La familia lo comenzó a buscar luego de 5 días, porque, si bien le gustaba el trago, nunca había aplazado tanto su regreso a casa luego de sus andanzas callejeras. La hipótesis más viable de esa ausencia, pensaban los hoy deudos de Don Antonio, era que este adulto mayor se había ido más lejos de lo normal o que había tenido algún accidente a mitad de la parranda.

Quizás incluso que había tenido algún problema, pero nada más allá de eso. La familia hechó mano de los centros de búsqueda de personas desaparecidas y de las redes sociales. La figura de Don Antonio envestida en su camisa del América era la referencia principal, además de la ausencia de cuatro dientes frontales.

La realidad era más tétrica y apunta hacia la increíble expansión de la violencia extrema, hasta el punto del asesinato. El único antecedente anormal en la vida del anciano fue una discusión con un vecino, nada del otro mundo, gritos entre quienes viven uno al lado del otro por cualquier cosa sin importancia.

Luego de 15 días de búsqueda, un tambo en la casa de ese vecino llamó la atención de los policías que habían ido a atender la desaparición. Y encontraron que en ese tambo, repleto de cal, había un cadáver.

El cuerpo no podía ser reconocido de inmediato y fue trasladado al centro pericial de Toluca donde la dentadura reveló, finalmente, que un hecho más de violencia indescriptible e intolerable (por más que estadísticamente se haga más y más común) había tomado a otra familia como presa: Don Antonio ha dejado de ser buscado porque fue muerto a unos metros de su puerta.