Opinión

A 100 años luz de Dinamarca

Nada me gustaría más para éste, mi México querido, que el sistema de salud fuera como el de Dinamarca, pero me temo que el sueño presidencial no se logrará ni con toda la magia de Harry Potter y sus cuates, ni siquiera para 2030.

Indagué cómo es el servicio de salud de Dinamarca y, para efectos prácticos, lo comparo con el del IMSS que es lo mejorcito que tenemos.

Los estudiantes daneses de Medicina cursan seis años para obtener el grado de Médico General, igual que aquí. Hasta aquí llegaron las similitudes con México, pues los jóvenes nórdicos reciben una remuneración para sus sustento total a lo largo de toda su carrera; aquí un estudiante e pregrado recibe un máximo de tres mil pesos y eso cuando ya está haciendo prácticas en hospitales.

Ahora comparemos las Unidades Médico Familiares (UMF) o de Atención Primaria, como le llaman allá. De entrada, en Dinamarca no están centralizadas, sino que son instaladas de manera privada por un médico o grupo de médicos, quienes conjuntan el personal de enfermería, de laboratorio y de administración. Una UMF danesa se basa en la autogestión y debe prestar servicios de imagen y de laboratorio básico.

Instalaciones de un hospital del IMSS

Instalaciones de un hospital del IMSS

Cuartoscuro

Dinamarca cuenta con tres mil 500 UMF para atender a seis millones de habitantes de todas las edades; el IMSS dispone de mil 500 para algo así como 60 millones de derechohabientes. La proporción nos deja en la lona.

La estructura salarial es bien interesante: el equivalente al 30 por ciento del salario de todo el personal de la UMF es fijo; el 70 por ciento restante proviene de las consultas otorgadas, pero todo lo cubre el Estado. Un médico familiar danés no deja el mes por menos de 160 mil pesos; un mexicano gana en promedio 15 mil pesos.

El horario de atención de las UMF en Dinamarca es de las 8:00 a las 16:00 horas, de lunes a viernes; hay guardias uno o dos días a la semana, mismas que se pagan adicionalmente. Si una persona enferma súbitamente fuera del horario, llama a los servicios de emergencia, para ser atendido por profesionales y, eventualmente, canalizado a la UMF de guardia o a un hospital.

A diario, muchas de las consultas sencillas son atendidas vía telefónica en la UMF danesas; o sea, solo van los que realmente lo necesitan. Un galeno nórdico atiende un promedio de 25 pacientes diariamente; un mexicano anda por 35. Los médicos daneses hacen visitas domiciliarias, por las cuales reciben una remuneración extra.

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Las UMF danesas son responsables de la medicina preventiva y de los chequeos de rutina, lo cual impacta favorablemente en la calidad de vida. Si una Unidad tiene pocas consultas por haber mantenido sana a la población que le toca atender, pues se le otorga una compensación económica por cada persona, desde viejitos hasta bebés.

En Dinamarca, los servicios de salud son cubiertos en su totalidad por el Estado; nada de que tal enfermedad no está en el catálogo o de que no hay la prótesis.

El Estado danés cuenta con una Comisión de Salud que monitorea constantemente la excelencia de los servicios y el cumplimiento de los protocolos; nada de que ahora borramos las normas oficiales para tal o cual padecimiento como ocurre aquí. Cada dos años, el personal médico y de enfermería tiene derecho a cursos de actualización de su elección; si los aprueba satisfactoriamente, el Estado le reembolsa la totalidad el gasto.

Ahora pasemos al peliagudo tema de las medicinas. En Dinamarca, los ciudadanos pagan su costo, a menos de que se trate de una enfermedad crónica, en cuyo caso, el Estado cubre tiene una escala ascendente de apoyo.

Más allá de la numeralia y formas de organización comentadas en párrafos arriba, hay diferencias estructurales fundamentales entre ambos países.

Primero. Dinamarca invierte el 11 por ciento de su PIB en salud, mientras que aquí apenas llegamos a los cuatro puntos; ni siquiera llegamos al mínimo recomendado por la OCDE.

Segundo. Todos los daneses pagan impuestos, a una tasa de 35 a 45 por ciento sobre los ingresos. En México, solo el 45 por ciento de la población económicamente activa lo hace, con un máximo de 35 por ciento. No se trata de que el SAT nos suba las cuotas, sino de que se ataque a los que viven en la informalidad, pero que también demandan servicios públicos de todo tipo.

De no cambiarse estas dos premisas estructurales, no hay manera de acercaros aunque sea poco a poco a Dinamarca. Pero la 4T nunca se lo planteó; todo ha sido un sueño guajiro en la cabeza de alguien.

Ya dejen de mentirnos. No insulten nuestra inteligencia.

Colaboró: Upa Ruiz uparuiz@hotmail.com

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