Opinión

La marea rosa

Cuando en la mañanera del lunes 27 de febrero, el presidente Andrés Manuel López Obrador, descalificó a las manifestaciones que se llevaron a cabo el día anterior, domingo 26 de febrero, diciendo que no defendían a la democracia, sino a la oligarquía para que siguieran en el poder los ricos, cometió un doble error: en primer lugar, porque al régimen en el cual gobiernan los ricos no se le llama oligarquía sino plutocracia; en segundo lugar, pero no menos importante, porque las manifestaciones que se realizaron en más de cien ciudades, incluyendo en el Zócalo capitalino, fueron explícitamente en favor de la democracia; pedirle a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que rechacen el llamado “Plan ‘B’”. Ese Plan ‘B’ tiene como objetivo “destazar” al INE.

La táctica utilizada por López Obrador, además de mostrar su ignorancia respecto de la Teoría de las Formas de Gobierno, puso en evidencia las marrullerías propias de los propagandistas de los regímenes nazi-fascistas, es decir, desviar la atención: allí en la mañanera del lunes, mostró en pantalla los nombres y fotografías de algunas de las personas que organizaron las manifestaciones, como si se tratara de delincuentes. Fue un ataque “ad hominem” para tratar de ocultar la sustancia: la expresión masiva de descontento contra su gobierno; el número sin precedente de ciudadanos que, libremente, salieron a las calles y plazas a expresar su rechazo a la regresión autoritaria y, al mismo, su respaldo a los ministros de la SCJN.

Miles de personas se manifestaron en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE) en el Zócalo

Miles de personas se manifestaron en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE) en el Zócalo

EFE

Se calcula que en el Zócalo de la Ciudad de México y las calles aledañas hubo cerca de medio millón de personas. Súmese a este número la gente que acudió a la cita en las ya mencionadas cien ciudades en la república y en el extranjero: fueron, más o menos, un millón de personas. Esta cifra sobrepasa la que se alcanzó el 13 de noviembre, cuando se realizó la primera marcha ciudadana en contra del Plan ‘A’, y en defensa del INE, lo cual significa que la “marea rosa” va en aumento.

Es curioso y no carente de significado que se esté registrando un acercamiento entre la sociedad civil y el Poder Judicial, cosa que, hasta donde mis conocimientos alcanzan, no se había dado con anterioridad, o sea, no hay antecedentes de este engarce entre la ciudadanía y la rama del Estado que se encarga de impartir justicia.

Tal cosa me recordó un hecho poco conocido: la democracia ateniense generalmente es concebida como un régimen en el cual los ciudadanos (“polites”) participaba en la asamblea popular. Pero a esto hay que agregar que la participación ciudadana se extendía a los tribunales, vale decir, donde se impartía justicia (Aristóteles, “Constitución de los atenienses”, Madrid, Gredos, 1984, p. 68).

De los atenienses heredamos muchas cosas, entre ellas, el ejemplo de Solón quien, como recordé hace poco, fue llamado para que fungiera como arconte, árbitro en la rivalidad que sostenían ricos y pobres. Hizo una constitución; sin embargo, a cada rato lo iban a consultar para preguntarle el sentido de tal o cual artículo. Fue entonces cuando Solón llamó a los atenienses y los comunicó que emprendería un viaje a Egipto; les dijo que mientras él estuviera ausente debían obedecer las leyes.

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Se auto desterró: dio paso del gobierno de los hombres al gobierno de las leyes. La democracia, en efecto, es el gobierno de las leyes. Y así lo recordó el ministro en retiro José Ramón Cossío, orador principal en la manifestación del domingo pasado. Dijo, “estamos aquí en el Zócalo, Plaza de la constitución”. Su alocución estuvo centrada en el imperativo de que se respete la ley y de que los ministros de la Suprema Corte hagan valer la norma jurídica: “Desconocer el papel de la justicia, tal como lo promueve la Constitución, y argumentar la mera prevalencia de un proyecto político que nos puede ser impuesto a todos, implica ponerse fuera del orden jurídico.” (Reforma, 27/02/2023) “Ese proyecto político que nos puede se impuesto a todos”, no es más que la ambición personal de López Obrador de imponer una tiranía. Dicho, en otros términos: retroceder al gobierno de un hombre y no de la ley.

Hasta antes del 13 de noviembre de 2022, al tabasqueño le parecía que todo iba viento en popa según lo planeado; pero, de repente todo se le descompuso: la clase media irrumpió en la política; tomó los espacios públicos para mostrar su rechazo al proyecto obradorista y decir “aquí estamos para defender la democracia y al INE”. Y la irrupción fue masiva. Ahora sabemos que ese surgimiento no fue flor de un día. La presencia de la clase media como bloque social defensor de la democracia se mostró una vez más, y con mayor fuerza, el 26 de febrero.

Otra vez viene en nuestra ayuda Aristóteles: “Es evidente que la comunidad política mejor es la constituida por la clase media, y que es posible que sean bien gobernadas esas ciudades en las que el elemento intermedio es numeroso y más fuerte que los otros dos, o si no, que cada uno de los otros, pues añadiéndose a un elemento produce el equilibrio e impide que se produzcan los excesos contrarios.” (Aristóteles, “Política”, Madrid, Gredos, 2008, pp. 250-251 &1295 b).

¿Para qué quisiera López Obrador apoderarse del INE, si estuviese tan seguro de la victoria de Morena en 2024? Pero, como no lo está, por eso desea adueñarse de la autoridad electoral. Sabe que el descontento social y la marea rosa lo pueden hacer naufragar.

Mail: jsantillan@coljal.edu.mx