Nacional

La Reforma Política, su herencia más cercana y palpable

La fotografía, por emblemática, habla de un momento esencial en la vida política mexicana: es Arnoldo Martínez Verdugo, en el momento en que entrega al secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, la documentación para registrar al Partido Comunista Mexicano.

Salvador Allende entrega un libro a Fidel Castro
Salvador Allende entrega un libro a Fidel Castro Salvador Allende entrega un libro a Fidel Castro (La Crónica de Hoy)

La fotografía, por emblemática, habla de un momento esencial en la vida política mexicana: es Arnoldo Martínez Verdugo, en el momento en que entrega al secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, la documentación para registrar al Partido Comunista Mexicano. Es abril de 1978, y aunque el PCM no es la única organización que se incorpora en esa, la Reforma Política concretada un año antes, con la modificación de la Constitución y la aprobación de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales (LOPPE), el acto adquiere un enorme peso simbólico: materializa la que, acaso, sea el legado político más importante de Reyes Heroles.

 “Su gran virtud como secretario de Gobernación, y hay que decirlo, también del presidente José López Portillo, fue haber reconocido que el formato de la política tradicional ya no era capaz de ofrecerle un cauce a la diversidad política que existía en el país”, estima José Woldenberg, académico y analista político, Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral (IFE) de 1997 a 2003. Si se ha querido ver en el movimiento estudiantil de 1968 el punto de partida simbólico hacia lo que hoy llamamos “transición democrática”, lo cierto es que la reforma de 1977 lleva al terreno de los hechos y “despresuriza” el muy difícil escenario político de aquel sexenio.

“Las señales de preocupación, los focos rojos, se prendieron en 1968”, estima Woldenberg. “Pero después del 68 esos focos rojos no se apagaron, ¡se encendieron más! Surgieron los conflictos en universidades públicas, las invasiones de tierra, la llamada insurgencia sindical; aparecieron una guerrilla urbana y una rural; surgieron nuevas publicaciones y nuevos partidos políticos. En suma, México era un país efervescente en los años 70 del siglo pasado, y paradójicamente, fuimos a las elecciones de 1976 con un solo candidato a la presidencia en la boleta, que fue José López Portillo, porque en esa ocasión el Partido Acción Nacional no pudo postular a nadie, por problemas internos, y el Partido Comunista Mexicano, que postulaba a Valentín Campa, no tenía registro”.

La realidad política ya no cabía en aquella boleta de 1976. “Fue esa contradicción, manifestada en un México muy convulsionado, y por otro un sistema político impermeable a esa nueva realidad, lo que, me parece, le abrió los ojos a don Jesús y, con sensibilidad, dijo “tenemos que abrir”, y la forma de abrir fue la Reforma Política de 1977”.

Nada en la vida de los personajes públicos es gratuito: el Reyes Heroles que concreta la reforma política, tiene años de ser militante de un partido político, funcionario público de muy alto nivel, de ser un historiador que no abandona su oficio aun cuando las tareas de la vida diaria no pertenecen al mundo de la academia.

“Hay que recordar que Reyes Heroles tenía una formación intelectual impecable. A veces eso se olvida, pero él era todo un personaje en el mundo de la cultura, y su  trabajo en el campo de la historia de las ideas políticas es muy importante. Su obra acerca de la historia del liberalismo sigue siendo un libro absolutamente pertinente; la suya es una sensibilidad que se nutre de dos grandes experiencias: la intelectual y la de un político y funcionario público; de ahí viene esa visión, esa potencia”.

Reyes Heroles ya había pasado por la vida legislativa (1961-1964). A su experiencia como servidor público se sumaba ese conocimiento de un mundo donde la diversidad política no era la tónica. “Durante muchos años, la hegemonía del PRI resultaba incontestada; se nutría de la legitimidad que le daba la memoria del movimiento revolucionario y de la debilidad de las oposiciones”, narra José Woldenberg. “Pero llegó el momento, y ese es el mérito de reconocer que había llegado el momento, en que ese país modernizado que era México, si se quiere de manera contrahecha y desigual, no cabía ni quería caber bajo el manto de un solo partido, una sola ideología y un solo liderazgo. Eso había comenzado años antes, con las huelgas de los 50, que se acentuó en el 68 con los reclamos de los “hijos privilegiados”, que se sienten ahogados y claman por la autonomía, la libertad y la diversidad. Ese panorama se agudizó en los 70,  con una conflictividad cada vez más intensa. A los ojos de don Jesús resultaba una auténtica incongruencia que un país con tales contradicciones y conflictos fuera a elecciones para encontrarse con que, en la boleta, solo había de una sopa”.

¿Era la reforma política de 1977 una válvula de escape? “Él lo dijo en un discurso, en Chilpancingo, era un recurso preventivo”, confirma Woldenberg.  “Pero sabemos que en la historia no hay una sola lógica. Si la lógica del gobierno es preventiva, las oposiciones adoptan una actitud de “aprovechemos esta coyuntura, vayamos a la reforma y paulatinamente vayamos embarneciéndonos y tendiendo puentes con la gente”. Eso es lo interesante de una iniciativa como la que llevó a la reforma política de 1977. Hay quienes dicen que solamente intentaban poner un “parche”, pero hay parches que resultan muy pertinentes”.

Pero el “parche” de Reyes Heroles y López Portillo funcionó, a diferencia de los intentos por “despresurizar” la vida pública mexicana en la gestión presidencial anterior, de Luis Echeverría (1970-1976).  “la llamada “apertura democrática” [de Echeverría], comparada con la reforma política, se queda en un esbozo muy tímido, porque se manifestó con una cierta apertura en los medios de comunicación, particularmente en la prensa, y se manifestó también en incorporar a los jóvenes egresados universitarios a los institutos gubernamentales y de partido, pero esa apertura a los medios se canceló con el golpe al periódico Excelsior, y lo otro era muy tímido. Lo que no se alcanzó a reconocer es que existían otras fuerzas políticas que no querían ya hacer política bajo el manto del PRI y que era eso lo que estaba agotado”.

El México de 1976 ayuda a explicar la trascendencia de la reforma política de Reyes Heroles. “Otro elemento que no se puede soslayar es la campaña que realizó en ese año Valentín Campa, candidato del PCM. Si los comunistas mexicanos no hubiesen dicho “somos una fuerza nacional, queremos entrar a elecciones, tenemos un candidato y queremos ejercer nuestras libertades”, sumada a la campaña de Campa, que fue muy criticada y que, sin embargo, se llevó a cabo por el empeño del propio Campa y de Arnoldo Martínez Verdugo. Creo que en buena medida la reforma de Reyes Heroles responde a eso y decide construir una puerta de entrada, no solo para el PCM, pero también para el PCM”.

Aquella reforma fue como una bola de nieve: “una bola pequeña que a su despliegue se convierte en un alud, porque primero se incorporan a nuevas fuerzas políticas que estaban excluidas. Pero esas nuevas y las viejas fuerzas –pienso en el PAN—no se conformaron con estar en la boleta. Demandaron instituciones imparciales, condiciones de competencia equitativas, tribunales para desahogar lo contencioso electoral; es una reforma inaugural, no una reforma que clausura; puso en marcha nuevas y más profundas reivindicaciones, y ese es su mérito”. (BH)

Copyright © 2018 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México