Cronomicón

A inicios de los años 70´s en Río de Janeiro, una familia que podría catalogarse como “perfecta” se ve obligada a separarse tras una tragedia repentina

"Aún estoy aquí": La lucha por no desaparecer

Pocas obras me hacen llorar, y esta es una de ellas. Un retazo de mi corazón se queda en “Aún estoy aquí” de Walter Salles.

Llegué a la sala con un desconocimiento total respecto a la película que estaba por ver, sin más remedio, me vi sentada frente a una proyección que representó mi última opción al no haber más funciones disponibles para “El brutalista”.  Apenas comenzó “Aún estoy aquí” supe que sería una historia que me marcaría. 

A inicios de los años 70´s en Río de Janeiro, una familia que podría catalogarse como “perfecta” –en el sentido que los padres se profesaban un amor tierno y lleno de momentos románticos, y que sus cinco hijos gozaban de salud, cariño, hermandad estrecha y fortuna– se ve obligada a separarse tras una tragedia repentina.

La madre, Eunice,, se enfrenta a la desgarradora tarea de mantener a sus hijos a salvo en un país que poco a poco se vuelve hostil para ellos. La detención de su esposo, bajo sospechas de actividades subversivas en medio del régimen militar brasileño, deja a la familia en un estado de incertidumbre y vulnerabilidad. La estabilidad y armonía que parecían definir su vida se desmoronan con rapidez, dejando en su lugar una serie de interrogantes sobre la verdadera naturaleza de su entorno y el significado del amor en tiempos de crisis.

Uno de los aspectos más impactantes de "Aún estoy aquí" es su tratamiento de la memoria y la identidad. La película nos sumerge en una narrativa fragmentada, donde los recuerdos de los personajes se entrelazan con la realidad presente, generando una sensación de nostalgia y pérdida.

El director emplea un estilo visual que refuerza esta sensación de ruptura y vulnerabilidad. La iluminación tenue, los encuadres cerrados y el uso de colores apagados contrastan con los recuerdos vívidos de la infancia feliz, destacando la diferencia entre la estabilidad pasada y el caos presente. La música añade una capa de emotividad que refuerza la sensación de duelo constante que experimentan los personajes.

La película no solo se centra en la familia como núcleo afectivo, sino que también ofrece una crítica sutil pero contundente al contexto político de la época. La represión del gobierno, la censura y la persecución ideológica se filtran en la cotidianidad de los personajes, demostrando cómo la política no es solo un ente externo, sino algo que penetra en los espacios más íntimos de la vida familiar. A medida que la historia avanza, se evidencia cómo el miedo y la desesperanza afectan las relaciones interpersonales, llevando a decisiones dolorosas pero necesarias para la supervivencia.

El título "Aún estoy aquí" cobra un significado poderoso a lo largo del filme. Más que una simple afirmación de presencia, es un grito de resistencia y de lucha contra el olvido. Eunice y sus hijos no solo enfrentan la pérdida del padre, sino también la amenaza de perderse a sí mismos en un mundo que parece negarles su derecho a existir con dignidad. La película nos obliga a cuestionarnos qué significa realmente estar presente, tanto física como emocionalmente, y cómo el amor, a pesar de las adversidades, puede ser un ancla en medio del caos.

En conclusión, "Aún estoy aquí" no es solo un drama familiar, sino una exploración profunda de la resiliencia, la memoria y el impacto de la represión política en los lazos afectivos. Su capacidad de mezclar lo íntimo con lo histórico la convierte en una obra conmovedora y necesaria, recordándonos que incluso en los momentos más oscuros, la humanidad encuentra formas de aferrarse a la esperanza.

 

 

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