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Cómo Tuvalu puede salvarse de desaparecer por el cambio climático gracias a Twitch

Esta micro nación polinesia aspira a disparar su PIB a finales de año, cuando vence el actual contrato de explotación de su dominio .tv. El problema es que quizás necesite invertir todo el dinero que logre a luchar contra el calentamiento global, que tiene al país al borde del desastre.

Cómo Tuvalu puede salvarse de desaparecer por el cambio climático gracias a Twitch

Cómo Tuvalu puede salvarse de desaparecer por el cambio climático gracias a Twitch

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En 1995, Tuvalu ganó la lotería. No como la mayoría de persones en este mundo entendemos ganar la lotería, pero la ganó. En ese año se repartieron los dominios de internet de dos letras, que debían corresponder a cada país. Se hizo con base en la lista que la Organización Internacional de Estandarizaciones, más conocida por sus siglas ISO, realizó desde 1974, llamada ISO 3166. En el reparto, a México le tocó .mx, y a Tuvalu, una micro nación polinesia de 11 mil 500 habitantes –la segunda menos poblada del mundo y la cuarta más pequeña—, le correspondió .tv.

En aquel entonces, ni la ISO ni Tuvalu podían anticipar que las páginas webs explotarían en popularidad y que .tv se convertiría en un dominio extremadamente atractivo para corporaciones televisivas. Pero sucedió.

De esta manera, el diminuto país, cuyo Producto Interior Bruto (PIB) apenas llega a 39 millones de dólares anuales, firmó un primer acuerdo para explotar su dominio con una compañía llamada, de forma adhoc, .tv, que en 2002 absorbió la empresa estadunidense VeriSign. Aquello fue tan importante que permitió pavimentar las calles y colocar alumbrado público en la capital, Funafuti. Pero también, en 2000, Tuvalu por fin ingresó en la ONU, porque hasta entonces no se podía permitir la cuota mínima de 100 mil dólares anuales.

El actual contrato lo firmaron en 2011: Tuvalu ingresa alrededor de 5 millones de dólares al año, según The Washington Post, a cambio de la explotación del dominio, mientras que VeriSign, que asegura en su página web que “un dominio .tv es donde el mundo se conecta para el entretenimiento”, lo revende a cantidades de alrededor de 100 dólares al año, ya que lo considera un dominio premium. Con alrededor de medio millón de sitios usando la extensión .tv, VeriSign reportó a sus inversores una ganancia total de mil 210 millones de dólares en 2018.

TWITCH Y RIQUEZA

Irónicamente, los principales usuarios del dominio .tv no son las grandes cadenas de televisión, que en su mayoría se han decantado por el universalizado .com, sino plataformas de retransmisión y consumo de video en vivo, es decir, de streaming. La más importante, sin duda alguna, es Twitch, que a su vez es propiedad de Amazon, que en 2014 la compró por 970 millones de dólares. La plataforma empezó 2020 con 3 mil millones de horas de reproducción de video, y con la llegada de los confinamientos rebasó los 5 mil millones de horas, lo que la sitúa como la 34ª página web más visitada del mundo, según el respetado ranking Alexa.

Con al menos 15 millones de usuarios al día, entre creadores de contenido y consumidores, Twitch valía en 2018 –con mucha menos audiencia que ahora— 3 mil 790 millones de dólares, según cita el portal Investopedia. Por supuesto, los tuvaluanos lo saben perfectamente, y el gobierno, que hace años consideró que el contrato de 2011 eran “cacahuates” para ellos, y obligó a VeriSign a subir su pago de 2 a 5 millones anuales, aspira a conseguir un acuerdo mucho más jugoso.

El contrato actual vence en diciembre de este año, y Tuvalu aspira a lograr una cifra mucho mayor por la explotación de su dominio, ya sea con VeriSign o con algún otro proveedor. Ni que decir tiene que, aunque la cifra que pueda conseguir es por ahora pura especulación, cualquier aumento significativo podría desplazar a la pesca como el mayor sector económico del país, que ahora supone alrededor del 40 por ciento del PIB.

CAMBIO CLIMÁTICO

La mala noticia para Tuvalu es que, lejos de permitir que sus habitantes manejen Ferraris por las calles de Funafuti, el gobierno podría terminar teniendo que redirigir la lluvia de dinero hacia la lucha contra el cambio climático, que amenaza con convertir al país en el primero en desaparecer en todo el mundo por su culpa.

Tuvalu se asienta sobre nueve islas –cuatro coralinas y cinco atolones—, lo que significa que apenas tiene elevación sobre el nivel del mar. La media de la isla principal son 2 metros, y el punto más alto son 4 metros. Tradicionalmente, una barrera de coral ha protegido a las islas del archipiélago de las olas, pero el calentamiento global ya ha matado a más del 80 por ciento de estos corales. A esto se le suma que, al ser tan plano, Tuvalu es uno de los países más amenazados del mundo por la crecida de los océanos.

“Cuando un ciclón nos golpea, no hay montañas para escalar, no hay tierra adentro a donde correr. Por supuesto, tenemos cocoteros. Estamos extremadamente expuestos al cambio climático”, decía en 2010 el canciller de Tuvalu, Enele Sopoaga, que luego fue primer ministro, en su discurso inaugural en la cumbre del clima de Cancún.

Entre la amenaza de los ciclones, que recortan unos centímetros cada año las playas de Funafuti y salinizan la tierra, lo que destruye los pocos cultivos que hay, y la crecida del mar, que amenaza con engullir eventualmente sus islas, las peores estimaciones indican que Tuvalu puede desaparecer antes de 2050. Las no tan pesimistas hablan de 2100.

La lucha de Tuvalu contra el cambio climático puede pasar, entonces, por el incremento sustancial de su PIB, gracias a un nuevo y mejorado acuerdo de explotación del dominio .tv. Por un lado, la acción pasa por invertir en los proyectos de investigación que ya existen para regenerar el coral, y por el otro, un aumento significativo de sus ingresos puede permitir al país reconstruirse rápidamente cada vez que un tifón arrase su ciudad.

Tuvalu no puede convencer al mundo de evitar su propia autodestrucción a largo plazo, pero puede que, gracias a Twitch y a internet, pueda seguir existiendo. Al menos, un siglo más.