Opinión

Intelectuales y política

Entiendo por intelectual a una persona que utiliza su razón para meditar acerca de asuntos públicos, y expone sus ideas acerca de ellos, principalmente en medios de comunicación. Entonces, es una conjunción entre la inteligencia y la exposición pública.

Esta exposición pública es fundamental, ya que de alguna manera se convierte en una influencia entre un grupo más o menos grande de quienes le leen o escuchan.

De alguna manera, un/a intelectual se afilia a un sistema de valores, a partir de los cuales realiza su análisis de la realidad. Este sistema de valores puede ser, por ejemplo, el de la democracia liberal, o el de una democracia de trabajadores; le sirve también para vincularse con otras personas que piensan igual, así como para identificar a quienes serán sus contrincantes ideológicos.

Es a partir de ese sistema que acomoda sus conocimientos y experiencias, para trabajar con ellos. No puede realizar su función si carece de aquel; y a lo largo de su vida, puede pasar de uno a otro.

Su formación puede ser disímbola. Jorge Cuesta estudió para químico, mientras la filosofía fue la formación de como Simone de Beauvoir. Pero lo que les distingue es el uso de su inteligencia aplicada a problemas sociales.

Decir social, en buena medida, es decir público.

Ciertamente, puede suceder que algunos artistas o científicos que no se ocupen de forma sistemática de temas comunes, lo hagan de alguna forma así sea oblicua. Pasó con Glenn Gould, genial pianista que expresó de manera indirecta su posición acerca del despoblamiento del Canadá.

Ahora bien, ¿un intelectual es un político? Lo es en el sentido de la preocupación por lo social, y en la exposición pública. Pero no lo es, o no necesariamente, en un sentido partidista.

Un intelectual puede decidir mantenerse alejado de los partidos políticos, partiendo de la convicción de que, para desarrollar mejor su función social, debe abstenerse de un compromiso que, necesariamente, implica un cierto grado de concesión. Pero puede asumir también la necesidad de un compromiso partidista, que puede ser ocasional, atendiendo a los eventos del momento; o de una manera militante y, por tanto, permanente.

En este caso, el intelectual puede desempeñar varias funciones: ideólogo, portavoz, o incluso acceder a una candidatura.

La existencia o falta de compromiso partidista no hace mejor o peor a un intelectual. Solamente se trata de ciertas maneras para ejercer su función, esencialmente crítica.

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