¿Por qué DeSantis declara la guerra a los que luchan contra el cambio climático?: Anatomía de un negacionista
El gobernador de Florida se ha convertido en la punta de lanza del movimiento que se opone a combatir el calentamiento global y se niega a entrar en razón
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El gobernador de Florida, Ron DeSantis, firmó el miércoles una iniciativa que no sólo niega el cambio climático, sino que fomentará el uso de gas como combustible y prohibirá la inversión en centrales eólicas en el mar, pese al enorme potencial en generación eléctrica por sus vientos casi constantes en uno de los estados con más costa de Estados Unidos.
“Estamos restaurando la cordura en nuestro enfoque energético y rechazando la agenda de los fanáticos verdes radicales”, dijo DeSantis en un mensaje desafiante en la red social X, en el que deja claro que los enfermos mentales y los intransigentes son la práctica totalidad de los científicos, los ecologistas, activistas y gobernantes de más del 90% del planeta —incluido el presidente de EU, Joe Biden—, que conspiran, según el gobernador, para destruir la industria del petróleo y el carbón, a la que rinden pleitesía porque son grandes donantes del Partido Republicano, como en su día lo fue la industria del tabaco o lo sigue siendo la industria de las armas.
La iniciativa, que entrará en vigor el 1 de julio, también elimina el requisito de que las agencias gubernamentales lleven a cabo conferencias y reuniones en hoteles certificados como “alojamientos ecológicos” por la agencia medioambiental del estado, y que las agencias gubernamentales den prioridad a la eficiencia energética en la compra de nuevos vehículos.
Además, pone fin al requisito de que las agencias estatales de Florida consulten una lista de productos “respetuosos con el clima” antes de realizar sus compras.
Sin esperar a que la ofensiva anticlimática entre en vigor en mes y medio, la web del Gobierno de Florida ya ha eliminado de su apartado sobre Recursos Energéticos la frase que señalaba que "los impactos del cambio climático global pueden reducirse a través de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero".
¿Calor récord? Sí, ¿Y?
El mismo día que el gobernador republicano borró de toda documentación oficial la palabra “cambio climático!”, como si así dejara de existir el problema. Florida sufría una ola de calor con temperaturas récord, como en Cayo Largo, donde la combinación de humedad y calor creó una sensación térmica de 46.6° centígrados, un récord histórico.
Y como el calentamiento global no entiende fronteras, al otro lado del estrecho de Florida, en la isla de Cuba se batió otro récord alarmante: por primera vez desde que hay registros, la isla alcanzó los 40 grados y ocurrió sólo un día, sino dos veces, como si fuera un presagio apocalíptico de que esta va a ser la nueva realidad, como ya la están viviendo los millones de brasileños afectados por las inundaciones históricas en el sur del país o los enormes incendios en Canadá, cuya temporada se adelanta año con año.
El miércoles de la firma, prácticamente en todas las ciudades de Florida se alcanzaron temperaturas propias de verano, cumpliendo así el peor pronóstico de los expertos, que temen una temporada de huracanes particularmente intensa y destructiva, debido a este inusual calentamiento temprano de las aguas del golfo de México, del Caribe y del Atlántico.
Pero, ¿qué se puede esperar de un gobernador que negó también la gravedad de la pandemia, contribuyó a difundir el bulo de que las vacunas contra la covid-19 eran inocuas o incluso dañinas e hizo todo lo posible para que no se distribuyeran masivamente en el estado? ¿Por qué precisamente el gobernador de Florida, uno de los estados más vulnerables al cambio climático, por su exposición directa a huracanes y con gran parte de su territorio casi al nivel del mar, es el que echa más leña al fuego del negacionismo? Y la pregunta clave: ¿Por qué hay tantos negacionistas no cambian de opinión aunque se demuestre que están equivocados?
El efecto “mancha de aceite”
Dolores Albarracín, profesora de psicología social de la Universidad de Illinois, explica el negacionismo con el siguiente símil: “El negacionismo es como una mancha de aceite: es más fácil manchar que quitar la mancha”, sobre todo si esa mancha “coincide con nuestra visión del mundo, con nuestra escala de valores”, lo que hace que sea mucho más difícil eliminarla, y en muchos casos, imposible.
Explicado así, ¿quién no se ha aferrado a una mentira, a sabiendas de que no era cierto o no tenía suficientes elementos para defender su postura?. El problema es cuando el negacionista está en una situación de poder y lo ejercita para imponer sus dogmas (verdades absolutas), sin importarle que sean ciertas o no, o el daño que puedan provocar. Un ejemplo sangrante sobre el efecto perverso del negacionismo fue la industria farmacéutica estadounidense, que durante décadas negó que analgésicos potentes como Oxycontin o Vicodin contuviera opioides y la consecuencia fue que cientos de miles de estadounidenses se convirtieron en drogadictos.
En el caso de DeSantis, su visión del mundo no sólo consiste en identificar quiénes son sus enemigos, sino en atacarlos sin piedad, y en su caso, sin lógica. El enemigo del gobernador Florida es lo que el mundo ultraconservador denomina despectivamente como la ideología o el movimiento “woke”, cuyo origen se remonta al “despertar” de los negros para denunciar hechos discriminatorios raciales. Con el tiempo pasó a englobar cualquier forma de estar “alerta” contra la injusticia, pero casi de inmediato la derecha contraatacó imponiendo el vocablo “antiwoke”, para burlarse o atacar toda forma de activismo que amenace su mundo tradicional, conservador y supremacista blanco: las minorías raciales, los grupos antiarmas, los movimientos homosexuales o feministas, o los liberales progresistas, a los que directamente llaman “comunistas”.
El último frente de batalla es contra los ambientalistas y, dada su trayectoria intransigente, nada lo hará cambiar de opinión, como tampoco cambiarán de opinión la mayoría de sus votantes… aunque se empiecen a inundar sus casas con la subida inexorable del nivel del mar.