Escenario

Ardió la noche, los culpables: La Barranca y sus 27 años de vida

La banda encabezada por José Manuel Aguilera celebró su XXVII aniversario en el Teatro Metropólitan el pasado 3 de septiembre con casi una canción por cada año de vida

Discontinuado

La banda celebró 27 años de la grabación de su primer disco y su primera presentación en vivo.

La banda celebró 27 años de la grabación de su primer disco y su primera presentación en vivo.

Liliana Estrada/OCESA

La Barranca es la mejor banda de rock de México, tal vez la mejor en español y la mejor en muchas cosas, y aunque en gustos, industrias, nostalgias, mainstream y masas se rompen géneros, un tremendo concierto como el de este sábado por la noche en el Teatro Metropólitan es un poderoso recordatorio de que la institución musical encabezada por José Manuel Aguilera es un importante pináculo de la música y la cultura gestada en este país.

Esta es una bitácora de la noche del 3 de septiembre de 2022 en el Teatro Metropólitan, que inició con la voz y la guitarra de Mina & El Tigre –seguro han escuchado su cover de “Quisiera ser alcohol”–, una minimalista, pero pertinente acto para iniciar la velada, que se dividió en dos actos.

El primero consistió en la aparición de Ernick (bajo) y Adolfo Romero (guitarra), Yann Zaragoza (piano) Abraham Méndez (batería) y, el maestro José Manuel Con un sobrio fondo y un juego de luces temerarias inició el repertorio que celebraría 27 años de trayectoria de la banda con 26 canciones y una más fantasma:

José Manuel Aguilera

José Manuel Aguilera

Liliana Estrada/OCESA

Pocas veces hemos escuchado en vivo “Al final de la playa”, rola espesa como arena de mar infinitamente humedecida: “Otra vez, voy a caminar hasta el alba… dicen que el mar guardó en un caracol sus palabras. Al final de la playa”.

Continuó una de las tres canciones interpretadas del disco “Lo eterno”: “Astronomía”, celeste de noche, pintando el firmamento como la Vía Láctea lejos de toda urbe humana: “Más fugaces que un atardecer frente al mar. Tan fugaces como aquella estrella que cruza (…) Esperamos que se alineen otra vez los astros”.

Seguimos hacia atrás en la última década, con “El tiempo es olvido”, la última canción y con la que se despide el álbum “Eclipse de la memoria”, de 2013:

“Que quedará de mí, si hasta el Sol se desintegra. Tal vez mi voz será el eco de una estrella”. Uno de los finales más tersas en la discografía de la banda.

El primer acto se compuso por un escenario sobrio, aunque intensamente iluminado.

El primer acto se compuso por un escenario sobrio, aunque intensamente iluminado.

Liliana Estrada/OCESA

De regreso al 2018 y la portada de ese escarabajo refulgente con “Brecha”: “No dejo de percibir como nada te conmueve ni el vuelo del colibrí, ni el animal que se muere, y cómo te sientes cuando ves desprotegida la fragilidad en los ojos de una niña”.

José Manuel recordó y celebró la oportunidad de regresar a los escenarios con público y en la presencialidad tras la pandemia, para “vernos de nuevo a los ojos”, dijo a un público ávido, leal que llenó el bello teatro.

“Caminamos por el viejo malecón…”, continuó en remembranza de ese disco de resurrección primigenia llamado “Providencia” (2008). “Malecón” fue la quinta pieza cuya letra nos recuerda que la reflexión sobre los cismas de un país se puede contrastar con la lírica de un atardecer: “Y al contemplar tus ojos viendo hacia mí yo sentí que en realidad tus ojos son mi país, inmensidad oscura sobre un abismo de luz, premonición que busca la plenitud”.

Adolfo Romero, vistiendo el

Adolfo Romero, vistiendo el "Piedad Ciudad".

Liliana Estrada/OCESA

Del 2008 dimos un salto al 2020 y el más reciente disco de la banda, “Entre la niebla”, interpretado por primera vez en vivo en esta (Piedad) Ciudad. “Nada tiene paz”: ni las piedras del santuario (…) Nada tiene paz, ni tus ropas en el suelo”.

“Hasta el fin del mundo” nos regresó al “Denzura” del 2003 y a la promesa nunca hecha de “regresar al mismo puerto”. “No sé si fuiste un sueño tú o sueño es lo que vivo todo el tiempo. Hasta el fin del mundo”.

Esta primera etapa de la noche se conformó en su mayoría por composiciones “nuevas”, de los álbumes de los últimos 15 años, aproximadamente, y un segundo acto remontado a los orígenes. No obstante, el corpus de la obra de esta banda es tan robusto y consolidado que convive de manera poética entre pasado y presente.

Así, las canciones siguieron fluyendo como la cerveza a través del cuerpo de muchos de los asistentes y, con ello, sus ganas de inquietud, catarsis musical e impertinencia.

El concierto fue

El concierto fue "sold out".

Liliana Estrada/OCESA

Tras ese casi momento sereno sonó “Pandemónium”, una pieza más de “Entre la niebla”, cuya interpretación y ejecución fue notablemente electrizante, agreguémosla al repertorio de música intensa de La Barranca. “Pero en el reino del pandemónium siempre hay segunda oportunidad: Para los vivos el aislamiento. Para los muertos la eternidad”.

Un poco de calma y este homenaje a Toña, la Negra y el bolero llamado “Zafiro”, una composición de “El Fluir” (2005): “Negra como tu piel, sin tu voz la noche es aún más negra, escucha esta oración. Aún te llamo…”. En el setlist original aquí debería aparecer "En el fondo de tus sueños", del "Piedad Ciudad", pero permaneció fantasma –"Deidad egoísta, yo te di lo que hay. Ciudad insaciable, cada vez quieres más".

Para celebrar que estamos vivos y sobrevivimos a la pandemia, José Manuel dio aviso sobre la inminencia de la ejecución de una nueva canción: “Intacta”, en recordatorio de las queridas personas que no atravesaron vivas esta etapa oscura. “Permanece intacta la imagen que conservo de ti, el tono inconfundible de tu voz. Flotas en el aire…”.

Abraham Méndez.

Abraham Méndez.

Liliana Estrada/OCESA

Canción número once, otro espléndido regalo del más reciente álbum que, al igual que “Lo Eterno” es ejecutado por los miembros activos de la banda, quienes tocan esto tan suyo. “Pálida, ingrávida, asimétrica, réplica, de la máscara, de relámpago”, dice la canción “Máscara de relámpago” que finaliza con esta reflexión infinita y surrealista en el tiempo: “dime cuántas horas caben en un segundo, cuántas noches caben en un reloj, cuánto tiempo he de esperar”.

Aguilera, agradeció la paciencia del público, a veces impaciente por escuchar los “éxitos”, pero en La Barranca ese concepto es más etéreo, quizá insulso. La banda en sí, su historia y su obra, es un éxito cultural ya. “Son mejor público del mundo (…) del universo”, dijo a un ejército de fans ya encendidos, como el “Fuego de la noche”.

Hablando de… escuchamos otra remembranza primigenia: “Porque el amor es la mitad de todo lo que viste, la otra mitad está esperando sólo descubrirse.

"Ay amor, ay amor, ay amor, amor, quémate lento. Ay amor, ay amor…. ¡QUÉMATE!”. “Quémate lento” resonaba en la voz de los asistentes, en los magníficos arreglos en los dedos y piano de Yann Zagaroza.

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Ernick y Adolfo Romero, José Manuel Aguilera, Yann Zaragoza y Abraham Méndez, en el Teatro Metropolitan (agosto 2022).

Después, llegamos al “medio tiempo”, una pausa para llegar a la segunda fase de la noche. Esa cerveza y orina salieron a raudales y su reingreso atropellado y poco astuto después atropellaron el acto musical.

De regreso cayó el velo fantasma que sólo retrató las sombras de los músicos para desplegar el portentoso diseño que celebra los 27 años y gira de la banda (estampado en las playeras oficiales y no oficiales de la mercancía del concierto).

Treceava rola: “Estallido interno”: Todos los amantes se besaron en mi alma. Todos los ladrones son igual que yo. Y en un abrazo acaricié todas las horas de tu vida. Cabalgata de las cosas sobre mí, cabalgata estallido interno”, versaba la única aparición de “La rueda de los tiempos” (2000) en esta panorámica noche azul.

Inteligentes y sutiles, los músicos asestaron otra canción que da nombre a su más reciente álbum. “Entre la niebla 1”: Pactos con el narco, pactos con la cúpula, pactos con el diablo… Sin saber ni cómo fue que fuiste a dar ahí. Entre la niebla, la luz estalla en mil esquirlas, entre la niebla, te ciega el resplandor”.

Yann Zaragoza

Yann Zaragoza

Liliana Estrada/OCESA

“Una celebración como esta tienen que ser entre amigos”, dijo Aguilera para dar la bienvenida a Cecilia Toussaint, la primera invitada de la noche, mujer refulgente y revolvente en la historia de la agrupación, quien interpretó una canción que ya ha hecho suya, “Centella”.

“Ascendimos a tientas por una escalera de caracol para ver desde lo alto. Entonces tus labios rozaron mi oído…”. Esa potencia y belleza en su voz seguro derramó lágrimas por ser un acto tan conmovedor, uno de los más profundos que he sentido en vivo con La Barranca. “Ascendimos a tientas por una escalera de caracol para ver desde lo alto. Las llamas del día pintando de rojo un mar de negrura. Entonces sentimos lo que es estar vivos…”.

Cecilia Toussaint

Cecilia Toussaint

Liliana Estrada/OCESA

Ceclilia se quedó a los coros, entre ellos el de “Sueño de Orquídea”, canción también del 2020: “Bienvenidos al retablo de la ensoñación, escaleras que atraviesan el vacío. Bienvenidos a la eterna predisposición, de asomarse a los espacios restringidos”.

“Seguimos con la celebración ¿o qué?”, dijo José Manuel Aguilera, quien agradeció de nuevo la apertura del público a estas nuevas propuestas, sólo para después interpretar una canción que todos se saben. “Y te vi de frente y te vi brillar, cuando sentimos de repente el aguijón del alacrán”. “El Alacrán”, fue la canción número 17.

Para las siguientes tres canciones, llegó como invitado el baterista de “Denzura” y “El fluir”, José María “Chema” Arreola. Juntos de nuevo, interpretaron la canción que da nombre al disco de 2005, estampado en la elegante camisa de Ernick Romero –su hermano, Adolfo portaba el “Piedad Ciudad” y José Manuel “La tempestad” bajo su saco. “Apaciguar la sed ardiente de existir, sin enredarse más en la ilusión de poseer. Y bajo el brillo intenso de esta noche azul, entrecerrar los ojos y por fin dejarse ir… En la corriente del río”.

Chema Arreola

Chema Arreola

Liliana Estrada/OCESA

“Eternamente en construcción, pero sin plan maestro y esa manía de levantar un templo sobre otro templo. Todo se resiente cuando cantas ‘Animal en extinción’”. Le siguió esa canción semi ranchera que parecería un cover de José Alfredo Jiménez, “La rosa”: “No hay placer sin dolor, no es amor si no lastima, no hay pasión que no sea riesgo, no hay rosa sin espinas. Es el calor de tu cuerpo en la noche, sanando todas las heridas”.

“¿Invitamos a alguien más?”, dijo Aguilera, para dar la bienvenida a Federico Fong, el otro pilar fundacional de la banda, con quien se desbocaron para interpretar más canciones de “El fuego de la noche”.

“Y verás la luz, cuando el síndrome se vaya. No habrá nada más que luz (…)”, versa “El Síndrome”. “Y pisarás otra vez la tierra…”.

“Eres un chingón José Manuel”, gritó un fan emocionado cerca de mí. Y sí, lo es, porque desde composiciones como “Akumal” (canción 22) hasta “Entre la niebla 2” (con lo que cierra su más reciente álbum) la música del compositor sigue escuchándose portentosa y “exultante”, mientras que sus letras siguen una línea cerca de la literatura y la poesía, pero también del lenguaje más mexicano. “Cielo azul, un mar azul… La soledad es azul y las almas morenas. Akumal hazme animal, porque quiero reptar en tus calles de selva”, cantó y tras de sí un riff exquisito.

Federico Fong y José Manuel Aguilera

Federico Fong y José Manuel Aguilera

Liliana Estrada/OCESA

La feneciente noche en concierto no culminó con “Día Negro”, vieja costumbre que afortunadamente ha cambiado –lo que La Barranca menos quiere es ser predecible–, si no que fue la canción 23: “Hoy no es un día común hoy es un día negro (…) Alguien dispuesto a morder por no perder su empleo. Todos tomando de un vino que no produjeron y sin pisar jamás la línea de fuego”.

Se avecina el encore y una pausa breve (“¡órale que cierran el metro!”) en la borrachera, impertinencia, éxtasis y calidez de unos espectadores muy estimulados, regresó la banda para recordar que este público es “el más chingón del universo”.

Y llegó este nuevo clásico, canción profunda que aletea sobre una provocación funesta. “Cuervos”: “Que nunca vuelen acechando sobre ti estos cuervos. Que se llevan en sus picos nuestros días, que se llevan en sus garras los recuerdos. Que nunca soplen los demonios contra ti esta bruma, que te deja el corazón enloquecido, que te deja solo, aullándole a la luna”.

Ernick Romero

Ernick Romero

Liliana Estrada/OCESA

Despidiendo la “noche profunda” y con dos baterías retumbando el edificio nos llegó “Esa madrugada” que “nunca se me olvida. Tratamos de cruzar al otro extremo. El alma de la noche se extendía, como un manto negro y sin estrellas, sin estrellas…”.

El cierre fue complaciente e impecable y aunque podríamos haber seguido ahí hasta la verdadera madrugada, todo tiene sentido porque tiene un final. No sin antes hacer honor a la canción que constituyó el nombre de la banda: “Ten piedad de las almas humanas, que se despeñan en esta barranca. Ten más piedad de mi pobre razón, que a veces se desarma. Es necesario saber soñar para sobrevivir en la barranca”. (FIN)

Fin del concierto del 3 de septiembre en el Teatro Metropólitan.

Fin del concierto del 3 de septiembre en el Teatro Metropólitan.

Liliana Estrada/OCESA

POST D4TA

Gracias al editor de Crónica Escenario, Ulises Castañeda, por la paciencia de esta “fiebre barranquera” y por hacer a muchos “barrancos” felices quienes seguro la pasaron bomba en este concierto. Felicidades a Liliana Estrada, de OCESA, por estas fotos tan chingonas.