
El simple hecho que sea noticia de portada la Cumbre de los BRICS, cuando antes no pasaba de ser un poco mediático “club de amigos de países lejanos”, escenifica mejor que nada la importancia que ha cobrado este grupo de potencias emergentes, formado por Brasil, Rusia, India, China (fundadores en 2006) y Sudáfrica (que ingresó en 2010), y que en conjunto suma el 18% del comercio mundial.
Que además, al menos 20 países hayan solicitado su ingreso —incluyendo potencias demográficas como Indonesia, Nigeria y Egipto, y otras ricas en materias primas y carburantes, como Argentina, Arabia Saudí o Irán—, deja claro la relevancia de un club nacido con la intención de plantar cara a la supremacía económica y financiera de Estados Unidos —Washington es sede del FMI y del Banco Mundial— y de intentar acabar con la hegemonía del dólar para las transacciones comerciales globales.
Pero, ¿qué ha ocurrido para que se haya convertido en el club internacional de moda, que convierte al G7 en un atimpatico club elitista occidental, cerrado a quien toque la puerta?
Se juntan varios factores, pero no se entendería su éxito por los siguientes factores. A largo plazo, por el enorme crecimiento sostenido de China en las últimas décadas, al que se unió India en los últimos años con increíble vigor; a medio plazo, por la necesidad de China de buscar nuevos socios, luego de que el presidente de EU, Donald Trump le declarase la guerra comercial a Pekín, misma que ha mantenido su sucesor, Joe Biden; y finalmente, a corto plazo, por la necesidad de Rusia de vender su petróleo y gas a Pekín y Nueva Delhi, luego del veto de Occidente y las duras sanciones a Moscú por invadir Ucrania; y por último, por el reciente regreso al poder en Brasil de Lula da Silva, un entusiasta de lo que llama el “Sur Global”, como alternativa al “Norte Occidental”.
Pero, lo que realmente insufló de vida al grupo de los BRICS fue la decisión de crear un Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), una especie de Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que ha servido para facilitar e impulsar el comercio entre las cinco potencias emergentes; y lo más significativo, para hacer muchas de sus transacciones comerciales en algunas de sus monedas nacionales.
El presidente Vladimir Putin —quien se quedó en el Kremlin para no sufrir la humillación de ser arrestado y entregado por crímenes de guerra a la Corte Penal Internacional (CPI), a la que pertenece Sudáfrica— felicitó desde una pantalla a sus camaradas en la Cumbre de Johannesburgo —Lula da Silva, el indio Narendra Modi y el anfitrión, Cyril Raphamosa (el chino Xi Jinping no había llegado aún)— por el hito de que el “el porcentaje del dólar en las operaciones de exportación e importación en el marco de BRICS disminuyó a sólo el 28.7% en 2022".
Con mayor euforia que el zorruno líder ruso, Lula llegó a la cumbre con el objetivo de que se apruebe la “desdolarización” lo antes posible y lo hizo con el siguiente argumento: ¿Por qué hago negocios con China y necesito el dólar? Brasil y China tienen el tamaño suficiente para hacer negocios con sus monedas o en otra unidad de referencia", indicó y añadió que las economías emergentes "no pueden estar dependiendo de un único país que tiene dólares" y "estar obligados a vivir las fluctuaciones" de esa divisa y de los vaivenes de la Reserva Federal.
Y hasta aquí las buenas noticias
Independientemente del hecho vergonzoso de que uno de sus principales líderes, Putin, se acusado por el Tribunal de La Haya como un criminal de guerra, por las atrocidades cometidas por los invasores rusos contra el pueblo ucraniano, la dos mayores economías de los BRICS están sufriendo serios problemas.
China, que aspira a convertirse en la primera superpotencia, lleva semanas emitiendo señales muy preocupantes sobre un inminente estallido de la burbuja inmobiliaria, uno de los pilares de la expansión del gigante asiático, lo que acabaría contagiando a otros sectores. Un hecho revelador es que el régimen comunista decidió recientemente dejar de publicar datos sobre el desempleo juvenil, para no quedar en evidencia ante el mundo ni espolear el descontento de una población china, que ya se atrevió a protestar en la calle contra los confinamientos por COVID y logró que el duro régimen diera marcha atrás.
Asimismo, Rusia está sufriendo finalmente los efectos de las sanciones occidentales, tras casi agotar sus reservas, por los gastos de la guerra y por las subvenciones del gobierno para mantener contenta a la población. El rublo sobrepasó la barrera psicológica de las 100 unidades por unidad, lo que obligó al Banco Central a disparar la tasas de interés y así intentar contener la escalada de la inflación.
Por otro lado, Rusia y China nfrentan un serio problema demográfico, que dañara su consumo interno y mano de obra disponible. En el otro extremo, India, donde la población crece sin parar y donde la disputa territorial en el Tibet con China es un conflicto latente que podría estallar en cualquier momento bajo el empoderado liderazgo del nacionalista hindú Modi, que, entre otras cosas, ve con recelo la alianza estratégica de China con la “enemiga Pakistán”.
Pero hay problemas mucho más cercanos en el tiempo, por ejemplo, el fallido intento de Lula da Silva de que Argentina saliera de esta cumbre como miembro del club BRICS. En cuanto llegó a Buenos Aires la noticia de que ni siquiera el banco BRICS le iba conceder un préstamo ventajoso, como solicitó formalmente el líder izquierdista brasileño (el más interesado de que su socio del Mercosur salga del hoyo), el presidente Alberto Fernández canceló bruscamente su viaje a Sudáfrica.
La razón para el desplante de los otros socios de Lula es que no quieren aspirantes con una deuda billonaria o que sus economías sean una carga, como el caso de Cuba. Sería un milagro que el presidente de la dictadura caribeña, Miguel Díaz Canel, sonriente invitado en la cumbre, regrese con una membresía de nuevo socio, que sólo se explicaría por un deseo expreso de rusos y chinos de vengarse de los “imperialistas yanquis”.
En cuanto al deseo de Lula de una moneda común del BRICS, los analistas apuntan a que correría el mismo destino que cuando propuso una moneda sudamericana o latinoamericana: la nada. El presidente mexicano, Andrés Manuel Lopez Obrador, la descartó de plano en su momento y Argentina, el principal socio comercial de Brasil, camina en sentido inverso, a la dolarización, si en otoño gana las elecciones presidenciales el ultraliberal Javier Milei.
Llegados a este punto, ¿qué pinta México en esta historia? Como dijo López Obrador recientemente: nada.
Cerca de EU; cerca del nearshoring
El gobierno mexicano lo ha negado dos veces. En cuanto Sudáfrica, anfitrión de la cumbre de los BRICS, sugirió hace dos semanas que México estaba entre los países que habían solicitado su admisión en el club de potencias emergentes, la canciller, Alicia Bárcenas, negó tal información.
Inmediatamente después y para que no quede margen de duda, el líder morenista hizo la siguiente declaración: “Por razones económicas, de vecindad, de geopolítica, nosotros vamos a continuar fortaleciendo la alianza de América del Norte. Nuestra propuesta es fortalecer el tratado con Estados Unidos y Canadá, consolidarlos como región, fortalecernos, ayudarnos mutuamente, complementarnos, que se comparta la inversión, la tecnología, la fuerza de trabajo, las capacidades de los obreros de los tres países, que se mejoren los salarios, y que se consolide América del Norte. Eso es lo primero”, dijo el mandatario. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Pero si esto no es suficiente, una montaña de datos confirman la excelente relación comercial de México y Estados Unidos.
Por primera vez en casi dos décadas, México lideró las exportaciones de manufacturas a EU durante el primer trimestre de 2023, con envíos por 101,168 millones de dólares, superando a China que bajó del primer puesto al tercero con ventas de 98,812 millones, siendo superada también por Canadá, y confirmado de esta manera la pujanza del T-MEC, pese a la creciente sentimiento antimexicano de los republicanos.
Pero el factor que ya está revolucionando la economía mexicana y consolidará el papel de potencia económica mundial, sin necesidad de tocar la puerta de los BRICS, se llama nearshoring, que no es sino la externalización de empresas que transfieren parte de su producción a terceros países, pero con la condición de que estén localizados en destinos cercanos y con una zona horaria semejante.
Datos de este mismo martes del INEGI, día de la inauguración de la Cumbre de los BRICS en la lejana Johannesburgo anuncian que el traslado de empresas estadounidenses al norte de México (muchas procedentes de China, donde han cerrado sus plantas) ha disparado la cifra de trabajadores bien remunerados en la industria maquiladora hasta los 3 millones 348 mil, la cifra más alta desde que hay registros disponibles, y fue mayor en 109 mil plazas a las reportadas hace un año.
Además, el crecimiento del nearshoring impulsará las exportaciones en México en 35,300 millones de dólares, este año de acuerdo a una proyección del Banco Interamericano de Desarrollo, (BID), casi la mitad del mercado global, que será de 78 mil millones de dólares, lo que garantiza, según un estudio de Deloitte, que las exportaciones mexicanas crecerán a una tasa anual compuesta de 10.31% de 2021 a 2025.
Con estos datos en la mano ¿quién necesita un BRICS en su vida?
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