Opinión

Los Nobel con dedicatoria a México

Obviamente la Academia Sueca, cuyas deliberaciones culminan cada año con la entrega de los premios de la Función Alfred Nobel no nos quiere a los mexicanos. Al menos no al gobierno mexicano.

Altiva como una desdeñosa valquiria pasó de largo por sobre la petición presidencial de entregarles los premios de medicina a quienes en un año alcanzaron lo imposible para el imperio español en 300 años de rapaz coloniaje: las vacunas contra el Covid.

No importa sin esa hazaña bio-farmacológica, sean químicos, biólogos, investigadores y científicos neoliberales, contratados por las enormes empresas trasnacionales quienes ganan dinero con la venta de sus descubrimientos y sus desarrollos científicos, a costa de la pobreza intelectual de los países subdesarrollados quienes no tiene opción de inventar nada, sólo de comprarlo. -o mendigarlo--, todo.

Pero esa injusticia no les iba a quitar --a ninguno de todos los premiados--, la presea cuya concesión ya había sido lograda cuando México, tarde y mal, les pidió a los escandinavos, premiar a los premiados.

Por eso los suecos le hicieron al sueco. En lugar de eso les dieron la presea a David Julius y Ardem Patapoutian quienes desarrollaron experimentos para saber por qué sentimos el calor y el dolor. La explicación científica de una caricia o como diría Marco Antonio Montes de Oca, cuando en una cadera de mujer el tacto clava sus deliciosos alfileres.

Pero fue solo esa desatención. Los suecos se empeñaron en premiar a quienes actúan a contracorriente de los mexicanos tetramorfósicos. Se les ocurrió entregarles la medalla dorada de la Paz, a dos periodistas en cuyos países se agrede a los informadores y se juega contra la libertad de pensamiento, expresión e imprenta, cosas en México desconocidas.

Ellos son un ruso y una filipina, Maria Ressa. Ella colecciona órdenes de aprehensión (como su fuera científica mexicana) y se le ha retenido su visado de salida. Tiene 58 años de edad y es una vulgar aspuracionista contraria a Duterte (estudio en Princeton); ganó el premio Mundial de la Libertad de Prensa Unesco/Guillermo Cano, también en este año y fue señalada en 2018 (por Time), como una persona internacionalmente notable.

Si viviera aquí estaría alojada en la colonia Del Valle.

El otro periodista galardonado es Dmitry Muratov editor del “Novaya Gazeta”, cuya terquedad lo compele a seguir publicando a pesar de acoso, amenazas, violencia y asesinatos en el gremio.

Horror en Rusia matan periodistas. Una felicidad no vivir en Rusia.

Obviamente en el Kremlin se acusa a todo peripodista de ser “agente extranjero”, especialmente si es un crítico persistente. Y eso no esta del todo mal, excepto porque lo hacen sin un tribunal de por medio.

Ya nuestra embajada tramita un curso propedéutico para operadores rusos de información, impartido por la muy inteligente Anita Vilchis quien despliega cada semana su talento inquisidor (no inquisitivo), de enjuiciamiento mediático en las “mañaneras” de media semana.

Pero donde sì la Academia nos vino a poner otro dedo en otra llaga (hay tantas como uñas en las manos), es en el asunto migratorio, renglón en el cual México fracasa un día sí y otro también, porque su condición de barda humana en favor de los gringos es algo innegable, como tampoco se puede negar el absurdo del señor canciller Marcelo, o del comisionado de Migración, el señor Garduño: los migrantes son bienvenidos si cumplen con los requisitos legales para internarse en el país.

Es decir, cuando se hospeden en el Ritz Carlton del Paseo de la Reforma, no cuando se presenten como famélicos haitianos --espectrales, indocumentados y con los hambrientos ojos hundidos en la cadavérica cara sin esperanza.

Ese desarraigo es la materia prima en la literatura del escritor premiado este año, cuyo nombre -- Abdulrazak Gurnah,

es apenas conocido por los lectores mexicanos.