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Los Narcosatánicos o una estela de crímenes peliculescos
El narcotráfico y las operaciones criminales organizadas empezaron a permear la vida en México en los años 80 del siglo pasado. Era lógico que el contenido de las noticias policiacas también se transformara. A las grandes tragedias, a los hechos de sangre completamente atribuibles a las pasiones humanas, se sumaron factores como la corrupción exacerbada y el comercio de droga en grandes volúmenes, que cruzan la frontera norte. Al amparo del fenómeno del narco se dieron extrañas y oscuras historias.Bertha Hernández -
Crimen, espectáculo e impunidad: los delitos de Alfredo Ríos Galeana
Los recuentos de la criminalidad del México ochentero reflejan la desesperanza que la crisis económica y el fracaso de las utopías de la década anterior habían creído posibles. La miseria material y emocional quebrantaba límites, y, encarnado en delincuentes de gran eficacia, empezó a crecer un fenómeno que, hasta la fecha, forma parte, tristemente, de la vida diaria: la impunidadbertha hernández -
El drama y ¿el crimen? De Elvira Luz Cruz
Tradicionalmente, la prensa de nota roja fue durísima con las mujeres acusadas de asesinar a sus hijos. En los años 80, cuando se creía que las atroces historias de treinta o cuarenta años atrás ya estaban olvidadas, un crimen múltiple, de cuatro pequeños, volvió a plantear un caso que atrajo a la prensa, pero también a numerosas organizaciones sociales, que se negaron a criminalizar a la presunta culpable, la madre de aquellos niños.bertha hernández -
El Negro Durazo: símbolo de violencia y corrupción
El escándalo de los asesinatos del río Tula no fue sino el extremo de una oscura madeja de negocios ilegales, de crímenes sin resolver y de drogas en abundancia. El otro extremo llegaba a las oficinas de jefes policiacos que, amparados en su cercanía con el escalón más alto del poder político, es decir, la presidencia de la República, se creyeron invulnerables. Durante mucho tiempo se supieron, fueron impunes. Luego, vino la caída.bertha hernández -
La violencia desenfrenada: la matanza del río Tula
Los turbulentos años setenta dieron paso a una década en la que, poco a poco, México empezaría a ser parte de eso que se llamaría globalidad. La corrupción alcanzó magnitudes brutales en los cuerpos policiacos, y la industria y los efectos del narcotráfico empezaron a extenderse como una marejada lenta, pero densa y mortífera. La criminalidad en México empezó a tejer un capítulo de su historia con otras formas de la violencia.Bertha Hernández -
Otro nieto, otro crimen: el Estrangulador de Coyoacán
Con el asesinato de unos abuelos se acababan los grandes casos criminales de los años setenta del siglo XX. El recuento sangriento había comenzado de la misma forma: en 1971, ciego de rencor, un muchacho atormentado se coló en la casa de su abuela para quitarle la vida. En esos días, la prensa lo convirtió en el prototipo de la juventud descarriada, desorientada, criminalizada.Bertha Hernández -
Un nieto que asesina a sus abuelos, o el crimen doble que estremeció a México
En las últimas semanas de 1978, el conocido humor negro de los habitantes de la ciudad de México incluyó en las conversaciones de todos los días la expresión “fue el nieto”, extraída de los titulares de la prensa que dieron a conocer el asesinato de una pareja conocida en el mundo de la política y de la cultura. La violencia con la que fueron ultimados sorprendió al país entero. El asombro creció cuando se supo quién era el responsable.BERTHA HERNÁNDEZ -
Cuando Lecumberri dejó de ser cárcel
Al paso de los años, la vieja Penitenciaría del Distrito Federal se había ganado el mote de “El Palacio Negro”, tanto por el deterioro de sus muros, provocado por el subsuelo húmedo, como por las tremendas historias que acumulaba. Hábiles tahúres, asesinos seriales, brutales homicidas, militantes políticos, habían convivido en la famosa Lecumberri. Hasta el legendario Pepe el Toro, encarnado por Pedro Infante, conocía el lúgubre penal. Hace 46 años, eso se terminó.Bertha Hernández -
Las insólitas momias de la Unidad Tlatelolco
Desde que en 1861 se encontraron, entre las ruinas del convento de Santo Domingo, los cuerpos momificados de Fray Servando Teresa de Mier y otros once frailes dominicos, la ciudad de México no había vuelto a alborotarse por un fenómeno de esta clase. Pero los hallazgos en el modernísimo conjunto habitacional revelaron una historia criminal y una existencia desdichada.Bertha Hernández -
Trinidad Ramírez, la tamalera homicida
Los “autoviudazos” pasaron de moda. El mundo cambiaba, México también. Cuestiones añejas como el honor de las familias y de los caballeros, y la honra de las mujeres empezaron a sonar como cosa del pasado remoto. Los turbulentos años sesenta encontraban complejas resonancias en la nueva década, y los dramas que se convertían en la cotidiana nota roja, también. Los mexicanos se escandalizaron de que una mujer, en una situación extrema de violencia y hartazgo, decidiera tomar en sus manos la vida de su agresor, que era, también, su pareja.Bertha Hernández -
Autoviuda modelo 1970: así murió el periodista Carlos Denegri
Los turbulentos años sesenta se terminaron; el país quería olvidarse de mil cosas desagradables, y no eran pocos los que deseaban no escuchar los crujidos del sistema político desgastado. La nueva década sería de crecimiento y de progreso, aseguraron los optimistas; empezaba un año agitado, de campaña por la presidencia, “de Hidalgo”, para los vivales incrustados en la administración pública. Sí, serían años agitados. Tan solo el primer día, cayó muerto el que era considerado uno de los mejores reporteros de México y una muy, PERO MUY mala persona.Bertha Hernández -
La muerte y la política: el asesinato de Rubén Jaramillo
A la distancia que impone el tiempo, aquel brutal golpe del poder político sigue siendo atroz: un líder popular emanado del zapatismo, encontró la muerte a manos de personajes que fueron identificados como integrantes de las fuerzas armadas. No fueron pocos los que señalaron al gobierno de Adolfo López Mateos como el autor material e intelectual de la masacre.Bertha Hernández -
Las Poquianchis: un caso de horror
Tres denuncias por desaparición de muchachas, una madre que buscaba a su hija, una mujer que, en condiciones lamentables, logró llegar a una estación de policía en el estado de Guanajuato. Ese era el pequeño manojo de hilos que, al volverse objeto de investigación, descubrió lo que, hace 60 años, era conocido en la jerga policiaca como un caso de “trata de blancas”, que en pocos días se convirtió en una historia de violencia y muerte desgarradoras, que indignó a todo el país, porque revelaba no sólo la agresión brutal contra muchachas jóvenes, sino que exhibía los peores modos de contubernio y complicidad entre tres mujeres de vida criminal con las autoridades locales que cobraban buenos pesos por no mirar.Bertha Hernández -
Un instante, y la tragedia: el caso del general Humberto Mariles
En 1964, el general Humberto Mariles era, sin lugar a dudas, toda una gloria nacional. Eran legendarias sus hazañas en el campo del hipismo, y había pasado a la historia en compañía de Arete, su noble caballo, como símbolo de los que podía lograr el olimpismo mexicano. Dieciséis años después de sus triunfos en las Olimpiadas de Londres, seguía siendo muy querido por la gente de a pie, que se había emocionado con sus hazañas. Fue uno de aquellos malos momentos que todo mundo tiene, el que lo llevó a segar una vida.Bertha Hernández -
Sangre de estrellas: los asesinatos de Ramón Gay y Agustín de Anda
Aquel 1960, el inicio de una década que sonaba a inminente modernidad, tuvo escándalos sonados, historias de violencia y muerte que hicieron las delicias de los reporteros de nota roja. Oscuro fue mayo aquel año para todos los aficionados al cine y a las novedades que ofrecía el mundo de la farándula, porque con diferencia de pocas horas, dos hombres jóvenes y famosos fueron asesinados. ¿Las razones? Las pasiones desatadas, el llevado y traído honor. Nada cambia en la condición humana, y menos en un país que todavía no se desprendía de un profundo conservadurismo.Bertha Hernández -
Crímenes sin resolver: ¿quién mató a los amantes de la calle de Lucerna?
Cualquiera pensaría que, a mediados del siglo XX, las investigaciones policiacas se habían beneficiado de los procesos de ensayo y error, de los logros y descubrimientos técnicos de detectives de todas partes del mundo. Pero no siempre las cosas funcionaron a la perfección. Un doble homicidio, ocurrido en la colonia Juárez de la capital mexicana, así lo demuestra: entre descuido extremo y poca pericia, aquellas muertes nunca quedaron aclaradas, y nunca se identificó a los responsables.Bertha Hernández -
El día de furia de Higinio Sobera de la Flor
Siempre andaba rapado porque aseguraba que, si el cabello le crecía, experimentaba terribles dolores de cabeza. Lo conocían en todos los antros de la ciudad de México de mediados del siglo XX. Lo que no sabían quienes le trataban noche a noche era que se trataba de un enfermo mental que podía perder el control en cualquier momento. La capital entera se horrorizaría cuando se conocieron los alcances de la negra tormenta que llevaba dentro.Bertha Hernández -
El atentado de Sierra y Arellano: el crimen que pudo ser perfecto
Creyeron que todo fluiría de manera sencilla, eficaz, y, lo mejor de todo, sin que nadie se diera cuenta. Todo era cosa de poner un anuncio en las secciones de avisos clasificados, ofreciendo buen trabajo y mejor paga. Lo demás era cosa de paciencia y un poco de habilidad. De esa manera, aquel par de truhanes planeó algo que, de haber funcionado, habría sido una tragedia, y, al mismo tiempo, uno de los grandes hechos de sangre del siglo XX.Bertha Hernández -
“Nadie ha sentido lo que yo”: la miseria vuelve asesina a una madre
El violento verano de 1942 recorrió todos los registros de la desesperación y la oscuridad de la condición humana. México no salía del azoro y el horror provocados por los crímenes de Goyo Cárdenas, convertido en el monstruo mayor de aquellos días, cuando ya afloraba otra historia; un drama donde la miseria como una cadena pesada y eterna, había terminado por ahogar a una mujer que, en una situación que ella percibió como límite, decidió matar a sus dos hijas, “para quitarlas de sufrir”.Bertha Hernández -
La “locura momentánea” de un hombre que mató a su familia
Los regímenes posrevolucionarios llevaron a la vida de los mexicanos nuevas instituciones y leyes. Los códigos penales modernizaron algunos criterios para impartir justicia, y beneficiaron a las mujeres. Pero en 1942, todavía se conocieron hechos sangrientos en los cuales la defensa intentó ayudar a su cliente a partir del argumento de la pérdida temporal de la conciencia a causa de la ira o los celos. Uno de esos casos fue el de Isidro Cortés, asesino de su esposa y sus hijos pequeños.Bertha Hernández