Escenario

‘La ley de Herodes’: Incisivo y cáustico retrato de la corrupción política en México

CORTE Y QUEDA CLASSICS. Esta cinta es la primera de una serie de películas en las cuales Luis Estrada continuaría elaborando su sátira y comentarios políticos y sociales

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Fotograma de 'La Ley de Herodes', un clásico en el cine mexicano.

Fotograma de 'La Ley de Herodes', un clásico en el cine mexicano.

ESPECIAL

Tras haberse cimentado una reputación gracias a títulos como Camino largo a Tijuana (1989), Bandidos (1991) y Ámbar (1993), el cineasta Luis Estrada despidió el siglo XX con un gran pináculo en su carrera, al realizar el que es hasta el día de hoy, uno de sus trabajos más logrados: La ley de Herodes (1999).

La trama se sitúa en 1949, en un México en pleno alemanismo, el cual se ufanaba de que el país estaba ya en el camino del progreso y la modernización. En ese escenario, a un gris aunque honesto empleado gubernamental llamado Juan Vargas (Damián Alcázar), se le ofrece ser alcalde y máxima autoridad en un poblado llamado San Pedro de los Saguaros. Y acepta, esperando que ello signifique tanto una mejoría económica para él y su esposa Gloria (Leticia Huijara), como una oportunidad de iniciar una carrera política ascendente.

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Al arribar a su nuevo empleo, Vargas descubre varias cosas: ha sido asignado a un lugar ruinoso, atrasado y corrompido, donde su predecesor dilapidó los recursos públicos y dejó en bancarrota al gobierno local, y los verdaderos poderes del lugar están representados por Doña Lupe (Isela Vega), dueña de un prostíbulo, y por el cura del pueblo (Guillermo Gil).

En principio, Juan intenta resolver los conflictos con estos personajes de forma recta, pero ello no da resultado. Es entonces cuando, siguiendo los consejos de López (Pedro Armendáriz Jr.), su “padrino político” y secretario particular del gobernador Sánchez (Ernesto Gómez Cruz); Vargas intenta hacer valer el poder de su puesto a través del uso de las leyes a su conveniencia… y de un arma de fuego que el propio López le obsequió, aplicando de esa forma la conocida Ley de Herodes que da título al largometraje.

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A partir de ese punto, vemos cómo el protagonista comienza a caer en una espiral descendente, donde pasa de ser un hombre relativamente bueno y con ideales, a pasar a formar parte de los engranajes de corrupción imperantes en el pueblo, al tiempo que él mismo comienza a corromperse, hasta terminar por transformarse en un político demagogo, mentiroso, abusivo, y dictatorial, quien incluso comienza a torcer la ley a su antojo y recurrir al crimen para protegerse.

El argumento está escrito a ocho manos por el propio Estrada, por el afamado Vicente Leñero, así como por los guionistas Fernando Javier León Rodríguez y Jaime Sampietro, y desarrolla la premisa de la decadencia de un individuo quien termina por tornarse vil y malvado a causa de la corrupción sistémica imperante en su sociedad, en este caso particular, en el de la sociedad mexicana. Y a partir de dicha premisa desarrolla una comedia satírica en la cual ataca los vicios más comunes de nuestra sistema sociopolítico, donde imperan los sobornos, las extorsiones, el perjurio, y sobre todo, la ambición desmedida que termina por contaminarlo todo. Y especialmente, retrata a una clase política que no sabe ver otra cosa que no sean sus propios intereses, y que está dispuesto a emprender las acciones más reprobables para mantener sus privilegios, no solo pasando por encima del bienestar colectivo, sino pisoteandolo.

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Este cáustico y mordaz retrato de la clase política mexicana estaba enfocado principalmente al partido que en ese entonces había detentado el poder por décadas, al cual se refiere con todas sus letras: el P.R.I. Y en menor medida, alude también al P.A.N. e incluso por ahí parece mencionar al P.R.D. (aunque sin usar las siglas de este último). Y su crítica se enfoca en todas aquellas prácticas deleznables ejecutadas especialmente por el partido hegemónico, tales como el dedazo para asignar funcionarios públicos -incluyendo gobernadores-, el tratar de mantenerse en el erario público a toda costa, y recurrir a todo tipo de argucias -llegando hasta la intimidación violenta y el asesinato- para conseguir o mantenerse en el poder, haciendo en este punto clara alusión a los magnicidios cometidos en contra de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu en 1994.

El momento sociopolítico en que dicha película fue estrenada en nuestro país también resultó significativo y de cierta forma contribuiría a erigirse como una de las películas mexicanas más importantes de los últimos 40 años. Se avecinaban las elecciones presidenciales, y el retrato negativo que la obra ofrecía del partido el cual en ese momento se encontraba en el poder no era nada favorable, por lo que la censura no se hizo esperar, en la forma de una serie de obstáculos para entorpecer su estreno. Pero gracias al boca en boca y a una intensa campaña mediática a su favor, el filme logró exhibirse en plena época de campaña electoral. Ese mismo año (2000), el P.R.I. fue derrotado en las elecciones. Y algunos aseveran que la cinta de Estrada jugó un papel importante en dicha derrota.

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El filme cosechó diversos galardones alrededor del orbe, obteniendo nominaciones y preseas en festivales como el de Cartagena, el de La Habana, en Sundance y Viña del Mar, entre otros. En México, se hizo acreedor a nueve premios Ariel, incluyendo Mejor Director y Actor (para Damián Alcázar).

La ley de Herodes sería la primera de una serie de películas en las cuales Estrada continuaría elaborando su sátira y comentarios políticos y sociales, y a este título le seguirían Un mundo maravilloso (2006), El infierno (2010), La dictadura perfecta (2014) y la recientemente estrenada ¡Que Viva México! (2023). Pero esas son otras historias…

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