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Toda una veterana: la Sociedad de Beneficencia Española

Nació hace 176 años, por iniciativa del cónsul Francisco Preto y Neto. ► De salas y camas alquiladas a los hospitales del México decimonónico, transitaron a la labor social de amplio espectro

Colegio de las Vizcaínas
Colegio de las Vizcaínas Colegio de las Vizcaínas (La Crónica de Hoy)

Daniel Suárez, patrono presidente de la Sociedad de Beneficencia Española lo dice con orgullo: tienen el mejor hospital de México. Pero no es menor la satisfacción que se filtra en su voz cuando se le pregunta por los orígenes de la institución, una de las más antiguas creadas en México por una comunidad extranjera: “la gente vieja, la de antes, era muy humana; esto se creó por eso, por humanidad, por tender la mano”.

El Hospital Español, sede de la SBE, es un enorme panal bullente de 16 hectáreas. En cálculos de Daniel Suárez, se presentan a trabajar unas 500 personas, ­entre los directivos de la Sociedad, los directivos de la Junta Española de Covadonga (una derivación de la SBE que se encarga de recaudar fondos para los asilos de ancianos), las Damas Voluntarias, las Damas del Ropero y médicos (“a los que les pagamos un sueldo simbólico y se les asignan turnos de guardia para que de ahí tengan ingresos”).

Al HE lo visitan de muchos países, interesados por conocer su organización. “Vienen gringos, vienen de Europa, vienen de Rusia, y cuando preguntan cómo es que funcionamos, yo les digo que es una institución rara, que funcionamos de milagro, y es que es la verdad”. Y en la cara de Daniel Suárez se dibuja una sonrisa ancha, la del que sabe lo que asegura, porque la clave está, asegura, en hacer todo con empeño, para que las cosas salgan bien, y estar ojo avizor, al pendiente de todo se haga como se necesita.

“Así ha sido siempre”, comparte a Crónica. “Cuando hubo presidentes que se ocuparon más, a la SBE le fue mejor, y cuando hubo presidentes que dejaron ­esto en manos de empleados, esto fue ­menos bien, pero lo que importa es el empeño que se le pone a las cosas para que salgan y estén bien”.

“Tampico era, en aquellos primeros años del México independiente, muy importante. Se hablaba casi tanto inglés como español. Aquel hombre era así, tenía espíritu de ayuda”, cuenta Daniel Suárez, refiriéndose al Cónsul Preto y Neto. “Vio que había gente muy pobre. Juntó a los ricos y les dijo, “oigan, hay que ayudar a esta gente”. Le dijeron “¡adelante!” y así surgió, en 1840,  la primera sociedad de beneficencia  creada por un español, la de Tampico, que es la más antigua del país”.

Después de dos años en Tampico, el cónsul Preto y Neto fue enviado a la ciudad de México, donde repitió la fórmula. “Vio que había españoles bastante fregados, y, que al mismo tiempo, los había muy ricos. Los reunió en la lonja, allá en el Zócalo donde solían reunirse, y vuelve a decirles, “hay que hacer algo”, y nuevamente consigue el apoyo de los españoles ricos de la época. Fue por humanidad por lo que surgió la Sociedad; por la certeza de que había y hay gente necesitada y hay que ayudarla”.

Aquellas primeras décadas fueron así, alquilando camas en el Hospital de San Juan de Dios (el actual Museo Franz Mayer) y el Hospital de Jesús. También el Hospital de San Pablo (que después se conocería como el Hospital Juárez), tuvo una “Sala Española” que después trasladaron al Hospital de San Cosme. Pero no tenían un ­lugar propio.

Hasta 1877 hallaron una gran casa, en el número 17 de la calle del Niño Perdido, hoy parte del Eje Central Lázaro Cárdenas. Allí, a unos pasos de la fuente del Salto del Agua, fundaron la Casa de Salud Asilo Español, que fue creciendo hasta convertirse, en el Sanatorio Español, que, desde 1942 cambió su nombre a Hospital Español. Después de diversos intentos por hacerse de una nueva sede, llegaron a su emplazamiento definitivo y actual, en la calle de Ejército Nacional.

“En octubre próximo vamos a cumplir 176 años, que son muchos; sólo hay una o dos fundaciones más antiguas que nosotros, como el Colegio de Las Vizcaínas, fundado por vascos. En esas cosas es donde uno advierte el altruismo, la forma de pensar de aquella gente”, opina Daniel Suárez. Llevar adelante una institución como la SBE, considera, no es tarea fácil. A lo largo de los años, distintas experiencias lo han demostrado. “Así fue con los refugiados; el trato fue distinto: ellos hicieron su propia clínica, que estuvo en la colonia del Valle. Se llamaba Benéfica Hispana, que tuvo médicos de nivel mundial, extraordinarios, y por eso la relación, a nivel hospital, no fue muy fluida. Finalmente, quebraron. Y es que tener hospital no es sencillo. Por eso, ninguna aseguradora tiene hospital; por eso, comunidades como la judía, no tienen hospital, aunque lo han intentado. Esto de la atención médica es como ha sido siempre: una tarea artesanal que, aun cuando los médicos tienen tantos recursos hoy día, todo parte de lo que hacen con sus manos, de lo que observan, de lo que preguntan”.

El espíritu altruista, dice el patrono presidente de la SBE, es cada vez más necesario, a pesar de la vida actual: “Las grandes capitales no son solidarias; no conocemos ni al vecino de al lado. No era como en otros tiempos, donde había tienditas y tiendotas, y había trabajo para todos. Las ciudades grandes nos comen, nos deshumanizan: tú andas en lo tuyo, yo en lo mío, y la colonia española, como las familias, a veces tienen problemas, pero al final sí son solidarios. No hay que ver sino la manera en que aquí mismo, a veces alguien tiene un problema, y ya se está armando la coperacha. Eso quiere decir que aún queda algo aquí adentro; algo que es esa voluntad de ayudar, y ésa es la razón por la que todo esto sigue existiendo”.

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