Escenario

‘Guerra Civil’, eludir el discurso político y mostrar un reflejo de una sociedad partida

CORTE Y QUEDA. El más reciente filme de Alex Garland se centra en un grupo de periodistas en medio de un combate que divide a los Estados Unidos con el objetivo de obtener la última entrevista del mandatario

cine

Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Especial

La sensación de polarización en la sociedad es visible ante las constantes amenazas de conflictos bélicos e incluso al interior de varias naciones que encuentran entre gobernantes y opositores voces encontradas que exacerban un sentimiento de resentimiento, envidia y más que marca una división terrible en la que un acuerdo parece incapaz de lograrse. Es en medio de este panorama geopolítico que aparece el novelista, guionista y ahora director Alex Garland (Aniquilación, 2018; Ex Machina, 2014) para echar más leña al fuego con una crítica mordaz en Guerra Civil.

El relato se centra en un grupo de periodistas, donde Lee Smith (Kirsten Dunst), una exitosa fotoreportera acompaña a Joel (Wagner Moura) y a Sammy (Stephen McKinley Henderson) en medio de un combate que divide a los Estados Unidos que está a punto de terminar. La idea es atravesar el territorio más hostil del país, aquel donde el último frente secesionista está por llegar a Washington, D.C. para derrocar al Presidente de los Estados Unidos con el puro objetivo de obtener la última entrevista de este personaje antes de que su gobierno termine.

Pero la misión no será nada sencilla, ya que el camino le presentará diversos retos a este grupo, incluyendo a una joven fotógrafa, Jessie (Cailee Spaeny), que se suma a la intención de hacer todo por conseguir la primicia. En medio de territorios tan bellos como hostiles, Garland va diseccionando a una nación dividida en la que el agua escasea, hay francotiradores en los techos de algunas casas, la violencia e intolerancia así como la indiferencia a la dura guerra interna envuelve la visión de este cuarteto.

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Fotograma del filme.

Si bien el tema de un enfrentamiento armado es algo que pareciera ser una referencia directa a los Estados Unidos, parte del difícil encanto de Garland es encontrar en algo como el MAGA (Make America Great Again) difundido hasta el cansancio por Donald Trump en su política exterior como presidente hasta los hechos sucedidos en la Casa Blanca en 2021 donde un montón de seguidores de esta figura invadieron el lugar, un mensaje que resuene en todo el mundo sobre la polarización de opiniones y la falta de tolerancia que nos lleva a pelear.

Aunque Guerra Civil nos muestra los estragos solamente en una parte de los Estados Unidos, el verdadero temor inherente con el que juega la historia es la pesadilla cercana de la división irreconciliable que nos lleve a pelear en lugar de conciliar, a la deshumanización sobre la empatía. Por momentos, la cinta pareciera ser un espejo de una realidad brutal en la que un estado se divide entre el genocidio de palestinos y la inconformidad de las posturas de las decisiones arbitrarias tomadas por un gobernante.

Y esa es solamente una de las peligrosas capas que la cinta decide abordar. La otra, claro está, se sostiene en el lado del periodismo y cómo el oficio ha cambiado. Aquí, Garland encuentra ciertas dificultades al crear en la novata fotógrafa un personaje desagradable que comete muchos actos nada dignos de la labor de un fotoperiodista de verdad. Sin embargo, ella sirve para contraponer la mirada y actitud de Lee, que ha visto ya tanta violencia a través de su lente que pareciera ser indiferente, pero no es así. Ella muestra un arco interesante que va de la ambición de lograr esa última entrevista, esa foto legendaria a importarle mucho más la humanidad y la gente aunque eso pueda costarle la vida.

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Es en ello donde el también guionista rasca dolorosamente en cómo ha evolucionado (o degenerado, para el caso) la misión del periodismo, donde conseguir una nota primero aunque sea falsa es lo que más importa. Basta ver ese final polémico para entender esa crítica, misma que dejará muchos comentarios en el aire. Con Sammy (McKinley Henderson) vemos la mirada más madura, como un agente estabilizador en medio del caos que los cuatro viven, mientras que Joel es el carismático pero ambicioso periodista que poco a poco va entrando en una crisis después de ciertos eventos que enfrenta al lado de sus compañeros.

La vulnerabilidad que ellos captan es un ejemplo más de lo que este director británico es capaz de hacer con sus actores. Pero aquí, sobresale Dunst dándole a Lee, que captura bien el profesionalismo de su oficio pero que también muestra esos traumas y cicatrices que le ha creado el mismo. Es ella quien nos lleva por las casi dos horas de tensión en donde cualquier cosa puede pasar y nadie está a salvo en su propia tierra. Asimismo, Spaeny muestra la cara de una generación movida por la popularidad, la arrogancia y el querer ser primero. Incluso hay personajes incidentales, como Jesse Plemmons, que en cinco minutos regala un memorable ejemplo de una ideología en carne viva que late en lo profundo del radicalismo norteamericano.

En el aspecto técnico, el diseño sonoro sirve de manera efectiva como detonante de tensión en ciertos puntos del relato que lo amerita. Desde la mezcla sonora, que va del silencio absoluto a explosiones o los balazos zumbando alrededor de los personajes, hasta la banda sonora que Geoff Barrow y Ben Salisbury compusieron, y que acompañan los momentos más duros y bellos del viaje entre el frente de los cuatro periodistas, así como ciertas canciones como “Rocket USA” de Suicide, “Breakers Roar” de Sturgill Simpson o “Lovefingers” de Silver Apples, crean un gran acompañamiento para esta Guerra Civil.

La fotografía, a cargo de Rob Hardy, constante colaborador de Garland, sabe explotar bien el factor de los espacios, especialmente en la pantalla IMAX donde cada rincón o techo es aprovechado para bien. Además, otro de los aspectos que la dupla del director y fotógrafo logran es mostrar pequeños instantes de gracia en medio de la atroz destrucción de esta batalla. Incluso pareciera que el director británico retoma algunas partes de lo hecho por Danny Boyle con Exterminio (2002), donde la naturaleza y el factor humano son captados con delicadeza y realismo. En Guerra Civil, ese preciosismo radica en Lee y la puesta en escena donde, en medio de un tiroteo, ella admira las flores sembradas a ras de suelo, o aún más claro en una secuencia de un incendio forestal, posiblemente uno de los momentos más emotivos y duros del filme.

Así, Alex Garland elude el discurso político o la postura panfletaria para mostrar simplemente un reflejo de una sociedad partida llevada al extremo en la que el contexto necesario lo dan las noticias del día a día. Como en todos sus relatos anteriores, el británico le exige a su público cierto bagaje cultural o conocimiento de causa para entrar de lleno en este futuro pesadillesco que, a pesar de ser ficción, pareciera mucho más cercano de lo que creemos, pues la lucha, ya sea civil o mundial, parece cernirse de manera mucho más aterradora y realista que en otras ocasiones, provocando que la delgada línea entre ficción y realidad se sienta más cercana de lo que creemos.