Nacional

Omisiones, zigzagueos y maquillajes, en el registro de Sheinbaum como precandidata a la Presidencia

Ahí estaban todos, con el cuello estirado para salir en la foto: gobernadores y suspirantes, coordinadores y busca chambas, sumados a las porras; a excepción de Marcelo Ebrard, quien envió como representante a un legislador de medio pelo.

Claudia Sheinbaum, precandidata única de la alianza Sigamos Haciendo Historia/CUARTOSCURO/

Claudia Sheinbaum, precandidata única de la alianza Sigamos Haciendo Historia/CUARTOSCURO/

Daniel Augusto

Aferrada a la metáfora de “construir un segundo piso”, Claudia Sheinbaum hiló un discurso con palabras redundantes sobre la continuidad de la 4T: seguiré, consolidaré, mantendré, fortaleceré…

Las conjugó una treintena de veces al registrarse como precandidata a la Presidencia de la República por la coalición Sigamos Haciendo Historia, conformada por Morena, PT y Verde Ecologista. Dejó de ser así coordinadora de quién sabe cuánta cosa para convertirse en aspirante única, lo cual oficializó más tarde ante el INE.

“Asumo la precandidatura con la plena responsabilidad de continuar el rumbo trazado por nuestro pueblo sin zigzagueos, el de la transformación iniciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador”, dijo rodeada de los gobernadores morenistas y de partidos aliados. Ahí estaban todos, con el cuello estirado para salir en la foto, alineados y sumados a las porras, sin reparar en su historial de escándalos: Layda, Cuauhtémoc, Gallardo, Monreal, Cuitláhuac, Américo… También, en el presídium de honor, quienes buscarán las próximas gubernaturas y quienes compitieron con Claudia para la grande, a excepción de Marcelo Ebrard: pese a su reciente anuncio de permanencia en el movimiento y “claro entendimiento” con la abanderada, optó por enviar como representante a un legislador de medio pelo, mencionado al vuelo por la secretaria general Citlali Hernández. Pese al desaire, el ex canciller sí fue incluido en los agradecimientos, al final de la lista, pero se le nombró.

Claudia Sheinbaum recibe su constancia de manos de Mario Delgado, dirigente nacional de Morena/CUARTOSCURO/

Claudia Sheinbaum recibe su constancia de manos de Mario Delgado, dirigente nacional de Morena/CUARTOSCURO/

Daniel Augusto

PARADOJAS. Sheinbaum se desvivió por enaltecer las mieles del lopezobradorismo: desde los millones de pesos destinados a los programas sociales hasta las megaobras y el incremento en el salario mínimo:

“Sí hay cuarta transformación de la vida pública de México. Sí falta mucho por hacer, pero se ha hecho muchísimo y sobre todo se consolida ese cambio verdadero tan anhelado por el pueblo”, dijo con euforia, y se generalizaron las vivas en los salones dispuestos para el protocolo, en un World Trade Center asaltado por simpatizantes y busca chambas. En el acarreo eterno de los actos políticos, la avenida Insurgentes fue colmada por camiones desde cuyos ventanales asomaban banderolas guindas.

En la paradoja del día, el grupo más nutrido de acarreados llegó desde Guerrero y, en específico, desde Acapulco. Venían auspiciados por Celeste Mora, integrante del Consejo Nacional e hija de uno de los grandes caciques de la región. Llegaron con sombreros, para distinguirse del resto de los fieles, y el estruendo de sus altavoces no encontró comparación.

-¡Claudia, amiga, Guerrero está contigo!...

Un visitante al WTC, ajeno al alboroto partidista, se acercó a los bulliciosos guerrerenses y a sus líderes.

-Si así hubieran salido a las calles cuando venía Otis, con sus megáfonos y bocinas para alertar a la gente, no habrían muerto tantas personas, tantos marinos -les reprochó, pero el alboroto siguió sin pausa.

El exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldivar, asistió al evento de Claudia Sheinbaum/CUARTOSCURO/

El exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldivar, asistió al evento de Claudia Sheinbaum/CUARTOSCURO/

Daniel Augusto

En torno a la desdicha de Acapulco y demás zonas destrozadas de la costa, la precandidata también tuvo un traspié. Hechizada por las “bondades” del sexenio, olvidó hacer al menos una mención de la tragedia en su arenga oficial de más de 35 minutos, en la cual calificó a la 4T como un movimiento conformado “por hombres y mujeres humanistas, que amamos nuestra patria y tenemos un profundo amor al pueblo de México”.

Se había entonado ya el himno nacional, se habían tomado ya la foto oficial y algunos habían salido ya del salón Olmeca cuando Claudia tomó de nuevo el micrófono:

“Perdón compañeros, lo omití… Enviarle todos los saludos, nuestro cariño, al pueblo de Guerrero, de Acapulco, de Coyuca de Benítez, a nuestra gran gobernadora que ha hecho un gran trabajo al frente de esta situación difícil”.

PROMESAS. En el “seguiré y consolidaré”, sus futurismos predilectos, Sheinbaum dejó una lista de 17 puntos, a los cuales llamó “visiones estratégicas” o “sueños necesarios” para edificar el cacareado segundo piso: austeridad, programas sociales, obras, educación pública, salud, vivienda, justicia, igualdad, desarrollo científico, apoyo al campo y demás ofertas trilladas de la política, envueltas siempre en el colorido papel de las promesas.

Los dirigentes de Morena, Citlalli Hernández y Mario Delgado dialogan con Claudia Sheinbaum/CUARTOSCURO/

Los dirigentes de Morena, Citlalli Hernández y Mario Delgado dialogan con Claudia Sheinbaum/CUARTOSCURO/

Daniel Augusto

Sorprendió el lugar otorgado a la seguridad, tan anhelada en casi todos los rincones del país: casi hasta el final, el número 16… “Gobernabilidad, paz y seguridad, como fruto de la justicia en todos los ámbitos”, señaló de manera somera, sin extenderse de más, como lo hizo con otros tópicos.

La recién casada recibió su constancia como precandidata. “Que viva, que viva la Sheinbaum”, gritó el dirigente morenista Mario Delgado.

Ella alzó los brazos, dibujó corazones y anticipó triunfos generalizados:

“¡Vamos por la Presidencia de la República!, ¡vamos por las ocho gubernaturas y la jefatura de gobierno de la Ciudad de México!, ¡vamos por la mayoría calificada en el Senado y en la Cámara de Diputados!, ¡vamos por las presidencias municipales!”.

Había etiquetado a Andrés Manuel López Obrador como “el mejor presidente que hayamos tenido en la historia”, y había pintado un país en la bonanza, en la prosperidad y en la dicha:

“¿Qué nos distingue a nosotros? Nos indigna la desigualdad y la pobreza y lucharemos hasta el último día de nuestras vidas porque las y los mexicanos puedan comer tres veces al día comida saludable. Hoy tenemos menos pobreza, menos desigualdad, más democracia y libertad. Hemos demostrado que el modelo republicano de austeridad y economía moral es viable”.

Pero afuera, era el México de siempre: el de niños harapientos con una caja de dulces o mazapanes; el de mujeres en súplica por una moneda, “para comprarle un taco a mis hijos”. El México de indigentes y desempleados, de ambulantes ansiosos por vender un elote o una tlayuda, o al menos alguna de las baratijas alusivas a López Obrador y a Morena.

Afuera del WTC, la realidad, sin maquillajes ni farsas. Aquellos políticos y gobernantes que antes se habían desgañitado en porras hacia la precandidata, se abrían paso entre esos niños, mujeres y comerciantes. Se marchaban a prisa y con indiferencia, los esperaban ya sus camionetas “machuchonas”, como dice el presidente, en este país de las promesas y las conjugaciones futuras: mantendré, consolidaré, seguiré, fortaleceré…