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Tragedia en el Pico del Fraile: la estrella, el político, el fotógrafo
Un accidente aéreo es, siempre, terrible. Pero hay ocasiones en que la tragedia alcanza a tocar la sensibilidad popular y el drama se vuelve colectivo; nadie deja de enterarse. Hay ocasiones en que el azar reúne a un puñado de celebridades, de personajes prominentes, que están destinados a compartir el momento de la muerte. Es tal la reunión de personajes, que algunos alcanzan a salvarse. Solo conservan en el alma un leve arañazo, recordatorio de la fragilidad humanaBertha Hernández -
Escándalos Novohispanos: los casos de bigamia
Los siglos virreinales constituyen una época llena de incertidumbres: cualquier iniciativa que fuera más allá del vecindario donde se nacía, era una aventura con finales impredecibles. Quienes, desde España planearon construir una nueva vida en estas tierras, no sabían si volverían, si la fortuna les sonreiría. Por eso, apenas empezaban a sentirse cómodos en lo material, empezaban a atender las necesidades del corazón. Pero la lejanía no era el único pretextoBertha Hernández -
El principito Iturbide: una extraña intriga del Segundo Imperio
El deseo de trascender, de establecer una dinastía de origen europeo en México, era una de las obsesiones de Maximiliano. Como el heredero que debía darle su esposa Carlota, la princesa de los belgas, no llegaba, ni llegaría, el archiduque austriaco discurrió atraer a la corte a un niñito de tres años, el nieto de Agustín de Iturbide, como una especie de plan B. Ignoraba que la madre del pequeño pelearía por recuperarlo, del mismo modo que no podía adivinar que el imperio que soñaba construir en estas tierras no perduraríaBertha Hernández -
De bailes a bailes: entre la persecución y la fe
Al tribunal del Santo Oficio siempre le despertaron desconfianza los numerosos bailes festivos a los que los novohispanos eran tan aficionados. A lo largo de los trescientos años de orden virreinal, se habló de lujuria, pecado y condenación. Pero hubo un día en que resultó no solo que había un baile honesto. Además, era parte del culto a los santosBertha Hernández -
De la Huerta en Estados Unidos: de la política frustrada a las clases de canto
Transcurrió buena parte de 1924, y el otrora presidente interino de México, exiliado en la Unión Americana, soñaba con que la rebelión que finalmente encabezó, todavía tenía esperanzas: por eso mandó a Salvador Alvarado a morirse en Palenque, cuando ya no tenía ningún caso comisionar a un general de alto nivel para tratar de inyectarle oxígeno a la rebelión militar. Con algunos muertos en la conciencia, don Adolfo se resignó a vivir de su gran talento musicalBertha Hernández -
Los veinte meses del gobernador Felipe Carrillo Puerto
Tal vez, si el gobierno federal no hubiera declarado 2024 como “Año de Felipe Carrillo Puerto”, pocos recordarían al gobernante socialista del estado de Yucatán. Sus ideas progresistas se tradujeron en políticas que, en un estado donde la “casta divina” de los hacendados henequeneros libraba una guerra sorda contra la permanente resistencia de los pueblos mayas, se convirtieron en punto de conflicto. Las tensiones generadas por la rebelión delahuertista solamente produjeron el escenario ideal para que los enemigos del gobernador colaboraran en su caídaBertha Hernández -
Sangre en la Plaza Mayor: crímenes y castigos ejemplares
Quizá el crimen más famoso de los trescientos años de orden virreinal fue el del comerciante Joaquín Dongo, en la Nueva España. En él, como en tantos otros, se esperaba que las sanciones disuadieran a cualquier otro desocupado a cometer actos ilícitos. Por eso, y porque convenía que a los virreyes se les temiera antes que respetarlos, los grandes castigos de aquellos días eran públicos y brutalesBertha Hernández -
Así cayó Chucho El Roto
En la historia de la delincuencia mexicana hay bandidos que han despertado el entusiasmo popular, generalmente por su habilidad para burlar a la autoridad. Uno de estos personajes, acaso de los más famosos, era aquel hombre que, debajo de la ropa de calidad y los zapatos lustrados, ocultaba su habilidad para el robo, sustentada más en la maña que en la fuerza. Pero, en algún momento, se le tenía que acabar la suerte…Bertha Hernández -
Escape hacia el exilio: una aventura crucial de Martín Luis Guzmán
En noviembre de 1923, Adolfo de la Huerta había aceptado la candidatura presidencial del Partido Cooperatista. La persecución política se desató. Sabía De la Huerta que el general Guadalupe Sánchez, jefe de operaciones militares en Veracruz, estaba dispuesto a iniciar una rebelión armada en su favor, y salió de la ciudad de México en busca de su destino. Así, detonó la fuga del diputado y periodista que había sido su decidido partidarioBertha Hernández -
Ticlí-Ticlá: Historias de la máquina de escribir
Como tantos otros artefactos que llegaron a cambiarnos la vida, la máquina de escribir fue objeto de recelos, desconfianzas y entusiasmos. En algunos casos, el arte de escribir a máquina cambió la vida de algunos personajes, y en otros fue el pretexto para que algunos ciudadanos comunes y corrientes se volvieran parte de la historia política. Otros vieron en estos artefactos el progreso, la maravilla y la modernidad, e incluso, hallaron una resonancia poética en el sonido de sus teclasBertha Hernández -
Desapariciones forzadas: nadie supo nada del diputado Pastelín
En la oscura historia de la Decena Trágica y el régimen de Victoriano Huerta hay todavía crímenes sin resolver. Tal es el caso de un joven oaxaqueño, diputado suplente, decidido a unirse a la rebelión armada que se fraguaba en el norte. La oleada de violencia política intentó desaparecer su memoria. Fueron muchas las voces que señalaban al médico Aureliano Urrutia como el artífice del huracán que se llevó al legisladorBertha Hernández -
Los vientos revolucionarios inventan la Avenida 20 de Noviembre
Los revolucionarios, como todos los anteriores gobernantes de la ciudad de México y del país, querían dejar una huella duradera, más allá de los discursos. Compartían la convicción de que, lo que funcionaba en la capital, se podía replicar en el resto del territorio. Así, emprendieron obras públicas grandes y costosas, pero que expresaban una voluntad de cambio que no dejaba de ser política. Pero los símbolos eran importantes, y la nueva modernidad tenía que expresarse en las calles donde se alojaba el poderBertha Hernández -
Cuando el Estado se metió en los modos de morir
Como quien mira el viejo negativo de una película fotográfica y pretende recuperar los detalles de lo que fue un momento en la vida de alguien, documentos como las normas producidas por los gobiernos liberales del siglo XIX permiten las prácticas y costumbres que hace más de 150 años incomodaban profundamente a quienes gobernaban en México. Querían, nada menos enseñarle a la gente qué hacer con sus muertos, cómo dolerse de la ausencia de alguien querido y evitar que un funeral cualquiera se volviera un mitote de puebloBertha Hernández -
La emergencia alfabetizadora de Jaime Torres Bodet
En 1944, cuando el mundo entero seguía con atención y con zozobra el desarrollo de la segunda guerra mundial, había, aunque suene extraño, quien, entre la oscuridad, alcanzaba a avizorar tiempos mejores una vez que pasara el conflicto. Y aquel hombre, que tenía alma de poeta y estaba contagiado de la pasión por llevar la educación a todos los rincones de México, decidió que urgía entrar en acciónBertha Hernández -
El catolicismo soterrado en tiempos del conflicto religioso
Pasado el pánico inicial por el cierre de los templos, en lo que era el inicio del conflicto religioso detonado por el gobierno de Plutarco Elías Calles, y mientras algunos estados de la República se incendiaban al grito de “¡Viva Cristo Rey!”, en muchas ciudades los creyentes católicos empezaron a desarrollar una resistencia tenaz: unos se convirtieron en apoyo para las fuerzas que empezaron a ser llamadas cristeras; otros prestaron casas y abrieron sus puertas y sus sótanos para que, fuera de los templos, se siguieran administrando los sacramentosBertha Hernández -
Ser católico en tiempos de la suspensión de cultos
El 24 de julio de 1926, la iglesia católica anunció la suspensión del culto y el cierre de sus templos en todo el territorio mexicano. Era la respuesta a la llamada Ley Calles, que pretendía normar parte de las labores sacerdotales e imponía sanciones penales a quienes no observaran las nuevas normas. Lo que es hoy un capítulo de nuestra historia política, fue, hace casi un siglo, un drama para la gente de a pie, que eran creyentes sin preocuparse por lo que dijera el presidenteBertha Hernández -
La radio, la modernidad y los mexicanos
Del juguete científico a la vida transformada; de los entretenimientos en teatros y cines, a la función musical en la sala de la casa. La llegada de la radio comercial a México cambió hábitos, creó costumbres, modificó la vida en algunos barrios y formó audiencias masivas de verdad. Surgieron verdaderos éxitos melódicos y los ídolos de masas parecían estar al alcance de cualquiera que pudiera pagarse uno de esos aparatos fantásticos que encerraban diversión, disfrute y un pedacito de futuroBertha Hernández -
Los funerales de los héroes del Molino del Rey
El recuento de la invasión estadunidense a territorio mexicano adquirió tintes trágicos a medida que las tropas extranjeras se acercaban a la ciudad de México. Todo mundo sabe, en la actualidad, que las tropas defensoras opusieron resistencia, con todo lo que tenían. Y, con el orgullo hecho pedazos, había que darse tiempo para dar sepultura digna a los héroes de la Patria.Bertha Hernández -
¿Cómo formó Hidalgo al primer ejército insurgente?
Después de arengar a los habitantes del pueblo de Dolores, Miguel Hidalgo debió ocuparse, junto con sus compañeros de conspiración, de armar el que sería el primer ejército de la insurgencia. Desde el principio los trató de una manera honrosa: serían héroes. “Pocas horas me faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres”, le advirtió a sus feligreses. Luego, puso manos a la obraBertha Hernández -
Historia de un joven artista que llega a pintor del Estado
Su obra está a la vista de muchos en diversos recintos culturales y educativos. Acaso porque la obra de Diego Rivera —y sus empeños en opacar a los colegas que también hicieron muralismo hace un siglo— de repente se nos olvida la obra de este pintor jalisciense que le dio al gobierno de Álvaro Obregón algunas de las pistas para hablar y promover un nacionalismo “revolucionario”, que fijara la mirada en algunas manifestaciones culturales que, en los días porfirianos, habían sido ninguneadas en las Fiestas del CentenarioBertha Hernández