia muy personal para poder volver a rodar en Cuba tras verse sometido a un periodo de censura

Mujer afroamericana mirando hacia un lado con expresión seria
Fotograma de Vicenta B., ovacionada en San Sebastián. Fotograma de Vicenta B., ovacionada en San Sebastián. (ESPECIAL)

La santería como bálsamo para la soledad de las madres cubanas que pierden a sus hijos, bien porque se van de la isla o bien porque se queman en ella, centra el argumento de la película Vicenta B., que este domingo recibió una ovación en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián.

Dirigida por el cubano Carlos Lechuga, está protagonizada por la magnética Linnett Hernández Valdés, en el papel de una poderosa santera que quiere ayudar a los demás y con ello descuida su vida personal, pero que pierde su don cuando sus preocupaciones le sobrepasan.

“Cuando la realidad te golpea, no valen copas ni barajas, es muy difícil mantener la fe”, remarcó Lechuga en el coloquio posterior a la película.

El director, cuya abuela era echadora de cartas, tuvo que buscar una historia muy personal para poder volver a rodar en Cuba tras verse sometido a un periodo de censura y vigilancia por su anterior película, Santa y Andrés (2016), que relataba la amistad entre una campesina revolucionaria y un escritor gay al que tiene que vigilar durante tres días consecutivos.

El resultado fue el guión de Vicenta B., donde no hay ni rastro de discurso ideológico. Sin embargo, su autor cree que es una película “bien política, porque todo en Cuba es político”, como señaló en el coloquio posterior a la proyección.

Así, deja claro que jóvenes de la isla se ven obligados a elegir entre desarraigarse y dejar atrás a sus familias para trabajar en el extranjero, o quedarse y vivir en una situación deprimente y de penuria, y con ello quemarse, lo que ha convertido al país en una “isla de ancianos”, dijo el director.

Cuando Lechuga rodaba la película, en el peor momento de la pandemia, acompañó a su madre a vacunarse contra el covid y observó como la mayoría de los que esperaban a vacunarse después eran personas mayores sin nadie a su lado.

“El mayor daño que ha ocurrido en Cuba es el daño a la familia, han separado a las familias, a los ancianos de los jóvenes que no tienen posibilidades en la isla. Esta es una película de madres solas con hijos que o se van o se queman”, remarcó, tras lo que pidió libertad para los presos políticos en Cuba.

HOMENAJE A LA MUJER NEGRA Y SANTERA CUBANA

La actriz Linnett Hernández Valdés, cubana residente en París, confesó que ha sido el rol más difícil que ha asumido en su carrera, en la que destacan títulos como Cartagena, junto a Sophie Marceau y Christopher Lambert, o Del amor y otros demonios, así como numerosas obras teatrales.

La actriz confesó que ella sí cree que “cosas sobrenaturales, espíritus que nos acompañan” y que, como se señala en la película, “un objeto, una piedra, un pedazo de madera, te puede transmitir un montón de cosas, sobre todo paz contigo mismo”.

En el filme se relata que igual que los esclavos encontraron consuelo en los dioses cuando les arrancaron de África para llevarles a Cuba, o se quitaron la vida desesperados, ahora muchos de sus descendientes se agarran a la fe en una mezcla de cristianismo, religiones africanas, espiritismo y adivinación para suavizar sus condiciones de vida.

Para preparar su papel, tanto en París como en Cuba, la actriz acudió a tarotistas y cartománticas. “Me contaban cómo tiraban las cartas, hablaban, se conectaban con esos espíritus. Para mí este es sobre todo un homenaje a la mujer negra y santera cubana”, concluyó entre aplausos.

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