Cultura

Allan Poe y Jorge Cuesta se atrevieron a reformular el trabajo del escritor

Entre la notable influencia de Edgar Allan Poe en autores de una serie de libros de soterrada violencia, publicada en los últimos años del siglo XX, se encuentran, señaló Vicente Quirarte, Asfódelos de Bernardo Couto Castillo, Claro-obscuro, Croquis y sepias, de Ciro B. Ceballos y Cuentos nerviosos de Carlos Díaz Dufoo.

Entre la notable influencia de Edgar Allan Poe en autores de una serie de libros de soterrada violencia, publicada en los últimos años del siglo XX, se encuentran, señaló Vicente Quirarte, Asfódelos de Bernardo Couto Castillo, Claro-obscuro, Croquis y sepias, de Ciro B. Ceballos y Cuentos nerviosos de Carlos Díaz Dufoo.

Allan Poe y Jorge Cuesta se atrevieron a reformular el trabajo del escritor

Allan Poe y Jorge Cuesta se atrevieron a reformular el trabajo del escritor

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Edgar Allan Poe y Jorge Cuesta consumieron su existencia, que llegó a las cuatro décadas, con rapidez e intensidad. Sus mentes privilegiadas y su lucidez pasmosa, tuvieron como alicientes y enemigos al monstruo traslúcido del alcohol o al fantasma carnal de la locura, afirmó Vicente Quirarte, integrante de El Colegio Nacional, quien destacó que casi un siglo después de la muerte del autor nacido en Boston, en 1849, falleció el escritor oriundo de Córdoba Veracruz, en 1942.

“Cuesta y Poe terminaron sus días signados por la tragedia: el abandono y la mutilación, la alucinación y el suicidio. Sin embargo, y sin olvidar la atracción legendaria que les otorga un sitio en el martirologio literario, pasaron a la historia como fundadores y revolucionarios. Frente a la obra de sus antecesores y sus contemporáneos, se atrevieron a reformular el trabajo del escritor y el objeto de la escritura”, aseveró el poeta.

Experto en la obra del autor de El corazón delator, Vicente Quirarte, impartió en marzo en El Colegio Nacional, la conferencia Edgar Allan Poe entre nosotros, que dio inicio al ciclo Fantasmas bajo la luz eléctrica.

Afirmó que antes de la plena recepción finisecular de Poe en México, el periodista y escritor español Adolfo Llano Alcaraz, interesado en que el lector mexicano estuviera a la vanguardia del movimiento literario europeo, en donde Poe ya ocupaba un lugar importante, publicó en 1874 las Historias extraordinarias en el Folletín de la Colonia Española, mientras que por su parte, el influyente periódico El Siglo Diez y Nueve incluyó en 1875 el cuento “La pipa del amontillado” sin mencionar el nombre del traductor.

El cuervo, publicado en 1869 en la revista El renacimiento de Ignacio Manuel Altamirano fue editado posteriormente en 1900 en la Revista Moderna, donde Mariscal abre el número acompañado de cinco ilustraciones del gran Julio Ruelas, cuyos paralelos con el universo de Poe darían pie a un ensayo íntegro.

“En 1893, Rubén Darío visitó Nueva York y logró una de sus mejores prosas como preludio a su estudio sobre Poe que en 1896 incorporó a su volumen Los raros, retratos escritos cuyo común denominador es el mismo desdén por lo vulgar y la misma religión de belleza.”

Entre la notable influencia de Edgar Allan Poe en autores de una serie de libros de soterrada violencia, publicada en los últimos años del siglo XX, se encuentran, señaló Quirarte, Asfódelos de Bernardo Couto Castillo, Claro-obscuro, Croquis y sepias, de Ciro B. Ceballos y Cuentos nerviosos de Carlos Díaz Dufoo.

“El libro más intenso de principio a fin es el de Bernardo Couto Castillo. El cuento ‘Rojo y blanco’ es una de las mejores prosas del modernismo y una de las más logradas adaptaciones de un satanismo no gratuito. El personaje de Couto hace del asesinato una de las bellas artes para escapar de la mediocridad de la existencia cotidiana: su objetivo es poseer el cuerpo femenino más allá de la vida”.

Asimismo, Rubén M. Campos es un miembro más del clan decadentista cuyos cuentos con el tema del entierro prematuro y el alcoholismo revelan una atenta lectura de los cuentos de Poe.

“En 1873, la ciudad de México había consagrado funerales de príncipe al poeta Manuel Acuña cuyo suicidio era simbólicamente un testamento del romanticismo. En 1901, una sociedad creyente en las bondades de la Revolución Industrial no quiere legitimar con homenajes las acciones necrofílicas de su juventud dorada. De ahí el interés por confrontar la relación de admiración y rechazo que Poe tuvo en los periódicos de la época, reacciones que dependían de la tendencia política o religiosa de las publicaciones: mientras para los decadentistas Poe era un profeta, para los conservadores era un autor extravagante y peligroso”.

Definido por Quirarte como uno de los arquitectos del pensamiento artístico, la lucidez y el profesionalismo literario, en carta dirigida al escritor norteamericano, el colegiado expresa: “A siglo y medio de su partida, usted, Edgar Allan Poe, es cada vez más joven. Si vuelve a morir, será por nuestra incapacidad para seguir mirando los fulgores de su exigente diamante. Lo afirman los más autorizados académicos; lo comprueba el niño que a mitad de la noche descubre que en su ropero se congregan los terrores del primer hombre, ese que en el cielo descubrió su miedo y con ello supo que a pesar de todo, vivir es una aventura incomparable”.